EL ENCUENTRO
En febrero, en un París de grises y negros, llevaba dos semanas
lloviendo sin cesar. Nos citamos en un café de la rue de Saint
Denis -Le Petit Chatelet-, muy próximo a la rue Rivoli. Los
cristales empañados por la humedad y el calor humano impedían ver a los
clientes. En el interior, solo se distinguían las siluetas de los que
tenían intención de acceder. Por la calle, la gente corría. Las personas aceleraban el paso para sortear la lluvia.
¡Me senté a la entrada, junto a la puerta, a sabiendas de lo intempestivo del lugar elegido, con la intención de que al llegar mi amigo me localizara con facilidad. Mi única compañía, un velador, tres sillas de guarnición, una jarra con agua y un cenicero deformado y sucio con varias colillas, testigos malolientes de ansiedades y deseos. |
Me había puesto en contacto con Guy anunciando mi viaje a Paris, sin explicar los motivos. En ese encuentro tenía depositada toda mi esperanza para lograr
cierta estabilidad económica. Habían pasado algo más de diez minutos. Guy no aparecía.
Desde la puerta, tenía una visión panorámica del local. Un joven parecía escribir distraído con la mirada abandonada, buscando algo que asegurase su inspiración. Dos amigas tomaban un café después de una mañana de compras a la vista de los envoltorios de unos conocidos almacenes parisinos. Un ciego, con los codos sobre la mesa, en ademán de leer y vocación de inspirar lástima, palpaba un libro con impotencia ostensible para asomarse a la novela, a la espera de un lazarillo desinteresado que le adivinara el relato. De pie, un joven fornido, con aspecto de ejercer la protección no deseada en uno de los portales de Saint Denis. En la barra, el dueño pegado a un importante mostacho gobernaba el ocio del local. Otros clientes se distribuían en según sus voces y colores.
Se abrió la puerta, apareció Guy sacudiéndose la lluvia acompañado de una joven. Se acercaron. Yo, falsamente sorprendido, me dirigí a saludar. Conocía a Guy desde la École Normale Supérieure. Tenía vocación empresarial, fomentada por su padre, yo quería ser un profesional independiente.
Desde la puerta, tenía una visión panorámica del local. Un joven parecía escribir distraído con la mirada abandonada, buscando algo que asegurase su inspiración. Dos amigas tomaban un café después de una mañana de compras a la vista de los envoltorios de unos conocidos almacenes parisinos. Un ciego, con los codos sobre la mesa, en ademán de leer y vocación de inspirar lástima, palpaba un libro con impotencia ostensible para asomarse a la novela, a la espera de un lazarillo desinteresado que le adivinara el relato. De pie, un joven fornido, con aspecto de ejercer la protección no deseada en uno de los portales de Saint Denis. En la barra, el dueño pegado a un importante mostacho gobernaba el ocio del local. Otros clientes se distribuían en según sus voces y colores.
Se abrió la puerta, apareció Guy sacudiéndose la lluvia acompañado de una joven. Se acercaron. Yo, falsamente sorprendido, me dirigí a saludar. Conocía a Guy desde la École Normale Supérieure. Tenía vocación empresarial, fomentada por su padre, yo quería ser un profesional independiente.
-Ça va, Guy? Te esperaba solo.
-Hola Alex. Bueno, ya sabes que me gusta desconcertar.
A ti te encuentro cambiado -dijo con ironía.
-Hace tiempo que no nos vemos - contesté.
Extendió la mano y me presentó a la mujer.
-Alex, ella es Anca. Trabaja en Bucarest, la necesito para controlar el negocio -sonrió.
Anca hizo un gesto excusándose y se dirigió al lavabo. Guy aprovechó y justificó porque no había acudido con Brigitte, su mujer.
-Te cuento el motivo de la visita. Sé que tienes negocios en Bucarest, conozco a un potente grupo inversor que
está interesado en implantarse en Rumanía, en Constanza, junto a la desembocadura
del Danubio. Quieren hacer una inversión destinada a la fabricación
de cartonaje ondulado. La caña de la planta del maíz va a ser la materia prima básica. Hasta ahora, las cañas se queman. Con este
proyecto se pueden utilizar para la fabricación y minimizar los
altos índices de contaminación por dióxido de carbono. Para ejecutarlo
piensan acogerse a las ayudas que facilita la Unión
Europea a países en desarrollo, dentro de la comunidad, a través el Banco Europeo de Inversiones, el BEI - expresé con detalle.
Mi explicación había sido excesivamente técnica pero convincente para despertar su interés. Anca se acercó, carraspeando, para hacerse notar. Se reincorporó a la conversación. En los ojos de Guy había una mirada entre sorpresa y codicia.
Mi explicación había sido excesivamente técnica pero convincente para despertar su interés. Anca se acercó, carraspeando, para hacerse notar. Se reincorporó a la conversación. En los ojos de Guy había una mirada entre sorpresa y codicia.
-Alex, este asunto me interesa ¿Pero, por qué te diriges a mí?
-Necesitamos un buen soporte para poder trabajar desde allí. Tú tienes una sociedad de asesoramiento. Es idónea para este negocio. Mi idea es externalizar todos los servicios y coordinarlos desde una empresa, que podría ser la tuya -expliqué de forma muy sintética, para reclamar su atención .
La cara de Guy brillaba y se reflejaba en la de Anca.
-Imagino que querrás una respuesta rápida. Antes de tomar una decisión prefiero que vayas a Bucarest. Anca te explicará las posibilidades desde allí -propuso Guy.
-Estoy dispuesto a desplazarme -contesté.
-Anca vuelve mañana a Rumanía. Puedes ir con ella y concretar en que consiste ese apoyo. Espero llegar a un acuerdo -sugirió.
Guy, por el tono y sus gestos, cuando hablaba de Anca, evidenciaba quién era el dominante en la relación y en en el trabajo.
UN DESTINO
Nos citamos al día siguiente, a las once, en el aeropuerto Charles de Gaulle, el vuelo salía a las doce veinticinco. Me tranquilizó verla llegar sola sin la compañía de Guy.
Llegamos a un Bucarest completamente nevado. Cogimos un taxi en el aeropuerto.
-¡Al Hotel Intercontinental! -dijo Anca.
Durante el trayecto me comentó que vivía cerca del hotel, a cinco minutos del despacho. Iba indicando el nombre de los bulevares y avenidas que atravesábamos hasta llegar al hotel.
Sin bajarse del taxi, dijo.
-Alex, te instalas, nos vemos en una hora y te enseño el despacho.
Cuando bajé a la puerta, estaba esperando. Me enseñó la oficina situada en un edificio nuevo. Me propuso ir a cenar a un conocido restaurante frecuentado por ejecutivos y empresarios extranjeros; entró con seguridad, delante de mí. El metre la saludó y nos acompaño hasta una mesa que había reservado. Ella se sentía cómoda en ese espacio y halagada al ser reconocida por algunos clientes que la saludaban con un imperceptible elevación de cejas. No tuve que escoger, el menú estaba elegido, platos típicos rumanos - no faltó el sarmale - y una pareja de músicos, vestidos de zíngaros, con acordeón y violín. Asediaron la mesa durante una parte de la cena. Al terminar, le ayude a ponerse el abrigo y me sonrió. Nos retiramos y me acompaño a mi hotel.
Con esa demostración consiguió que recelase de lo que me esperaba.
El plan de trabajo consistía en sesiones en el despacho alternadas con visitas a funcionarios del gobierno o empresarios rumanos y facilitar los trámites de la inversión. Siempre aparecía alguno que dificultaba las gestiones, sus sonrisas y buenas palabras, solventaban los previsibles inconvenientes.
Pasaban los días. Anca me sometía a escuchar las excelencias de la empresa, insistiendo en los numerosos clientes que tenían y las buenas relaciones con empresarios y políticos, se esforzaba en dar una buena imagen. Guy no lo habría hecho mejor. Repetía que para conocer las verdaderas posibilidades de negocio debía instalarme en la ciudad, como como habían hecho muchos franceses, y convertirte en un "buscarestois".
Mostraba un interés creciente en escarbar en los temas privados hasta acariciar lo íntimo, a cambio, me explicaba las dificultades que había soportado hasta conocer a Guy.
-Este país no merece la herencia mezquina recibida del dictador. Nicolae Ceaușescu había convertido a Rumanía en un país paupérrimo, con un pueblo desconfiado y sin ilusiones. No estoy dispuesta a que la penuria se apodere de mí.
-Con Guy y su empresa lo conseguirás -afirmé.
Una tarde, al finalizar la jornada, me propuso pasear por el Bucarest de entreguerras. Al adentramos en el Sector 1 de la ciudad, el trazado de las calles discurría por sendas de adoquines cuidadosamente atropellados, donde se sucedían villas y palacetes, no exentos de grietas en las fachadas. La calzada estaba oculta tras la intensa nevada y apenas había espacios seguros para caminar en las aceras ocupadas por irregulares placas de hielo. Nos detuvimos ante un viejo caserón, un palacete construido a principios del siglo XX, de estilo neoclásico, adornado por un jardín destartalado donde crecía la escarcha y se instalaba la nostalgia. Estaba protegido por una verja de hiero forjado con rastros de oxido y lágrimas de desamparados. Se apoyó en el portón y me acercó con los brazos. Durante el asalto, me dejé llevar hasta encontrar sus labios. Mis manos buscaban las partes más sensibles de su cuerpo, mientras ella acoplaba el suyo hasta deleitarse. Fue un momento que deseamos perdurable.
Dudaba si el comportamiento respondía a una estrategia de Guy o a una pasión vertiginosa.
Al día siguiente, al salir de trabajar, me propuso ir a su apartamento, sin detallar para qué. Hicimos el amor entre suspiros y gemidos, así durante horas, hasta que el apetito nos obligó a interrumpirlo. Fuimos a cenar a un restaurante próximo y discreto.
Repetíamos cada tarde. Me dejó unas llaves.
-¡Al Hotel Intercontinental! -dijo Anca.
Durante el trayecto me comentó que vivía cerca del hotel, a cinco minutos del despacho. Iba indicando el nombre de los bulevares y avenidas que atravesábamos hasta llegar al hotel.
Sin bajarse del taxi, dijo.
-Alex, te instalas, nos vemos en una hora y te enseño el despacho.
Cuando bajé a la puerta, estaba esperando. Me enseñó la oficina situada en un edificio nuevo. Me propuso ir a cenar a un conocido restaurante frecuentado por ejecutivos y empresarios extranjeros; entró con seguridad, delante de mí. El metre la saludó y nos acompaño hasta una mesa que había reservado. Ella se sentía cómoda en ese espacio y halagada al ser reconocida por algunos clientes que la saludaban con un imperceptible elevación de cejas. No tuve que escoger, el menú estaba elegido, platos típicos rumanos - no faltó el sarmale - y una pareja de músicos, vestidos de zíngaros, con acordeón y violín. Asediaron la mesa durante una parte de la cena. Al terminar, le ayude a ponerse el abrigo y me sonrió. Nos retiramos y me acompaño a mi hotel.
Con esa demostración consiguió que recelase de lo que me esperaba.
El plan de trabajo consistía en sesiones en el despacho alternadas con visitas a funcionarios del gobierno o empresarios rumanos y facilitar los trámites de la inversión. Siempre aparecía alguno que dificultaba las gestiones, sus sonrisas y buenas palabras, solventaban los previsibles inconvenientes.
Pasaban los días. Anca me sometía a escuchar las excelencias de la empresa, insistiendo en los numerosos clientes que tenían y las buenas relaciones con empresarios y políticos, se esforzaba en dar una buena imagen. Guy no lo habría hecho mejor. Repetía que para conocer las verdaderas posibilidades de negocio debía instalarme en la ciudad, como como habían hecho muchos franceses, y convertirte en un "buscarestois".
Mostraba un interés creciente en escarbar en los temas privados hasta acariciar lo íntimo, a cambio, me explicaba las dificultades que había soportado hasta conocer a Guy.
-Este país no merece la herencia mezquina recibida del dictador. Nicolae Ceaușescu había convertido a Rumanía en un país paupérrimo, con un pueblo desconfiado y sin ilusiones. No estoy dispuesta a que la penuria se apodere de mí.
-Con Guy y su empresa lo conseguirás -afirmé.
ALGO MÁS
Una tarde, al finalizar la jornada, me propuso pasear por el Bucarest de entreguerras. Al adentramos en el Sector 1 de la ciudad, el trazado de las calles discurría por sendas de adoquines cuidadosamente atropellados, donde se sucedían villas y palacetes, no exentos de grietas en las fachadas. La calzada estaba oculta tras la intensa nevada y apenas había espacios seguros para caminar en las aceras ocupadas por irregulares placas de hielo. Nos detuvimos ante un viejo caserón, un palacete construido a principios del siglo XX, de estilo neoclásico, adornado por un jardín destartalado donde crecía la escarcha y se instalaba la nostalgia. Estaba protegido por una verja de hiero forjado con rastros de oxido y lágrimas de desamparados. Se apoyó en el portón y me acercó con los brazos. Durante el asalto, me dejé llevar hasta encontrar sus labios. Mis manos buscaban las partes más sensibles de su cuerpo, mientras ella acoplaba el suyo hasta deleitarse. Fue un momento que deseamos perdurable.
Dudaba si el comportamiento respondía a una estrategia de Guy o a una pasión vertiginosa.
Al día siguiente, al salir de trabajar, me propuso ir a su apartamento, sin detallar para qué. Hicimos el amor entre suspiros y gemidos, así durante horas, hasta que el apetito nos obligó a interrumpirlo. Fuimos a cenar a un restaurante próximo y discreto.
Repetíamos cada tarde. Me dejó unas llaves.
Guy anunció un viaje a Bucarest. Fuimos al aeropuerto a buscarle. Nos
vimos durante dos horas. Continuaba viaje a Ámsterdam para reunirse con unos empresarios judíos. Estaba impaciente por saber cómo
evolucionaba el negocio. Le expliqué una versión satisfactoria de como se desarrollaría la inversión, la
que quería oír. Se mostró satisfecho. Le tranquilicé con un "¡Seguimos adelante! ". Guy
cogió su vuelo y volvimos a la impetuosa rutina.
-¡Qué actuación! Te mantuviste inmutable ante Guy. No fue capaz de sospechar nuestra posible relación -fueron mis
palabras.
-Alex, ya lo sabes, que por nada arruinaría lo nuestro, tampoco mi trabajo -dijo y me miró.
No quería hacerlo, pero terminé adulando a Anca y entendía su comportamiento, el mío no.
Pasaron varios días. Una tarde, al finalizar la jornada, me acerqué a su despacho. Antes de coger el ascensor me dijo:
-Me han llamado de una de las empresas que gestionamos, tienen una inspección de la Agencia Tributaria Rumana. ¿Nos vemos más tarde?
-Por supuesto -contesté, sin dudar.
-Alex, no sé a qué hora terminaré. Mejor descansa. Mañana te voy a buscar.
Vi a Anca corriendo por el bulevar Golescu. Todo me resultó extraño.
Al llegar al hotel, subí a la habitación, me di una ducha y bajé a la cafetería. Tomé dos vodkas y salí a esperar a Anca. Sorprendido, la vi entrar con
Guy y otro hombre en su portal. Era Florin, un funcionario del gobierno, del
Ministerio de Fondos Europeos. Pasaron diez
minutos y salieron. Florin con un portafolios. Guy, cogió un taxi en dirección al aeropuerto. Supuse que volvía a París.
Subí al apartamento. Anca empezó a justificarse.
LA CONFESIÓN
-He
terminado mucho antes de lo que pensaba -dijo nerviosa.
-No sigas. Mejor hablamos en el despacho -cambié el tono de voz sin ápice de aspaviento.
De camino a la oficina me puso en antecedentes. Anca cada vez más alterada intentaba explicar que todo era idea de Guy, el plan para suplantarme y hacerse con el proyecto.
-Escucha Alex. Guy se reunió en Ámsterdam con tu grupo inversor, que como sabes no es judío. Se presentó como la persona clave para desarrollar el negocio en Rumanía. Acordaron los honorarios. Firmó los contratos en tu nombre e hizo beneficiaria a su sociedad. Lo que has visto esta tarde es el último paso que hace que estés al margen -dijo muy agitada.
Entendí por qué no me había advertido. Para ella, lo más importante, era alejarse de la sordidez a cualquier precio. No la interrumpí. Se sinceró.
-Guy me ha asegurado que me va a hacer socia con un cincuenta por cien de las acciones de la sociedad, la que ha firmado el contrato . Se separará de Brigitte y vivirá conmigo -al decirlo, se "autoconvencía" sin ocultar sus dudas.
-¿Cuánto ganarás? Además de asegurarte el cariño de Guy -le pregunté con ironía.
-Alrededor de 100.000 dólares de comisiones y los dividendos que reparta la sociedad, son para mí.
-A mí, su amigo, me ha vendido sin titubear, también te lo puede hacer -se lo dije y calló.
Mis palabras la hicieron dudar sobre las intenciones de Guy. Yo no podía tolerar su conducta.
EL CEPO
-¿Estás dispuesta ayudarme? Tienes que convencer a Guy de que un holding sueco-alemán está muy interesado en crear un complejo industrial en Constanza que desarrolle la industria del cartonaje y la del aprovechamiento energético -le expliqué con detalle.
-Eso no supone ganar más -afirmó Anca
-Claro que
sí. Tienen que adquirir terrenos públicos. Habrá que
expropiar. Con las expropiaciones, se obtendrán beneficios adicionales a
los generados con la venta. Eso significa grandes comisiones,
lo que es decisivo para que se interesen el gobierno y los
funcionarios. Se moverán grandes sumas. El proyecto es más
ambicioso que el anterior y la ayuda europea será más considerable. Estoy
hablando de entre cinco y cinco millones y medio de dólares, en el otro no llegaba a un millón. Al BEI se le solicitará un préstamo. Florin y los
suyos, los compañeros de partido y los que están en el gobierno, se
encargarán de conseguirlo -dije con mi mejor capacidad
de convencer y seducir.
No era necesario continuar para reclamar su atención. Lo veía
factible. Estaba a mi lado. Se mostró tan interesada que hablamos hasta la noche. Fuimos a cenar a "nuestro restaurante". En los postres me pedía mayores detalles.
-Ten en cuenta que el proyecto inicial está muy avanzado ¿Cuál es el plan para involucrar a Guy? -me miró, poco convencida.
No era necesario continuar para reclamar su atención. Lo veía
factible. Estaba a mi lado. Se mostró tan interesada que hablamos hasta la noche. Fuimos a cenar a "nuestro restaurante". En los postres me pedía mayores detalles.
-Ten en cuenta que el proyecto inicial está muy avanzado ¿Cuál es el plan para involucrar a Guy? -me miró, poco convencida.
-La
pieza esencial es Florin, al que tienes que cuidar. Llegarás a un acuerdo
para esté puntualmente informado. Llamarás a Guy dentro de tres
o cuatro días. Cuando hables con él debes transmitirle tu preocupación por los
rumores que corren en el Ministerio. Florin te dirá que el proyecto
está detenido. Habrá presiones por parte de unos alemanes que representan
"un macroproyecto", mucho más ambicioso que el vuestro.
Le darás los datos básicos. Quiénes son, el montante de la inversión y
los posibles beneficios. Le explicarás que Florin ya se ha visto con los
representantes del consorcio germano-sueco y está al corriente de lo que
está ocurriendo. Le entregarás la documentación correspondiente. Yo prepararé
la memoria del proyecto y el plan de negocio. Con esto será
suficiente para que Guy se presenté en Bucarest -le dije, deteniéndome
en los pormenores.
No había
pasado el cuarto día y Guy estaba en Bucarest. Pidió a Anca que consiguiera una
reunión urgente con Florin, Secretario de Gabinete del Ministro. Al terminar
el encuentro, Anca y Guy hablaron con Florin en la oficina de la
empresa. Les confirmó que el proyecto se llamaba, Gran Parque
Industrial de Constanza, Parcul Industrial Constanta o mare, en rumano.
El nombre abreviado era su acrónimo, PIC.
-El
proyecto se va a hacer. El ministro tiene el máximo interés y se ha
comprometido personalmente. Se desestima el anterior y se da vía
libre al PIC. Están firmados todos los permisos administrativos. Se presenta,
para su aprobación, en el próximo Consiliu de Cabinet junto a la
solicitud del un préstamo de seis millones ochocientos mil dólares, a
treinta y cinco años, sin intereses -sentenció Florin.
-¿Cómo podemos apoyar? -preguntó Guy entre temeroso y cicatero.
-Está
decidido. Os presentamos ante los inversores como asesores del gobierno.
Participareis en el proyecto con unos honorarios que fijareis vosotros. Se
propondrán al Ministro para su autorización, en función del importe total
del proyecto. La función será la de asesorar en todo el
desarrollo del PIC para facilitar las transacciones, como
interventores del Gobierno a través del Ministerio. Hay una pequeña, o
gran condición, hay que depositar como garantía un millón de dólares hasta la
puesta en vigor del préstamo, para asegurar el funcionamiento del equipo
funcionarial que requiere el proyecto. Para formalizar esta
garantía hay un plazo de una semana. Se hará en mi despacho una vez
autorizado el proyecto -remató Florin, no dando opción a interpelar.
Las caras de Guy eran el resultado de una metamorfosis permanente. Iban de la
risa histérica a la turbación absoluta, bañadas en sudores fríos y
lágrimas de emoción. Era el negocio de su vida. Tranquilizó a Anca por la
cantidad exigida.Tenía suficientes activos, solo necesitaba conseguir liquidez.
Al ir realizando las ventas el importe total no alcanzaba el millón. Tuvo que
desprenderse de su apartamento en París, que vendió a muy buen
precio, pero le costó la separación. Brigitte le abandonó.
El proyecto se aprobó y se autorizó el préstamo. Florin llamó a Anca para
concretar la formalización de la garantía. Guy se presentó en Bucarest con el
millón de dólares, la vida desmontada y dispuesto a iniciar una nueva junto a
ella.
El día de la puesta en vigor del préstamo Guy había quedado en el despacho del
Secretario de Gabinete, sin Anca. Subió por unas escaleras decadentes
pisando una alfombra de color carmesí, en un pasado remoto y que hoy había devenido
en rojo avergonzado. La cara de Guy lucía enrojecida por la voracidad
de su
"sinconciencia".
"sinconciencia".
Florin había
dado instrucciones a su equipo.
-Cuando llegue Guy, que pase a mi despacho y espere -le dijo a su
secretaria.
La secretaria siguiendo, escrupulosamente las instrucciones, acompañó a Guy y le invitó a pasar al despacho de Florin. Sin esperar a que se acomodase le espetó:
"El
Secretario de Gabinete se encuentra reunido con el Ministro. Tendrá que
esperar".
La lacónica frase, sobre todo el último mensaje, le calaba en las
entrañas.
Desconocía que el día anterior nos habíamos reunido Anca, Florin y yo. Trazamos
el plan. Florin lo repitió para que no olvidar detalle.
-El préstamo
estará abonado en una de las cuentas que tiene el Ministerio en
el Banco Nacional de Rumanía. He dejado firmadas la órdenes de
transferencia a favor de la sociedad de Guy, según estipula el contrato con el
grupo inversor y al número de cuenta que me ha facilitado Anca -Florin inició la conspiración.
-Cuando el dinero esté en la cuenta procederé a transferir los fondos de la sociedad a cada una de las cuentas personales, con las que Guy opera. Lo puedo hacer, soy la apoderada de la sociedad, amante y confidente, conozco todos sus secretos y debilidades -puntualizó Anca.
-La policía judicial estará avisada. Comprobará el intento de desviar
fondos del Ministerio. Estarán alertados por el Gobernador del Banco
Nacional de Rumanía e irán a detener a Guy como
administrador de la sociedad y único responsable. No lo detendrán
administrador de la sociedad y único responsable. No lo detendrán
hasta que yo salga del Ministerio. Nos veremos
en el Hotel Reginetta, de Dobroeşti. Llevaré el millón de dólares
de la garantía. Lo repartiremos según
acordamos, medio millón para vosotros y el otro medio, para mí y mis "compromisos"-sentenció Florin, satisfecho.
-No quiero tener tanto dinero en el hotel. Anca estará más seguro en tu casa -interrumpí.
Pasó más de
una hora. Guy inquieto, miraba la puerta del despacho. Florin no aparecía. La
secretaria pasó a disculparle y sugerir que volviera después de comer.
Al salir
aturdido, perdió el equilibrio. Dio un traspié en la alfombra y se plantó al final de la
escalera. En la puerta del Ministerio le esperaba Brigitte y su hermano
con un abogado que la acompañaba para testificar e intimidarle, si era
necesario. Alguien la había informado de la venta del inmueble de
París. El abogado intentaba recuperar la parte que le correspondía.
Guy no estaba en Francia, le buscaban en Bucarest.
Brigitte
comenzó a insultarle. Los transeúntes, sorprendidos, se detenían ante el
espectáculo. Guy arrodillado, le pedía perdón. Ella le abofeteaba sin piedad.
Él no podía impedir que le arañase. Protegiendo la cara con los
brazos, consiguió zafarse y ponerse en pie, zigzagueando. El coche de
policía irrumpió en la calzada a
gran
velocidad. Guy cayó por su propio impulso. El vehículo policial le
arrolló. Murió en el acto.
El resultado había excedido a
mi determinación. No sentía arrepentimiento. El resto del plan se había
cumplido. Anca y yo teníamos previsto un viaje a Estados Unidos.
AL DESPERTAR
Mientras desayunaba, leía el periódico Romania Libera. En primera página la noticia con un titular.
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DETENIDO EL
SECRETARIO DE GABINETE
DEL MINISTERIO DE FONDOS EUROPEOS
DEL MINISTERIO DE FONDOS EUROPEOS
Florin
Georgescu, Secretario de Gabinete del Ministerio de Fondos Europeos ha
sido detenido en el Aeropuerto Internacional Otopeni de
Bucarest, junto con una señorita, Anca Mocanu. Pretendían evadir
un millón de dólares y viajar a EEUU.
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Impresionado y perdido por las calles del "Pequeño París" me sentía atrapado por la nostalgia del pasado reciente y el espejismo del falso idilio con Anca. Aquella verja que rodeaba al viejo palacete, me había aprisionado. Ahora, en el interior, la esperaba como cada tarde.
Javier Aragüés (marzo de 2017)
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