Después de unos días en Asturias, es obligado dedicar
unas líneas, que no son una referencia turística y sí, una
reflexión sobre la existencia y la forma de trabajar de una simple, o gran
taberna, Taberna la Vizcaína.
Todo Comienza en 1941 en un pequeño pueblo asturiano,
próximo a Oviedo, que se llama Las Caldas junto a un balneario famoso por los
atributos medicinales de sus aguas que manan a 40ºC. Situado en el
edificio histórico de la antigua Casa de Baños, el Balneario Real posibilita
sumergirse en un entorno tradicional en donde bóvedas y columnas se someten a
las aguas del manantial. Los edificios del complejo se levantan
entre los siglos XVIII y principios del XX estando totalmente integrados en la
ribera del río Nalón. No se puede prescindir de personas y otros
establecimientos del entorno para completar la narración.
Antón, emprendedor en la época, levantó, con
ayuda de la familia, de la nada, un imperio. Un colmado con el nombre de La
Vizcaína que ha ido transformándose hasta la Taberna-Restaurante que es hoy.
Hay que reconocerle su anticipación para asentar un negocio que va a cumplir
setenta y cinco años. Nunca hubiera pensado tener un espacio de encuentro
sustentado en un personal esencial en la apertura diaria y en la calidad del
producto. Es un caporal en la trastienda, un apuntador que conoce la obra,
los personajes y asegura los espectadores. No cambiaría a la estrella del
reparto, Nacho que interpreta sus deseos y los pone en su boca.
La Taberna la Vizcaína está frente al Balneario. Pasa
inadvertida, se muestra humilde en una esquina, no quiere
molestar y la descubren los que son atraídos por los lugares curiosos,
esperando que quede algo de esa historia de los pequeños pueblos
en donde el colmado era el epicentro de mercancías, anuncios,
tertulias con sabor y, sobre todo, para tocar lo que parece desaparecido. La
atención de "Nacho", al frente de la taberna de La Vizcaína, supera
lo previsible. Es un profesional serio, sin ser zalamero. Canta la carta con
sobriedad y convicción. Si para él eres un cliente, pasas a ser su invitado, que
también pasa por caja con gusto y consideración. Cada plato, aunque suene a
conocido, la carta parlante lo explica con detalle. El nombre, su elaboración,
el porqué del producto elegido y ese algo que encierra difícil de explicar, por
qué no quiere, o para que vuelvas y repitas. Las raciones, más que espléndidas,
reparten color y emanan aromas a la espera que alguien se atreva a sumergirse
en su sabor. Las mesas sin mantel, limpias y suficientemente ilustradas, que no
necesitan más cambio que ser ocupada por nuevas comandas y un golpe de bayeta
que las hace siempre estar en perfecto estado de revista. Es difícil encontrar
“Un balneario que tiene un pueblin” definición de Las Caldas, según Nacho.
Mucho más difícil es mantenerse digno en ese oficio de tabernero que desempeña
Nacho en La Vizcaína; una Taberna que tiene un balneario y un pueblin para
todos los que la visitan.
Unas palabras para el personal de La Vizcaína y en
especial para Nacho.
Javier Aragüés (Agosto de 2016)