En una ciudad de Finlandia vivían Reivaj y Aamu, una pareja de avanzada edad que amaba a
su país. Los dos eran melancólicos, silenciosos, honestos,... un poco como el
paisaje que les rodeaba. Muy cumplidores con las costumbres y las reglas sociales porque
estaban convencidos de que así eran ejemplo para sus vecinos y hacían posible a la convivencia.
Defendían la igualdad y huían
de las apariencias, en una sociedad donde dominaba la seriedad y el
respeto a los demás. Cumplían todas las normas. No se
podía defender a un alcalde sospechoso de corrupción o que ocultara la verdad,
y mucho menos que alardeara defraudar. Eran tales las exigencias
que se imponían que más de un político había tenido que
dimitir por robar simplemente una revista de un lugar público, puesto que la
revista era propiedad de la comunidad. A esta manera de actuar, las personas que estaban al frente del país la llamaban practicar el buen gobierno, y en las ciudades y pueblo más pequeños, estaba presente en todas las acciones de sus habitantes. Si alguno actuaba en
sentido contrario era castigado con severidad.
Desde hacía muchísimos años que las leyes eran muy estrictas y a la vez simples. Se basaban en unos principios básicos que eran pactados y respetados por todos. Si cambiaban un alcalde, el nuevo tenía que respetar igualmente la normas y por tanto las leyes que estaban dictadas para preservar los intereses de los vecinos. Entre las leyes que había que cumplir con máximo rigor destacaban la que perseguía la corrupción. junto con la defensa de la libertad de expresión. Se habían dictado en Finlandia a principios del siglo pasado, y garantizaba la protección frente a los cargos elegidos una buena información a los ciudadanos y defendía el acceso público a todos los documentos oficiales. En algunos países vecinos eran más antiguas, existían desde el siglo XVIII.
Las leyes que protegían los derechos de la mujer estaban muy arraigadas y los que las incumplían caían en el mayor desprecio social, además del consiguiente castigo.
Todo indicaba que la tradición legal a favor de las cosas claras era un factor fundamental en la lucha contra la corrupción y el conjunto de las leyes aseguraban los principios democráticos e impedían cualquier tipo de corruptela o vejación, y en caso contrario, el que cometía la falta debía someterse a un severo castigo.
Decían que para los finlandeses la primera impresión que percibían de una persona era suficiente para confiar. Al mismo tiempo eran discretos y reservaban la opinión que se habían formado. Para la mayoría de los mediterráneos eran tímidos, incluso aburridos y vivían muy alejados de sus ideas y conductas. La situación geográfica y los estudios de la población explicaban en parte los rasgos más característicos de los hombres y mujeres fineses. Eran independientes y solidarios. Su carácter peculiar se manifestaba incluso en el lenguaje. En la comunicación, no utilizaban los imperativos y se sustituían por giros indirectos: “Acaso podríamos venir..." "Quizás es conveniente alejarse,..."
Era un pueblo en los que hombres y mujeres estaban equiparados socialmente. Pero en la pareja de estos finlandeses, protagonistas de este cuento había cierto desequilibrio. La compañera
de Reivaj, Aamu era muy tranquila, sensata razonable y sobre todo nada violenta. Decían que el hombre finlandés era de carácter fuerte, trabajador y concienzudo, pero en general, era más violento con sus
parejas que el de cualquier país latino y algunas mujeres vivían con prevención y recelo ante una inesperada reacción de su compañero.
Esta pareja tenía un sueño: jubilarse y vivir en el
campo, a orillas del Mar Báltico. Para ello tendrían que trasladar su
residencia a otro pueblecito al sur del país que se llamaba
Porvoo. Era una de las poblaciones más antiguas de Finlandia, y podrían vivir en una casa, que los del lugar llamaban
omakoitalo, a las afueras de la comunidad.
Porvoo. Era una de las poblaciones más antiguas de Finlandia, y podrían vivir en una casa, que los del lugar llamaban
omakoitalo, a las afueras de la comunidad.
A Aamu no le gustaba la idea de estar
alejada del resto de los habitantes, le asustaba la soledad. Seguían haciendo planes. A los 68 años, él podía jubilarse y ella, al cumplir 60, tendría una
pensión algo menor pero estaban decididos a trasladarse y así lo hicieron. Los
dos tenían buena salud y si no pasaba nada extraño, podrían vivir unos cuantos
años disfrutando en aquel pueblecito. La mayoría de los abuelos del país superaba los 85 años por lo que pensaban que les quedaban unos cuantos para descansar y disfrutar del ocio.
Se trasladaron según lo planeado. Duraste los primeros meses todo iba como habían imaginado. Pero Reivaj no se acostumbraba a pasar el tiempo en otra cosa que no fuera trabajar. Los días pasaban y agravaban esta situación. La falta de actividad en Reivaj le provocaba irritabilidad unido a su carácter difícil y buscaba continuas evasiones poco saludables. Se refugiaba en la bebida tradicional, el vodka finlandés, y otros licores como la mesimarja y el lakka. No le importaba cuál de ellos, siempre que fuera fuerte y tuviera bastante alcohol. Cada día bebía más hasta el extremo que alteraba su comportamiento. La relación entre los dos se iba deteriorando, los reproches y los enfados eran continuos. Hasta que un día, durante un fuerte discusión y completamente borracho, Reivaj pegó a Aamu. Al verla, no podía explicar su conducta pero era consciente que las normas de la convivencia eran muy severas. Fue condenado a prisión. Pero para él había un castigo añadido, la sociedad le había aislado y con su comportamiento se había alejado de su fiel compañera, ante la que se había derrumbado. Había perdido la dignidad y la imagen ante la comunidad y, lo que era más importante para él, la confianza y quizás el amor de su compañera.
Aamu estaba hundida pero quería restablecer la convivencia y no se le ocurría cómo. Le quería ayudar para que recuperara la dignidad que había perdido. No podía pensar en otra cosa. Un día vio a un grupo de mujeres que hablaban junto a una de las fuentes del pueblo, la escena le recordó lo que le habían contado en la escuela. Ella podría enfrentarse a la situación que vivía, como lo habían hecho aquel grupo de mujeres, si lo hacía con decisión. Aquellas compatriotas suyas, en el siglo pasado estuvieron dispuestas a luchar para conquistar el derecho a votar y a ser elegidas. Ante esa situación, que no era fácil, perseveraron hasta conseguirlo. Desde entonces muchas de ellas habían ocupado cargos importantes en la sociedad y habían sido directoras de fábricas, médicos, abogados, jueces y habían llegado a ser alcaldes y diputadas, elegidas por los habitantes en cada pueblo. Desde la escuela enseñaban a las ciudadanas y a los ciudadanos — cualquier habitante aunque no viviera en una ciudad— a tener criterio para resolver situaciones extremas y a aprender a respetarse y a ser respetadas y respetados, para vivir con dignidad.
Aamu se sintió identificada con esa capacidad de lucha y la aplicó para no perder a Reivaj. Iba a visitarle a la prisión hasta que cumplió la condena. Se propuso enseñarle a tratarla como mujer, a respetarse y a respetarla.
Con el tiempo, Reivaj reconoció su terrible e injustificado
comportamiento y tuvo que aprender a convivir de nuevo. Pudo reintegrase en la
sociedad, con la ayuda de una mujer.
Javier Aragüés (junio de 2014)
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