lunes, 7 de abril de 2014

DIMES Y DIRETES

Marcel, el improvisado profesor se reafirma al hablar de todo. Las Matemáticas son el único alimento disponible para recorrer una vida plena de algoritmos sin resolver y sostén de sus discursos. Transmite a alumnos y tertulianos, las vivencias de terceras personas con su aparente beneplácito. También acuden 
invitados improvisados, testigos necesarios para los circunloquios y ávidos de reconocimiento con independencia de su participación; se deleitan de  incursiones en las vidas ajenas, de las frases  con doble sentido y del deporte favorito, los certeros flechazos a corazones desahuciados.

Las tertulias, se caracterizan por la propensión a las críticas afiladas y al discurso sin apelación. Convive con el histrionismo, raras veces compartido por los contertulios.

La misma mesa sirve de tribuna y altar para los sacrificios a víctimas arropadas con túnicas imaginarias que conforman a los personajes: 
Las rojas, para los ardientes y apasionados; las púrpuras, arropan a  los de argumentos serenos; bajo las azules se enfundan los de carácter  y responsable y así casi tantos colores como diversidad de seres humanos. El amplio espectro, arranca en el blanco-pureza y se extiende hasta el negro-poder. Todos están representados, sin olvidar ninguno.

Los participantes se protegen de la dialéctica que arrecia de en todas las direcciones, sólo el debate se interrumpe cuando el director, Marcel, parece sugerirlo.

Los lugares que ocupan los contertulios para polemizar no son aleatorios. La localidad asignada en un anfiteatro tan singular se corresponde con la antigüedad desde que  acude al corrillo o la docilidad del asistente. llegado el caso, como ocurre a menudo, que la disposición no sea del agrado del profesor, recurre  al criterio más absurdo que le permita estar más próximo a sus más fieles oyentes.  

Todo juega a favor del ponente y poco a la labia de los papagayos, pues lo que parecen cuando se someten a la voluntad de Marcel. Nada queda en manos de la improvisación, sólo los camareros y sus movimientos descontrolados, 
se salvan esta  selección previa.

Está listo el comienzo de la ceremonia. La liturgia literaria está a punto de comenzar.
Se inicia —sin explayarse— como es habitual, con la aproximación del camarero a la mesa, el gesto de atención y un corto silencio de  introducción por el camarero ofreciendo el abanico de consumiciones; Marcel le recomienda que solo cante las imprescindibles para impregnar las gárgolas de los tertulianos, sin suavizarlas en exceso, con el fin de evitar goteos verbales. Todos piden, se respeta  la jerarquía implícita de los lugares asignados. Se establece una correspondencia biunívoca entre las consumiciones y los asistentes. La oferta es parca para facilitar las comandas al mozo.







Tertulia-La Rotonde-Paris



La reunión se anuncia interesante.
Esta convocatoria informal se presenta más sugestiva que otras, debido al número de asistencias confirmadas y al tema elegido, Ríos de lágrimas, que alienta a los participantes
experimentados en el oficio de llorar por motivos diferentes. El cabecilla de la tertulia pide silencio. El silencio solicitado se cumple con creces, todos corresponden con gestos ostensibles, enfatizan la consigna y crece la atención de los tertulianos...
Un ruidoso silencio se extiende por las calles de París, provoca un largo letargo en los habitantes,
afecta especialmente al líder que cae en un profundo sopor.

Marcel, no sabe el tiempo que ha dormido pero recuerda el sueño. Los contertulios le rodean.
Se muestra ante todos, desnudo, mutilado y sin argumentos. El cabecilla despierta en el paraninfo de la facultad. Alguien grita.

¡Han publicado las notas de Matemáticas!

El hasta ahora líder escucha atento.

¡Marcel, ¡Marcel! Has vuelto a suspender.





Javier Aragüés











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