lunes, 16 de octubre de 2017

MI ABUELA CRISTINA

Querida abuela:

Recuerdo y añoro los días a tu lado, cuando velabas por mí, sin ocupar mi espacio, sin perturbar mis deseos. No puedo compensar tu dedicación, ni olvidar cómo me acompañabas. Tus manos emanaban cariño, reforzado con la mirada que se prolongaba en las noches cuando yacías a mi lado. Suplías con creces la ausencia del amor que debían regalar los padres -ausentes en mi caso- en los momentos cruciales de la infancia y adolescencia como en cualquier pequeño. Con tus manos dilatabas la ternura, única sensación presente al estar junto a mí, me cuidabas y me contagiabas tu manera de transitar por el afecto. Al coger mi mano me impregnabas de seguridad, garantizabas mi protección y mitigabas los miedos que presiden los pensamientos de un niño. 









El cine es un estípite definitorio de lo que es mi infancia. Entendías que era la forma más sencilla de asomarme al mundo e introducirme a los sentimientos, descubrir pasiones y contemplar vivencias. Me invitabas a descubrir lo que es estar vivo e imitar a los personajes, atendiendo a lo que es un código básico de ética, que hoy sigue vigente para mí. Sabiendo que estabas allí me permitía perseguir a malhechores, emprender aventuras o identificarme con el novio de "la chica", el héroe de la cinta. No tenía miedo a ser atrapado, ni herido. De lo no que no estaba protegido era de enamorarme, casi siempre de la protagonista, lo que ocurría a menudo y que chocaba con mi realidad. Pero allí estabas para consolarme sin desdeño. Al final de la película se encendían las luces y a la vez se ahogaban mis sueños. En la vuelta a casa dominaba la angustia de saber si estaban mis padres, o lo que era peor, si lo estaban sumergidos en una de esas inacabables y sórdidas discusiones. Ellos no sabían que yo contaba con tu complicidad y la ayuda para afrontar cualquier obstáculo en la asfixiante convivencia como era habitual. La noche era larga y sumergida en un gimoteo silencioso aplacado por el recuerdo de la película y tu insustituible presencia.

Aunque intento expresarte mi profundo cariño y respeto, entiendes que en aquellos momentos era incapaz de exteriorizar mis sentimientos hacia ti, y aún hoy me siento incapaz. Lo he suplido con sonrisas, con miradas y gestos de complicidad, todos insuficientes para significar lo que ha sido tu compañía en mi vida. Hoy intento trasladarte aquellas vivencias con  palabras ordenadas en un intento de aprender a hacerlo con la ayuda de un taller de escritura al que me he incorporado. Como esto no es fácil, permíteme que lo haga en sucesivas aproximaciones para llegar a tu sensibilidad. En cualquier caso sino lo consigo quiero que sepas que eres parte de mi vida. 

Un beso.

Javier


Javier Aragüés (octubre de 2017)

No hay comentarios: