viernes, 17 de abril de 2015

EL CAMINO MAS CORTO

¡Quería volver a casa para entender lo que ocurría! Impedir que mi mujer y mis hijos sufrieran. Pegunté a amigos  y vecinos por dónde empezar.  Confié en el que más conocía.

-¿Cuál es el camino más corto para comprenderlo?


-Es pedregoso, árido, sin agua y con charcas de  alcohol. No encontrarás ríos, ni consuelo, solo licor que no debes beber. No hay rastro de vida.  Con voluntad puedes vencer los obstáculos. 



El calor, la sed y los sorbos en las balsas me desplomaron. Sin fuerzas para continuar, me refugié junto a una roca hasta que llegó la oscuridad. Por la noche caminé sin descanso. Al amanecer, un sol reluciente cegaba mis ojos, la boca reseca y en el horizonte, la nada.

 Volví a casa con un sabor amargo tras el fracaso.


Pasados unos días lo intenté de nuevo.


-¡Tienes que ayudarme para encontrar un camino más fácil y corto!


-Te costará encontrarlo. Tendrás que atravesar valles y evitar los barrancos mas abruptos. Puedes elegir el más próximo a casa.  El de los campos de trigo salpicado de amapolas y  hombres silenciosos que espantan a pájaros y caminantes.  No encontrarás a nadie.









- Parece sencillo.


- Por la noche intenta dormir y recuperar fuerzas. La dificultad del camino está en sobrevivir a la soledad. Si te sientes abandonado vuelve a casa.


Así fue y así lo hice.


Mi familia me esperaba con impaciencia y desencanto.


Al día siguiente lo intenté de nuevo.

¡Lo conseguiré!





Esta vez no me dejé aconsejar. Escogí el que para mí era el más corto.


Elegí un camino lleno de gentes. Se paraban, charlaban. Escuchaba e intervenía en cualquier corrillo. Comentaban: “Es bromista y educado”.
Me veía, me veían, superior a todos. Consentían mis enfados, los cambios de humor y mis caprichos. Recibía elogios permanentemente.
En un puntual instante de sensatez, todo se presentaba cómo irreal, como un trastorno del estado de ánimo, un sin control. La felicidad se difuminaba, nadie reía mis frases, ni veía el mundo como yo. ¡Nada, nada, era igual! Estaba fuera del camino.


El regreso  fue duro. ¿Qué pensaría mi familia? Recordaba cómo me comportaba en casa, apenas estaba, no compartía los tiempos, ni el cariño. La familia se conformaba con oírme llegar y recibirme. Me esperaban como muchos días y noches, esta vez, para decirme adiós. Estaba solo y no atinaba con la explicación.



Hoy, sigo buscando el camino más corto, estoy perdido.




Javier Aragüés (Abril de 2015)

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