El movimiento comunero y la guerra de las comunidades en Castilla se han considerado como una de las revoluciones modernas
Karl Marx
Karl Marx
Al partir Carlos puso al frente de los reinos como gobernador al cardenal Adriano de Utrech junto con el Consejo Real con sede en Valladolid. Este recibió el mandato de mala gana por el descontento de los pueblos próximos a Segovia, como eran Carbonero, Bernardos, Santa Mª la Real de nieva y Zamarramala entre otros, que expresaban quejas y descontentos al Rey y a sus ministros. Al cardenal le parecía que tenía que pagar por los desatinos ajenos. Pero dada su responsabilidad aceptó el encargo.
Con esta situación, las cosas se complicaron al marchar el rey. Segovia era un pueblo con furia
diabólica y los segovianos sabían que estaban en Toledo, Hernando Dávalos y Juan de
Padilla. Aprovecharon la coyuntura y juntamente con súbditos descontentos instaron a una
conjuración contra los sumisos ministros del rey y se atrevieron atacar sin
más justificación a Tordesillas, Regidor de la
ciudad de Segovia y servidor del rey, de quien expresamente había recibido el
mandato.
Un grupo armado se dirigió a su casa y le sacaron a gritos de manera ignominiosa y le apedrearon por la calle hasta casi matarle, después le llevaron a la horca y le colgaron entre dos ladrones. Conocido por el cardenal y el Consejo, lo que se había hecho en Segovia, enviaron como Pesquisidor al licenciado Rodrigo Ronquillo, Alcalde de Corte, con facultad de castigar sin piedad el cruel insulto. Para resolver el conflicto pusieron a su disposición gente para su protección así como para ejecutar el castigo.
Un grupo armado se dirigió a su casa y le sacaron a gritos de manera ignominiosa y le apedrearon por la calle hasta casi matarle, después le llevaron a la horca y le colgaron entre dos ladrones. Conocido por el cardenal y el Consejo, lo que se había hecho en Segovia, enviaron como Pesquisidor al licenciado Rodrigo Ronquillo, Alcalde de Corte, con facultad de castigar sin piedad el cruel insulto. Para resolver el conflicto pusieron a su disposición gente para su protección así como para ejecutar el castigo.
Los segovianos eran conscientes de la gravedad del
delito y de la rigidez del juez a lo que se añadían los malestares
por los vejaciones y arbitrariedades del consejo, que favorecieron la
sublevación contra el rey. Lo que comenzó como un hecho de mera
resistencia paso a convertirse en una guerra. Los refuerzos no eran suficientes
para que Ronquillo pudiera tomar Segovia y trazó un plan para aislarla y
desabastecerla creando bastiones en los pueblos cercanos como era el caso de
Santa María la Real de Nieva. Pensaba que esta situación provocaría el temor
entre los segovianos pero no fue así y pidieron ayuda a los comuneros, Hernando Dávalos y Juan
de Padilla, que se encontraban en Toledo, se sublevaron contra el Consejo y el
Gobernador.
En Santa María de Nieva, la partida de comuneros estaba al frente del pizarrero Gozalo, que conocía bien
los rincones del Puente Uñez, generoso y seco de carácter como cualquier
castellano viejo, cada día hacía estragos a los soldados del pesquisidor
Rodrigo Ronquillo. La novia de Gozalo se llamaba Soterraña, todos en el pueblo la llamaban Sote, era conocedora de sus hazañas. Iba a buscarle cada día al pizarral al final de la jornada, aprovechaban el regreso al pueblo con frecuentes paradas que se rellenaban con besos y apretones de enamorados. Los dos deseaban formar una familia y tener hijos. Gozalo soñaba con la casa hecha de pizarras talladas por él y cuidadosamente elegidas, las del techo, rectangulares y pulidas; también soñaba con las de tabiques y fachada, vetustas e irregulares con espesores caprichosos y por supuesto con las de las vallas del corral.
Los partisanos tenían una doble vida pues deambulaban por
los pueblos próximos a Santa María la Real de Nieva, "la villa". Unos
eran de Carbonero, dos de Bernardos, varios de Medina del Campo y de aldeas
próximas. Intentaban aparentar un vida normal.
Después de hacer las batidas se recogían a sus lugares de trabajo. Aquel día la tropas de Ronquillo les tendieron una emboscada y les esperaban en la "villa". Santos, el labrador, hermano de Gozalo, avistó a las huestes de Ronquillo que se dirigían al pueblo. Corrió hacia Santa María para avisar al alguacil y al cura, don Doroteo, que mandó al sacristán Esteban a tocar las campanas a arrebato. Todas las campanas tocaban a la vez, el toque que se hacía cuando algún peligro acechaba y era una señal conocida por los rebeldes que puestos en aviso se dispersaron y volvieron con discreción al pueblo.
Ronquillo interpretó el tañir como un aviso a los sublevados, entró en el pueblo y mandó levantar un patíbulo y condenó al cura, al sacristán, al alguacil y al hermano de Gozalo a la horca y fueron ejecutados esa misma mañana.
Después de hacer las batidas se recogían a sus lugares de trabajo. Aquel día la tropas de Ronquillo les tendieron una emboscada y les esperaban en la "villa". Santos, el labrador, hermano de Gozalo, avistó a las huestes de Ronquillo que se dirigían al pueblo. Corrió hacia Santa María para avisar al alguacil y al cura, don Doroteo, que mandó al sacristán Esteban a tocar las campanas a arrebato. Todas las campanas tocaban a la vez, el toque que se hacía cuando algún peligro acechaba y era una señal conocida por los rebeldes que puestos en aviso se dispersaron y volvieron con discreción al pueblo.
Ronquillo interpretó el tañir como un aviso a los sublevados, entró en el pueblo y mandó levantar un patíbulo y condenó al cura, al sacristán, al alguacil y al hermano de Gozalo a la horca y fueron ejecutados esa misma mañana.
La
atrocidad de Rodrigo Ronquillo enviado por el cardenal de Tortosa llegó a
conocimiento de Juan Padilla y envió a los comuneros en ayuda
de los segovianos. Gozalo preparó la venganza y aprovechó la presencia de las tropas haciendo correr la voz de que Adriano de Utrech quería felicitarle por sus logros en el sitio de Segovia. Ronquillo lo creyó y fue con un grupo de hombres a los pinares del puente Uñez, donde Gozalo junto a los comuneros enviados por Padilla le mataron. Mientras, Sote esperaba a Gozalo en el pizarral.
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