sábado, 12 de mayo de 2018

MICRORRELATOS I


LA PENICILINA. INVESTIGACIÓN O SERENDIPIA

 


Creció a sus anchas durante un descuido vacacional. Como en los cuentos, a su lado los entes malignos huían y al cabo de un  tiempo se disipaban. Muchos soldados se beneficiaron de aquel milagro. La nueva arma podía combatir junto de ellos. 



Javier Aragüés (mayo de 2018)



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DESOLACIÓN






Ciudades pobladas de vida, radiantes de color incrustado de humanidad. Así era Siria.  Abbasb y Jamâl se habían enamorado antes del crepúsculo, coincidiendo con la  Oración de Maghrib. Él salía de la Gran Mezquita de Damasco. Se cruzó con ella,  cubría su cara, a excepción de los ojos, con su niqab. Bastó un reflejo de la luna en lo que dejaba ver su velo para turbar a Abbasb. Quedaban discretamente y se veían cada tarde, sus labios eran la expresión del amor apasionado que se proferían. 

El quince de marzo de 2011, todo cambió. Comenzaron los disparos, siguieron los bombardeos y las vidas se extinguían.  
Las razones del conflicto se materializaron en escombros. 

Se encontraban cada día pero las rutinas se habían modificado. Al detenerse junto a las ruinas, miraron a su alrededor y se consolaron por seguir vivos, pero con la duda de si era el futuro o estaba por construir. 


Javier Aragüés (marzo de 2018)



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¿QUIÉN ERA?










Cuando derramaba el vaso de agua, la respuesta refleja era una bofetada, acompañada de un gesto de desaprobación y lejanía. Quedaba definida y era lo que más dolor me causaba. 

A veces era capaz de lucir una sonrisa falsificada, mientras me abducía. Repetía la escena cuando necesitaba mi aprobación. Pasado el instante, desplegaba su intransigencia y para ella, era un obstáculo en sus ambiciones.

En este paseo endiablado por mis recuerdos, había uno que puede resultar simple, sin importancia, pero doloroso. Jamás mi madre me llevó al cine, ni recuerdo un cuento en sus labios. 
Murió como había vivido, sola. 





Javier Aragüés (mayo 2018)






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MADRE (reflexión)




Síndrome de la progenitora tóxica: ¿por qué mi madre no me quiere?

"Es aquella  que llega a la maternidad por caminos poco deseables. Lo ideal psicológicamente es poner distancia emocional y física".









Al derramar el vaso de agua, la respuesta refleja era una bofetada, acompañada de un gesto de desaprobación y lejanía. Quedaba definida y era lo que más dolor me causaba. Yo desconocía eso que llamaban: "cariño de madre". Cuando ella intentaba mostrarlo, lo expresaba de manera afectada y engañosa. Sus gestos de ternura no eran espontáneos, estaban construidos para terceros, si indicaban aproximación, eran fingidos. 

Siempre existía una excusa dudosa para no estar conmigo. En los momentos trascendentes de mi vida, o al menos para mí lo eran, estuvo ausente, me ignoraba. Yo no podía soportar que fingiese. Su comportamiento se adaptaba a lo que la sociedad entendía como escuetamente correcto, para cumplir con su falso papel. 

No conocí a mi padre, ni la verdad sobre su lejanía, me la ocultó. Su versión era floja, por no decir increíble. Después de mucho tiempo, fui aproximándome a lo ocurrido por testimonios de terceros. Repetía con tono sacrificado, que 
también tenía que hacer de padre. Se limitaba a interpretar un papel que no sentía. Era una mala actriz. Explotaba esa situación a su favor, se hacía la víctima  y me suplantaba en el dolor. Desconocía lo que sentía. Aplicaba sus esfuerzos para distorsionar la evidencia. 

El cariño más aproximado al de una madre, bueno o simplemente el cariño, lo recibí de mi tía abuela, ella, sin saberlo, hizo de madre. 

Cuando estoy acabando este paseo endiablado por mis recuerdos, basta uno que puede resultar simple para algunos y para otros, sin importancia. Jamás mi madre me llevó al cine, ni recuerdo un cuento en sus labios. Murió como había vivido, sola. 




Javier Aragüés (mayo 2018)


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DECLIVE





Cada tarde, el famoso presentador iniciaba el programa de televisión descendiendo con solemnidad por la escalera escenificada del plató. El público convocado aplaudía 
condescendiente a cada señal del regidor. En casa, los televidentes abotargados exigían telebasura.


Con el tiempo, a pesar de los esfuerzos de la productora y de los patrocinadores, el programa estrella de los reality show languidecía. 

Desesperado y con sonrisa impostada, el popular showman anunció que el próximo programa en directo se haría desde su dormitorio, mientras continuaba descendiendo por la escalera cada programa más hortera. Al llegar al quinto escalón trastabilló. El plató puesto en pie exclamó: ¡Oh! La caída fue inevitable.






                                         Javier Aragüés (mayo de 2018)




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ÉL Y SUS MAREOS








Estaba diagnosticado como enfermo crónico de una enfermedad extraña. No parecía grave. Se manifestaba con mareos imprevistos. Se puso en manos de los mejores médicos. Lo mareos no cesaban.

Desesperado, peregrinó a la ermita de un santo en otro país, buscando remedio. Aunque él no era creyente, le hacía rezar. 
Con el ermitaño no tuvo los resultados deseados. Le repetía con insistencia:"Hombre de poca fe". Aburrido volvió a sus país.

Harto, le recomendaron un curandero, pero él desconfiaba de la homeopatía. El naturista le aconsejó infusiones de flor de melisa. Todo seguía igual. En cada visita le repetía: "Pero hombre, se tiene que sentir mejor". Aburrido, él le dijo:"Hace veinte días que no siento mareos". El homeópata sonrió satisfecho y le contestó "Hombre de poca fe". 

El ermitaño y el homeópata emplearon la misma frase. Habían conseguido reducir todos sus males, excepto uno: seguía padeciendo mareos.


Javier Aragüés (mayo 2018)



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DIÁLOGO ENTRE GEMELAS





— No sé cómo explicarte que si solo hay un óvulo y lo fecunda un único espermatozoide, nos encontramos en esta situación —conversaban en el vientre materno. 

— Somos idénticas. Tenemos el mismo sexo. Desde luego es una ventaja que podamos usar la misma ropa. Tendremos la misma talla y puede que los mismos gustos — seguían hablando.

— Si  pertenecemos a ese grupo reducido de gemelas que son completamente idénticas, será así. Aunque no somos exactamente iguales, nuestras huellas dactilares son diferentes 


Ambas sintieron ganas de salir al mundo. Provocaron fuertes dolores y, casi al mismo tiempo, estaban en los brazos de dos enfermeras.

— ¿Estás contenta de que seamos mujeres?

— No sé qué decirte. Pero desde luego en este hospital por lo que veo trabajan como salvajes. Según les he oído comentar les exigen más que a los hombres y cobran menos.


— Sabes lo que pienso, que esto todavía tiene arreglo.




Javier Aragüés (mayo 2018)




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