jueves, 15 de mayo de 2014

DEPENDIENTAS



Dependientas - Jergal


El jergal es el distinto uso que se hace de la lengua da lugar a diferentes registros. Es función de la formación sociocultural, de los hábitos lingüísticos y de la situación, en síntesis, es el modo de expresarse según circunstancias. Se caracteriza por imaginación creadora y escaso vocabulario. Se alternan sufijos deformadores del vocabulario  con prefijos innecesarios, aveces se complementa con términos de grupos marginales. Todos los términos utilizados en cada jerga se conocen como "jergalismos o argotismos"


El relato siguiente, DEPENDIENTAS, pretende aproximarse al registro narrativo





¡Coleguis, lo flipo! Cada día igual. Estaba jarto, de verdad  hasta el tarro  - jipiaba  a la peña  - mazo de titis, pibonas  y chonis - esbaba petao.  

Esperaban a que el pavo abriera el tinglao cuando le salía de las mismísimas... 

Los pringaos también hacían cola -estaban a la guay. Soltaban la guita si mojaban o pillaban. Se  piraban en el  buga. Las titis gritaban ¡A no columpiarse!

El jefe era un pipa - el Toño. Les daba la brasa, iba de sobrao., amenazaba con dar dos yoyas a las tías y gritaba:

 ¡A ver si os lo curráis y no por la patilla, que no deja un duro! 

¡Parecéis monjas! 

¡Los precios están reventaos!









Las titis no estaban por la labor. Menos servicios.

Un pijin, quiso  ahuecar al viejo. El viejo pilló tal cabreo que quiso vacilar con el pollito. Colocó a otro, le untó para montar un falso mogollón.

El yogurín se mosqueó, hizo la pelota a las pibas, mojó gratis. 



La titi  lo tenía chungo y  lió un gran picifostio.



Los superchulos se rayaron. El  jefe se piró,  la titi ya hacía cola. El yogurín abríó al dia siguiente.

Por las mañanas jipiaba lo mismo.  Las tías con la misma jeta, el valentón es nuevo.

¡Qué mogollón  de gente pa´ entrar al Corte!




Javier Aragüés (Mayo  2014)












lunes, 12 de mayo de 2014

REINSERCIÓN (Relato autobiográfico) Libro 2

"Javier estuvo afectado por una grave enfermedad. Las cirugías practicadas provocaron reiterados ingresos y  postoperatorios complicados. Durante estas largas convalecencias hospitalarias tuvo tiempo y necesidad de reflexionar"


Tras una grave enfermedad, Javier trataba de recuperar las funciones básicas afectadas por su enfermedad. Habían alterado la movilidad y la capacidad cognitiva; para él, era prioritario 
recuperarlas. Se encontraba incapaz de desenvolverse con autonomía y tenía que someterse a terapia. Las lesiones físicas y cerebrales sufridas, impedían una reincorporación rápida y tenía que enfrentarse a etapas severas de tratamiento. Durante el proceso e recuperación aparecieron complicaciones, la 
mejoría era lenta y el alcance del restablecimiento funcional se hacía difícil evaluar lo.

Le dominaban los malos recuerdos de las sucesivas intervenciones quirúrgicas a las que se había sometido y le surgían los peores pensamientos respecto a una posible recuperación. Las alteraciones de funciones orgánicas elementales, eran evidentes y habían golpeado su integridad. Lo más fácil era dejarse arrastrar hasta un estado de ánimo que indujera pena. Anímicamente era una situación que propiciaba adoptar un comportamiento de autocompasión. Sabía que si lo hacía, podría retroalimentar el sentimiento de lástima que iría de la mano de una falta de voluntad creciente y desembocaría en un estado lejos de la recuperación.

Ante este cúmulo de dificultades, le dominaba la aflicción.  Su estado de ánimo oscilaba, entre el malestar físico, junto a la incapacidad mental y el abatimiento. No podía moverse ni ejecutar las tareas más elementales: comer, asearse o vestirse solo; tampoco podía leer, ni escribir. Era incapaz  de mantener el pulso para escribir su nombre, o un número. El descontrol en la motricidad y la ausencia de coordinación en sus acciones, hacía que su escritura no fuera firme, parecía la de un niño cuando comienza su aprendizaje en la escuela. Cuando tenía que escribir un dígito, daba la orden al cerebro, que reconocía el número, pero el impulso que le devolvía su órgano central solo le permitía reproducir un garabato. Su grafismo era tembloroso e ilegible, apenas era capaz de retener o memorizar. Todas estas evidencias le hacían sentirse incapaz para desarrollar una vida con autonomía.   





Realizaba ejercicios terapéuticos, muy sencillos para cualquier persona normal, pero él necesitaba la presencia de un adulto. La mayoría de las acciones consistían en estimular la movilidad y el intelecto. Le frustraban sus limitaciones y tener la necesidad de la presencia de un cuidador. Su estado de ánimo se resumía en un sumidero emocional y de voluntades cuyo caudal era imposible contener.


Su motilidad estaba afectada y tenía que utilizar silla de ruedas. Para asistir a las sesiones de rehabilitación trasladaban a Javier en transporte sanitario. Le recogían cada día en su domicilio. Durante bastantes días su mente estaba fuera de control, confundía lo vivido en el pasado, o simplemente no lo recordaba. 

Al intentar vencer las limitaciones se producía un rechazo y alteraba la conducta emocional, que en muchas ocasiones se concretaba en la desesperación y se resolvía con el llanto. Solo le obsesionaba reincorporarse a la vida en las mismas condiciones que antes de estar enfermo o, al menos, poder presentarse ante los demás con un mínimo de dignidad.


Durante muchas noches, sufría pesadillas. Le obsesionaba encontrar algo que le permitiera resolverlo todo y abandonar el estado de dolor y ausencia de la realidad. A veces deliraba y sentía que le sometían a una terapia transformadora, casi milagrosa. Se veía en el anfiteatro de un aula, repleto de doctores en medicina, psicología y psiquiatría, y en la corona del aforo, un cinturón de personas vestidas de blanco, que en sus placas identificativas, aparecían los nombres de terapeutas y fisioterapeutas. Protegido entre tantos especialistas, algunos  gritaban: "¡Hay que pautar lo evidente!" En seguida, el grito se convertía en un clamor.

Durante las noches aparecían episodios de fiebre muy alta y llegaba a pensar que existía un remedio, una terapia desconocida. Incluso escuchaba el nombre en boca de los especialistas. Le parecía entender que decían: “¡Triada Recuperativa!”. Aunque en su delirio reconocía que no se habían realizado ensayos médicos, ni había superado los controles pertinentes, parecía que provocaba gran admiración entre los profesionales. La mayoría de ellos defendía su aplicación y concretaban la nueva fórmula. En lo más profundo de sus desvaríos repetía las recomendaciones de médicos y terapeutas: "La recuperación se producirá si te comportas como un verdadero ser humano y actúas con integridad, autonomía y dignidad". 

A pesar de las dificultades, para recomponer las funciones deterioradas o restablecer las perdidas, tenía que concentrarse en los ejercicios y realizar con atención las tareas habituales. Debía ser constante y no olvidar las cualidades que harían posible la recuperación. Javier  las repetía hasta memorizarlas: "Integridad, autonomía y dignidad" y estaba  dispuesto a soportar la soledad. También reconocía que su colaboración como enfermo y su voluntad para reinsertarse eran elementos claves.

Pasados los días más graves, cuando había remitido la fiebre, Javier reconocía la importancia que había tenido mantener unos referentes a lo largo del proceso de rehabilitación. Era consciente de lo duro que había sido, del cansancio y dolor soportados y de haber superado la tentación de abandonar. No olvidaba a sus seres más próximos, su presencia había sido indispensable. Cuando comenzaba a  restablecerse, recordaba al resto de los profesionales que habían hecho posible su recuperación.



EPÍLOGO

Las lesiones cerebrales derivadas de una enfermedad como la hidrocefalia, a veces obligan a una, o varias intervenciones quirúrgicas y provocan alteraciones en algunas de las funciones  vitales. 
Suelen ser frecuentes las alteraciones de la marcha, las cognitivas y la incontinencia de esfínteres. El periodo de rehabilitación exige tratamientos de fisioterapia y terapia cognitiva para recuperar, total o parcialmente, el funcionamiento y devolver al enfermo a la situación previa al trastorno.
El enfermo consiguió el objetivo en gran parte, recuperándose del desequilibrio que le habían producido las alteraciones orgánicas. 
La finalización del proceso culminó con la a reinserción, aunque se arrastraron algunas carencias que no le impidieron realizar una vida digna. 

Javier Aragüés (mayo de 2014)










Hospital de Sant Pau y la Santa Creu




AGRADECIMIENTOS

Dr. Joaquín López Contreras, Dr. Ignasi Eudald Catalá, Dr. Carles Asensi Cortés
Dra. Josefina Pérez Blanco, Dra. Cerezuela Jordán, Dra. Chico Ballesteros.
Helena Renom, Irene Pedrosa, Yolanda Calle del Campo.
A toda las personas afectadas que han acudido a los Servicios de Fisioterapia y
Terapia Ocupacional durante mi rehabilitación.

Al Hospital de la Santa Creu i Sant Pau.

A todo el personal sanitario
que por su dedicación y profesionalidad,
son un ejemplo de la Medicina Pública.

De manera muy especial, a mi esposa, Enriqueta, a mi hija Mónica y a su pareja, Robert; 
que me han acompañado y
han hecho de este episodio una experiencia vital.



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lunes, 28 de abril de 2014

DESTELLOS EN SOLEDAD Libro 2

El faro se mostraba como una columna preferente, inmóvil y luminosa que lanzaba largos destellos discontinuos que perseguían los navegantes.

Todos le llamaban Pau. El mar le había retirado pero le dejaba que estuviera junto a él. Era farero, en aquel cabo que penetraba como una lanza en las profundidades del mar. Ese mar que había sido testigo de su vida y a cambio, le dejaba conocer sus movimientos. 

Pau miraba el mar con ojos de poeta, en silencio y en compañía de su intangible amada.
Sentía en la piel el agua indecisa, al sortear las pisadas de los cormoranes, hasta alcanzar la playa. Al llegar, la estampida de las aves y el inicio del vuelo, se solapaban con el desplegar del ruidoso plumaje y el balanceo oscilante del 
recorrido de las masas azules del mar.

Cada amanecer, al despertar, descubría el salitre extendido por la caleta. Pau, daba pasos cortos y pensaba en silencio en el alejado ultramar, no dejaba de soñar. Se paró ante la roca, al pie de  de aquel faro de luz inagotable. Inspiró con fuerza, paladeando un profundo sabor a mar, antes de iniciar el ascenso por la torneada escalera, húmeda y corroída, de un color caprichoso, compatible con el del cielo. No cejó hasta alcanzar el vértice de la columna majestuosa, que se erigía como el monumento a una vida.







El viejo Pau era un pescador apartado del mar, pero sin alejarse, disfrutaba del fragor del temporal, del repetido desgarro al embestir la costa y de la ausencia de buques bajo la amenaza de zozobrar. Su tesón como marino se consolaba en el horizonte, durante esos días amplios que eran el preludio de noches bonancibles. En el faro descansaba de los turbulentos pensamientos y del recuerdo de las largas travesías a lugares desconocidos, que le empañaban el cariño de su amante eterna, la luna. Después de tantos años, el único deseo de Pau era reencontrarse con su amada. Cada noche la buscaba, mientras ella se ocultaba entre las sombras. Él le pedía fidelidad desde la torre vigía.  

Al aproximarse el amanecer, Pau excusaba la ausencia de la luna. Durante la noche, a veces se le aparecía desfigurada, con sus fases cambiantes; incompleta o bipolar, coloreada por el blanco mayoritario, con matices argénteos o anaranjados, según el rastro de luz  del día que acababa. Sentía miedo a perderla. pero sabía que volvería, como cada noche, para reconciliarse y nada perturbaría ese idilio. 

El sol era el sempiterno pretendiente y rival de Pau en su amor desinteresado por la luna. No le importaba competir, le conocía y le soportaba durante horas. Siempre la esperaba.


Los que la admiraban y no estaban enamorados , la llamaban Selene; para Pau, su nombre era luna. Como una amada fiel evitaba los conflictos. Era consciente del esplendor y fortaleza de su amante testarudo, poderoso y dorado, el sol; que al salir, la expulsaba y no la dejaba continuar su paseo por el firmamento. Ella no podía destacar sin su permiso que no se lo concedía hasta que redondo y refulgente se hundía en el confín, dese ese instante era dueña de la noche y el momento deseado por Pau, que siempre la esperaba.

Cada amanecer, Pau volvía del sueño de haberla tenido. Los destellos del prepotente sol sobre los ojos, desvanecían los tibios reflejos de la extenuada Selene, a punto de ocultarse y le devolvían a la realidad. Siempre la esperaba.

Sólo en lo más alto de su refugio, aguantaba
cada día a que la luz se extinguiera, para que su amada paseara y él, junto a ella, vivir con los recuerdos que les devolvía el mar. Siempre puntual, aguardaba cada noche.




Javier Aragüés (abril de 2014)

miércoles, 23 de abril de 2014

EL SECRETO Libro 2

Embarcaron en un Trirreme. Era un barco de guerra griego. En aquella época, los Trirremes eran de colosales dimensiones. Tenían treinta y cinco metros de eslora por cuatro de manga. Estas medidas no se utilizaban en la navegación comercial y solo se empleaban en las de larga distancia o en singladuras entre colonias. 

Había que remontarse hasta 3000 años a. C. para encontrar vestigios de embarcaciones similares que utilizaban los babilonios, asirios, egipcios y fenicios. 

Formaban parte de la tripulación, compuesta por unos doscientos remeros, colocados a lo largo de tres bancos superpuestos —de aquí su nombre— y se situaban a distinto nivel en cada flanco. Entre todos, eran capaces de arrastrar, con un continuo y cadente ritmo, de ir y venir, los veinticuatro remos de cada costado con la ayuda de una vela cuadrada.


Píndaro era de familia de comerciantes y marineros. Le habían enseñado el lenguaje y todo lo relacionado con el mar, soñaba con navegar y defender a Atenas. Convenció a su amigo Lisopo y se embarcaron, creyendo que se enrolaban en una nave militar. Descartaron que se tratase de una travesía comercial, porque en estas se empleaban naves de dimensiones mas reducidas —veintiún metros de eslora por siete de manga—  para facilitar una mayor estiba de las las mercancías. En estas travesías la velocidad y maniobrabilidad no eran factores determinantes, como lo eran en los combates navales. 

En esos años se vivían graves enfrentamientos. Atenienses y espartanos, luchaban contra los persas. Atenas estaba sometida a un angustioso cerco. Los atenienses se encomendaron a un marinero inteligente, Temístocles. Se le encargó de la ruptura del asedio. Este se puso en manos del oráculo pidiendo ayuda por la invasión persa. El oráculo le respondió:

"Atenas debe atrincherarse tras una muralla de madera"

Temístocles interpretó la respuesta y la transmitió a los atenienses:

"La muralla de madera es un mamparo formado por los costados de los buques. Que se construirán a toda prisa y se pondrán a flote".


Temístocles, concentró todos los esfuerzos para convertir la batalla naval en una terrestre, sobre la cubierta de los barcos para emplear un "ataque a espolón(*)".










Los dos amigos, al hacerse a la mar, pensaron que la nave estaba preparada para entrar en combate, pero estaban equivocados. Se sorprendieron por el rumbo que tomaba, se alejaba de las zonas bélicas más destacadas. Primero de la isla de Salamina, frente a Atenas y el puerto del Pireo, para después, adentrarse en el Mediterráneo Occidental.  
Al abandonar el golfo de Corinto, Lisopo veía cómo se retiraban de la zona del conflicto y se dirigió alterado a su amigo.

— ¡Píndaro! ¿Por qué están cambiando el rumbo?

— No lo sé. Vamos a la bodega, tengo una corazonada.

Aprovecharon un nuevo turno de los remeros y bajaron a las bodegas.

— ¡Increíble!  Estamos en una nave militar cargada de electrum.

—Píndaro,  ¿qué es electrum?

—Mi padre me había hablado de una aleación de plata y oro que se utiliza para fabricar monedas. Eso es electrum.

— ¿Pero toda esta carga,  qué sentido tiene? —balbuceo Lisopo.

—El electrum, permite acuñar metales preciosos y cobrar los impuestos. Para atender los pagos, los emporoi (comerciantes) necesitan disponer de monedas de cada ciudad, son la base de las finanzas. (**).

Lisopo reclamaba una mayor explicación a su amigo.

—Mira Lisopo, acuñar un mayor número de monedas facilita el comercio, favorece los pagos y unificaba el cobro de impuestos sobre las colonias. En definitiva enriquece aún más, a las polis más influyentes. ¡Este cargamento es vital para la supervivencia del imperio y del legado a la civilización occidental! —gritó Píndaro.

Los dos amigos juraron mantener en secreto la finalidad del viaje y la carga de monedas en las bodegas de la nave de guerra.

Pasados los años persistían algunas incógnitas sobre lo ocurrido.

¿Por qué destinar un navío de guerra a un transporte comercial y cómo explicar el cambio de ruta?

La utilización de una nave de guerra en vez de una comercial, sirvió a la vez de protección, para ocultar la verdadera carga y el del rumbo elegido. Al alejarse, se separó de la confrontación y al salir de golfo de Corinto, puso rumbo a las colonias, en concreto a Caltanissetta (Sicilia). Distrajo al enemigo y salvó el valioso cargamento que tenía previsto como destino final Atenas. Un contratiempo deshizo todas las hipótesis. El navío naufragó al embarrancar en unos rompientes próximos a la isla de Sicilia.



EPÍLOGO

Ha sido necesario que transcurrieran casi 2.500 años, desde el 480 a. C. hasta 1994, para descubrir el secreto que ocultaba el  barco. Al sacar los restos sumergidos del pecio ante las costas de la isla italiana de Sicilia, se ha confirmado que pertenecían a la mayor embarcación militar griega localizada hasta ahora en el Mediterráneo. Los especialistas no han podido desvelar las incógnitas más importantes: las que hacían  referencia a la carga y a la situación del barco, a sus coordenadas, fuera de las zonas de guerra.  
    
Solo Píndaro y Lisopo lo sabían. 


 Javier Aragüés  (marzo de 2014)


(*)El espolón era una prolongación de la proa de madera recubierta de bronce, por debajo de la  línea de flotación , y a veces en forma de tridente .
Se usaba para embestir y hundir otras embarcaciones. Las naves no podían maniobrar para esquivar los golpes, se iban unas sobre otras, quebraban los remos y quedaban a merced del enemigo).


(**) Desde que en Lidia, en el 550 a. C., se acuñó la primera moneda "electrum”, las colonias incrementaban los impuestos a favor de las polis más desarrolladas, como Atenas, que a cambio permitía comerciar con otras y atracar en sus puertos.

lunes, 7 de abril de 2014

DIMES Y DIRETES

Marcel, el improvisado profesor se reafirma al hablar de todo. Las Matemáticas son el único alimento disponible para recorrer una vida plena de algoritmos sin resolver y sostén de sus discursos. Transmite a alumnos y tertulianos, las vivencias de terceras personas con su aparente beneplácito. También acuden 
invitados improvisados, testigos necesarios para los circunloquios y ávidos de reconocimiento con independencia de su participación; se deleitan de  incursiones en las vidas ajenas, de las frases  con doble sentido y del deporte favorito, los certeros flechazos a corazones desahuciados.

Las tertulias, se caracterizan por la propensión a las críticas afiladas y al discurso sin apelación. Convive con el histrionismo, raras veces compartido por los contertulios.

La misma mesa sirve de tribuna y altar para los sacrificios a víctimas arropadas con túnicas imaginarias que conforman a los personajes: 
Las rojas, para los ardientes y apasionados; las púrpuras, arropan a  los de argumentos serenos; bajo las azules se enfundan los de carácter  y responsable y así casi tantos colores como diversidad de seres humanos. El amplio espectro, arranca en el blanco-pureza y se extiende hasta el negro-poder. Todos están representados, sin olvidar ninguno.

Los participantes se protegen de la dialéctica que arrecia de en todas las direcciones, sólo el debate se interrumpe cuando el director, Marcel, parece sugerirlo.

Los lugares que ocupan los contertulios para polemizar no son aleatorios. La localidad asignada en un anfiteatro tan singular se corresponde con la antigüedad desde que  acude al corrillo o la docilidad del asistente. llegado el caso, como ocurre a menudo, que la disposición no sea del agrado del profesor, recurre  al criterio más absurdo que le permita estar más próximo a sus más fieles oyentes.  

Todo juega a favor del ponente y poco a la labia de los papagayos, pues lo que parecen cuando se someten a la voluntad de Marcel. Nada queda en manos de la improvisación, sólo los camareros y sus movimientos descontrolados, 
se salvan esta  selección previa.

Está listo el comienzo de la ceremonia. La liturgia literaria está a punto de comenzar.
Se inicia —sin explayarse— como es habitual, con la aproximación del camarero a la mesa, el gesto de atención y un corto silencio de  introducción por el camarero ofreciendo el abanico de consumiciones; Marcel le recomienda que solo cante las imprescindibles para impregnar las gárgolas de los tertulianos, sin suavizarlas en exceso, con el fin de evitar goteos verbales. Todos piden, se respeta  la jerarquía implícita de los lugares asignados. Se establece una correspondencia biunívoca entre las consumiciones y los asistentes. La oferta es parca para facilitar las comandas al mozo.







Tertulia-La Rotonde-Paris



La reunión se anuncia interesante.
Esta convocatoria informal se presenta más sugestiva que otras, debido al número de asistencias confirmadas y al tema elegido, Ríos de lágrimas, que alienta a los participantes
experimentados en el oficio de llorar por motivos diferentes. El cabecilla de la tertulia pide silencio. El silencio solicitado se cumple con creces, todos corresponden con gestos ostensibles, enfatizan la consigna y crece la atención de los tertulianos...
Un ruidoso silencio se extiende por las calles de París, provoca un largo letargo en los habitantes,
afecta especialmente al líder que cae en un profundo sopor.

Marcel, no sabe el tiempo que ha dormido pero recuerda el sueño. Los contertulios le rodean.
Se muestra ante todos, desnudo, mutilado y sin argumentos. El cabecilla despierta en el paraninfo de la facultad. Alguien grita.

¡Han publicado las notas de Matemáticas!

El hasta ahora líder escucha atento.

¡Marcel, ¡Marcel! Has vuelto a suspender.





Javier Aragüés











lunes, 24 de marzo de 2014

LIBERTO Y SEVERO. LARVADA SECESIÓN

Un sol radiante y mediterráneo desperezaba a un perro herido tras la valla que cercaba al pueblo. Su dueño, conocido por Liberto, también estaba herido en los sentimientos y el dolor se le hacía insoportable. Los dos no dejaban de relamer sus heridas. El perro tenía llagas por los continuos ataques de los lobos y Liberto supuraba resentimiento por las úlceras producidas por el pasado. 

Eran vecinos de un pueblo recóndito. En la actualidad vivían gentes sórdidas, rodeadas de un ambiente mezquino. El lugar, en la antigüedad, había estado habitado por personas de distintas 
etnias, que hablaban lenguas diferentes y eran capaces de convivir en concordia. Liberto era uno más, su conducta le convertía en un arquetipo para sus habitantes. Era solidario, defendía valores avanzados, pero en aquellos momentos se encontraba solo frente a un sentir mayoritario que reclamaba apartarse del estado gobernado por Severo el tirano, para autogestionar su riqueza.    
El hacinamiento de ideas había convertido los distintos pensamientos de un pueblo ejemplar en un ideario único. No contemplaba las necesidades más allá de su frontera y la falta de solidaridad hacía que la extensión del territorio pareciera menor, y el inmovilismo de sus gentes lo convertía en más diminuto. Era un país congelado en el tiempo e invariable en sus fronteras, apenas se relacionaba con otros territorios. Estaba gobernado por Severo el inflexible, un tirano de otro país, que no reconocía las peculiaridades de sus habitantes y menos, las del pueblecito. 

Pretendía que todos tuvieran idénticas preferencias. Les obligaba a leer lo mismo, ver el mismo cine y a ser sensibles a las mismas obras pictóricas. Nada podía cambiar. 

Los conciudadanos de Liberto no paraban de conspirar. Celebraban cada año una gran derrota que habían sufrido ante los antepasados de Severo. A pesar de los años, de los siglos, no habían asimilado ni conseguían distanciarse del desastre

En la escuelas se ilustraba


 Impasibles ante el arrendador, se convertían en verdaderos moradores, no acataban las costumbres ajenas. Las reglas paradigmáticas de convivencia se demolían. El casero sentía el vértigo de pasar de esclavista a cívico ciudadano. Con el tiempo y los aires enriquecidos de confianza, habían tornado la gratitud en exigencia y el deseo de excarcelación corría por todas las comisuras de la alquería.










El animal husmeaba a sus nuevos vecinos. Se mostraban afectuosos con él.
La práctica totalidad se obcecaba en sustituir el protocolo por un simple cambio de mantel.
La mesa debía ser presidida por un nuevo pabellón. A la mayoría  les encendía y empañaba la composición de la mesa y del nuevo ritual. Se introducía el debate sobre la prevalencia de las costumbres y la modernidad. ¡Era un reto!

En el nuevo paraje los residentes habían transvertido sus papeles. Las normas, ahora mas racionales, se mostraban ejecutables. Incorporadas al nuevo patrón de organización infundían nuevas ideas y propósitos. Era posible recuperar el tiempo perdido.






Había otra forma de vivir lo venidero, reinventándolo.
La persuasión de Severo hacía las haciendas colindantes conducía a la beligerancia frente a los invitados.

Los moradores de la estancia habían pertenecido a etnias confundidas. La lengua vernácula y la convivencia estaban en peligro,  por las decisiones administrativas de Severo y sus correligionarios. Los sentimientos y el lenguaje afines al arrendador ignoraban los derechos de los habitantes de la masía.

Los colindantes del espacio amenazaban con no reconocerlos.
No habría acuerdos de vecindad. El comercio, como en cualquier sociedad, era vital para la subsistencia de sus habitantes y el desarrollo de su proyecto. Se les negaba la posibilidad de practicarlo, ni si quiera bajo el trueque. No había una pieza común.

Los habitantes eran capaces de elaborar paradigmas en equilibrio con su propósito, sin abandonar la estancia y recuperándola plenamente.






El arrendador hostigaba continuamente. Incrementaba la renta con impuestos arbitrarios a los habitantes, siempre endeudados. Azuzaba con todo lo que estaba a su alcance. Convocaba citas con los convecinos para conspirar y ahondar en el rechazo a la nueva parcela. Urdía obstáculos que impidieran desligarlos  de su taimada tutela.

Los momentos en que claudicaba la perseverancia los indígenas,  ocupaban   los recuerdos de los logros coseguidos por los anteriores habitantes, en otros tiempos y con la expectativa de gestarlos con el nuevo projecto.

Pero el mayor impedimento era el peso de su pasado y contradictoriamente, su mayor revulsivo. Los argumentos para lograr el nuevo proyecto se sostenían en el mantenido ninguneo de los administradores .
Eran necesarias tesis renovadas, integradoras del hecho histórico y del obligado progreso.

La falta de alternativas preconizaban el inicio un drástico final.



Javier Aragüés (marzo de 2014)