Sandra pegaba la cara
al cristal para mirarse en el reflejo del escaparate. Era el
de una tienda de lencería que frecuentaba. Quería estar segura, pero
en esa imagen no se reconocía al verse como una mujer de
rostro afable y sonrisa contenida; al abrirle la puerta la encargada, el gesto
se amplificó sin esfuerzo y la mujer reconoció la expresión de Sandra; se
intercambiaron besos sonoros y saludos innecesarios.
Era una mujer atractiva, aunque juraba que no lo sabía, se mordía los labios mientras lo negaba. Esa capacidad de atraer le permitía cualquier tipo de aproximación a los hombres con la falsa excusa de una simpatía inagotable.
Tenía fama de resolver las situaciones complicadas como un huracán, aunque era inseguridad más que otra cosa. Así conoció a Esteban, un buen chico, funcionario del ayuntamiento y compañero de trabajo que la miraba absorto, mientras ella hacia un gesto con ambas manos para recolocarle el nudo de la corbata cada mañana. Al cabo de unos meses eran pareja.
Sandra formaba parte de Comisión
de Urbanismo y acompañaba como asesora al alcalde en las reuniones de grandes
proyectos. Antes de finalizar ese mismo año tuvo que asistir a una
convención de urbanismo que se organizaba en París. Al recibir la
invitación su expresión cambió. Despachaba todos los días con el alcalde y
apenas se encontraba con Esteban. La estancia en París durante cuatro días
propició su ascenso a gerente de urbanismo, objetivo inmediato de Sandra.
Un proyecto de edificación de un hotel en el centro de la ciudad, caso de ser aprobado, supondría la consolidación de Sandra en el equipo de gobierno municipal y su más que previsible salto a la política en las próximas elecciones. Las luces de su despacho permanecían encendidas hasta la madrugada, también los domingos. La única persona que se interesaba por su cansancio y preocupación era Esteban. Le subía algo de comer y cafés en las horas en que no había nadie en el Ayuntamiento, incluso le ayudaba a ordenar planos y a redactar informes.
La noche anterior a la
presentación del proyecto en el pleno, Esteban llevó al despacho una botella de
champán, dos copas y un estuche con una orquídea. Sandra sonrió y dejó asomar
la misma expresión que en los días pasados cuando le arreglaba la corbata.
Esteban arqueó las cejas buscando la aprobación y ella asintió. Le
entregó el estuche con la orquídea, Sandra se afanaba en quitar el aparatoso
lazo que lo envolvía; mientras Esteban se apresuraba a descorchar el champán y
preparar las copas, ella seguía enzarzada con el estuche. Al
final lo consiguió, cogió la orquídea entre sus dedos. Esteban le ofreció la
copa llena para que brindaran. Ella se emocionó, insinuó un beso y levantó la
copa para hacer el brindis. De su boca salieron tres palabras “por los
dos”. Esteban le contestó: “siempre por ti”, a la vez que Sandra se
desplomaba.
Javier Aragüés (mayo de 2020)
2 comentarios:
Qué final👍
los finales de Javier son incomparables. Clara Ordóñez
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