jueves, 23 de julio de 2015

EN SILENCIO

Luca llevaba una vida orientada a ensayar suspiros, buscar deseos sin control y moverse entre gestos libidinosos junto  al más puro recato, en un permanente y delicado equilibrio entre lo ético y lo moral.

Todos los días coincidían en el metro, no por casualidad. 
Buscaba sin hacerse patente. 
Se ocultaba tras las hojas de un libro, de esos con infinidad de páginas, escaso contenido, sinopsis atractiva y tapas coloreadas que pretendían ilusionar, no importaba si convencían; en el interior habitaban  contenidos  forjados a golpes de literatura. Los consumidores lo llamaban “betseler”.

Los “hipermercados de la cultura” lo trataban con el mismo decoro que una oferta de lencería barata, de mal gusto y  tan abundante como si fuera un producto único.

Las editoriales obligaban a tenerlos en los pequeños escaparates de las librerías-papelerías de siempre.
Las de olor a material escolar,a niño de párvulos, lápices de colores y a libro arrinconado. 

Los  dueños despedía
n la vida a la misma velocidad que su pequeño negocio. 
Habían resistido como únicos  baluartes de la cultura ante las ofensivas del “libro vacio y electrificado”.

A pesar de todo, le había encontrado utilidad, la de parapeto.

Las tapas casi trasparentes, cristalinas, le permitían acercarse con una mirada y la luz tenue del vagón entre estaciones,  a un rostro sin rozarlo, de labios escarlatas, húmedos, prominentes y escandalosamente definidos.

Con solo una página apasionante,  Luca  se reflejaba.

El autor, expresamente, o no, la  mezclaba con las de  aluvión de frases y letras esparcidas, todas confusas y fuera de control.


Los viajeros no sospechaban los intentos de aproximación pero si alguno observaba  más segundos de lo deseado, acercaba el libro a la cara para ocultarse, leía y releía, disimulando, sin pasar página.






Cada día era diferente al siguiente, aunque repitiera la ceremonia.

Disfrutaba con la forma de vestirse, también para algunos espectadores ocasionales.
La obsesión llevaba a no poder descansar, a no poder vivir.  Era una enfermedad que se cronificaba y de difícil terapia.

¿Hasta cuándo?
¿Qué pensaba?

Se observó minuciosamente delante de un espejo.
¡Era el momento!

Se vistió y arregló con mayor interés que otros días. 

Se encontraron. Esta vez no se rehuyeron. En el vagón hablaron en silencio, susurraron. No había libro.

Salieron del "metro" en la siguiente estación, les faltaba aire y respiraron profundamente.

Aprovecharon las fuerzas  para  entrar en un café junto a la salida, anunciaba en los cristales  con acuarela blanca, letra gruesa y fácil de borrar, desayunos rápidos y económicos que incluían en el precio un olor familiar a café con leche.

Ante el bullicio, prefirieron buscar un rincón discreto para seguir mirando y convencerse de que la escena era real.

Luca  propuso realizar un viaje, para descubrirse en lo íntimo y confirmar lo circundante.
-  ¿Qué mejor que viajar juntos?  
-   ¿A dónde?
-    No importa, si no retocamos los motivos. 
Perseguimos que nuestro sexo e identidad se acomoden. No podemos escondernos y vivir con miedo,  mejor sentirnos orgullosos.

- ¿Vivirías conmigo? - preguntó Luca.
- ¡Ya vivimos!
-  ¡Quedan cuestiones muy importantes! La más importante, elegir como nos presentamos al mundo.
Yo, preferiría no perder mi virilidad.
- ¡No pienso ceder! Quiero poder ser madre biológica.
- Juguemos al azar, pasemos por la fase de androginia y decidamos que reasignación de sexo prevalece.

Luca se sometió a la intervención y murió. Era más fácil elegir. 
Escogió ocultarse de nuevo.


No hay comentarios: