PARQUEDAD
Durante varios días me despertaba la misma
idea: buscarla en cualquier callejón perdido, pero cerca de mi casa. El día en
que apareció, sentí temblar la imaginación y permanecí pétreo. Allí estaba, en
medio del camino estrecho y angosto que arrancaba desde mi portal. ¿Eso era
amor? Me atreví a detenerme. Dirigiéndome a ella, recité mi tristeza y me
correspondió. A partir de ese momento todos los días quedábamos en el mismo
lugar y con las mismas pretensiones, al menos, por mi parte. Mi vida era
otra. Pero desde la tercera cita, se comportaba diferente, ya no
quería seguir conmigo, ni con otro hombre. Algo se me escapaba de sus parcas
explicaciones.
EL ESCRITOR
Todo lo me que me rodea, según dice mi amigo, es un caos. En mi habitación hay tal hedor, que solo es comparable con el que desprende la muerte, después de días de instalarse en cualquier cuerpo. Solo me preocupa escribir.
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