domingo, 5 de abril de 2015

ÉL Y ELLA

Luca llevaba una vida orientada a ensayar suspiros, buscar deseos sin control y moverse entre gestos libidinosos junto  al más puro recato, en un permanente y delicado equilibrio entre lo ético y lo moral. Buscaba con miedo reconocerse.

Todos los días coincidían en el metro porque lo provocaba. Se ocultaba tras las páginas  de un libro, de esos gruesos, escaso contenido y sinopsis seductora. Las tapas coloreadas pretendían ilusionar, no importaba si convencían; en el interior se escondían contenidos forjados con una literatura maltratada —un “betseler”.
Estaban expuestos en los escaparates de tiendas de libros —no librerías— a  la vista, con el mismo desdén que se se mostraban las ofertas de lencería barata.
Las editoriales obligaban a tenerlos en los pequeños escaparates de las librerías-papelerías de siempre.
Las de olor a material escolar,a niño de párvulos, lápices de colores y a libro arrinconado. 

Oculto tras las las tapas del ejemplar buscaba el rostro que cada mañana, a la misma hora, subía al vagón y se plantaba en un rincón. La cara de aquella persona era inconfundible, labios escarlatas, húmedos, carnosos y escandalosamente definidos por un pintalabios barato. Se acercaba discretamente con al amparo  de la la luz tenue que apenas iluminaba el vagón que  entre estaciones.
El  semblante de Luca  reflejaba su intención. Los viajeros no sospechaban los gestos de aproximación pero si alguno lo observaba unos segundos, acercaba el libro a la cara, disimulaba  al leer y releer sin pasar página.



Para Luca cada día era diferente, aunque repitiera los mismos 
gestos. Esa persecución se hacía obsesiva y no podía descansar. 
Se observó minuciosamente delante de un espejo. Se vistió y arregló con mayor interés que otros días.  Subió al vagón y se hablaron 
Se encontraron. Esta vez no se rehuyeron. En el vagón hablaron en silencio, susurraron. No había libro.

Salieron del "metro" en la siguiente estación, les faltaba aire y respiraron profundamente.

Aprovecharon las fuerzas  para  entrar en un café junto a la salida, anunciaba en los cristales  con acuarela blanca, letra gruesa y fácil de borrar, desayunos rápidos y económicos que incluían en el precio un olor familiar a café con leche.

Ante el bullicio, prefirieron buscar un rincón discreto para seguir mirando y convencerse de que la escena era real.

Luca  propuso realizar un viaje, para descubrirse en lo íntimo y confirmar lo circundante.
-  ¿Qué mejor que viajar juntos?  
-   ¿A dónde?
-    No importa, si no retocamos los motivos. 
Perseguimos que nuestro sexo e identidad se acomoden. No podemos escondernos y vivir con miedo,  mejor sentirnos orgullosos.

- ¿Vivirías conmigo? - preguntó Luca.
- ¡Ya vivimos!
-  ¡Quedan cuestiones muy importantes! La más importante, elegir como nos presentamos al mundo.
Yo, preferiría no perder mi virilidad.
- ¡No pienso ceder! Quiero poder ser madre biológica.
- Juguemos al azar, pasemos por la fase de androginia y decidamos que reasignación de sexo prevalece.
Luca se sometió a la intervención y murió. Era más fácil elegir. 
Escogió ocultarse de nuevo.


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