martes, 6 de octubre de 2015

DESPEDIDA




 Aunque jamás había estado en prisión, hubiese preferido que los olores a letrina,  del catre y de la manta, no resumieran los de todos los que habían pasado por aquella celda. Semidesnudo, involuntariamente, apoyé mi espalda en los barrotes. El escalofrío inesperado suprimió todas las sensaciones. El cierre sincrónico  y el chirrido de las aldabas de la hilera de calabozos quedaron amortiguadospor los cuchicheos de los agentes. Yo no había apagado  la luz cuando el grito del funcionario retumbó en mis oídos.
 -¡¡¡ Salvador, a qué esperas!!!-dijo.



 Esccucha...




Sin pensarlo y atemorizado busqué el cordón mugriento unido al casquillo de la tulipa de la única lámpara y luz leve iluminaba el calabozo. Solo tenía un pequeño trozo de papel, superviviente de la brutal detención y un pedazo  de lápiz del que asomaba una mínima punta roma. Sentí alivio, eran los únicos nexos con el exterior para poder despedirme de manera escueta y civilizada de mis seres más queridos. Por un momento ellos paseaban por mis retinas y cruzábamos las miradas, en silencio y con el atisbo de amor del que éramos cómplices.

-Para Joaquim, Carme, Merçona, Montse e Immaculada.Ya poco os puedo decir, dentro de unas horas sentiré de nuevo el escalofrío definitivo de la muerte apoyado en mi cuello. No me arrepiento de lo que la vida me ha consentido. Vuestro hermano que no os olvida”. Salvador


Javier Aragüés (Octubre de 2015)



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