Luca llevaba una vida
orientada a ensayar suspiros, buscar deseos sin control y moverse entre gestos
libidinosos junto al más
puro recato, en un permanente y delicado equilibrio entre lo ético y
lo moral. Buscaba con miedo reconocerse.
Todos los días coincidían en el metro porque lo provocaba. Se ocultaba tras las páginas de un
libro, de esos gruesos, escaso contenido y sinopsis seductora. Las tapas coloreadas pretendían ilusionar, no importaba si convencían; en
el interior se escondían contenidos forjados con una literatura maltratada —un “betseler”.
Estaban expuestos en los escaparates de tiendas de libros —no librerías— a la vista, con el mismo desdén que se se mostraban las ofertas de lencería barata.
Las editoriales obligaban a tenerlos en los pequeños escaparates de las
librerías-papelerías de siempre.
Las de olor a material escolar,a niño
de párvulos, lápices de colores y a libro arrinconado.
Oculto tras las las tapas del ejemplar buscaba el rostro que cada mañana, a la misma hora, subía al vagón y se plantaba en un rincón. La cara de aquella persona era inconfundible, labios escarlatas, húmedos, carnosos y escandalosamente definidos por un pintalabios barato. Se acercaba discretamente con al amparo de la la luz tenue que apenas iluminaba el vagón que entre estaciones.
El semblante de Luca reflejaba su intención. Los viajeros no sospechaban los
gestos de aproximación pero si alguno lo observaba unos segundos, acercaba el libro a la cara, disimulaba al leer y releer sin pasar página.
gestos. Esa persecución se hacía obsesiva y no podía descansar.
Se observó minuciosamente delante de un espejo. Se vistió y arregló con
mayor interés que otros días. Subió al vagón y se hablaron
Se encontraron. Esta vez no se rehuyeron. En el vagón hablaron en silencio,
susurraron. No había libro.
Salieron del "metro" en la siguiente estación, les faltaba aire y respiraron profundamente.
Aprovecharon las fuerzas
para entrar en un café junto a la salida, anunciaba en los
cristales con acuarela blanca, letra gruesa y fácil de borrar, desayunos
rápidos y económicos que incluían en el precio un olor familiar a café con
leche.
Ante el bullicio,
prefirieron buscar un rincón discreto para seguir mirando y convencerse de que
la escena era real.
Luca propuso
realizar un viaje, para descubrirse en lo íntimo y confirmar lo circundante.
- ¿Qué mejor que
viajar juntos?
- ¿A dónde?
- No
importa, si no retocamos los motivos.
Perseguimos que nuestro
sexo e identidad se acomoden. No podemos escondernos y vivir con miedo,
mejor sentirnos orgullosos.
- ¿Vivirías conmigo? - preguntó Luca.
- ¡Ya vivimos!
- ¡Quedan
cuestiones muy importantes! La más importante, elegir como nos presentamos
al mundo.
Yo, preferiría no perder
mi virilidad.
- ¡No pienso ceder!
Quiero poder ser madre biológica.
- Juguemos al azar, pasemos por la fase de androginia y decidamos que reasignación de sexo
prevalece.
Luca se sometió a la
intervención y murió. Era más
fácil elegir.
Escogió ocultarse de
nuevo.
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