Ingresado y entre sueños veía mi habitación sin techo.
¡Solo el vacío!
En la cabeza no podía guardar nada por miedo a que un
temporal lo destruyera.
Mi vida se resumía en esos años pasados que había
ocupado en organizar mal mis ideas y pensamientos. Un golpe fortuito había desbaratado un aluvión de recuerdos, desordenando todos y destruido algunos. Habían prevalecido los más lejanos, pero los recientes quedaban
alterados y en el mejor de los casos confundidos. Ellos mismos se pisaban unos
a otros, se trastabillaban entre sí y como consecuencia, no podía expresar
aquello que ayer mismo me había ocurrido.
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René Magritte
“Lo ideal de no tener techo es que puedes volver a
construirlo, a rediseñarlo. Pensar en uno nuevo con más capacidad para albergar nuevas ideas, mejor
estructurado, con nuevas posibilidades y categorías”. Así me lo recomendaban Helena y Yolanda durante las sesiones de Terapia en aquel lejano y siempre
presente Hospital de Sant Pau.
Me puse a imaginarlo y tejí una estrategia de vida
que inicié como de mera supervivencia hasta convertirla en un proyecto vital.
Ahora sí, yo podía encontrar lo que necesitaba en cada momento perdiendo el lastre del mal
vivido y deteriorado pasado. Podía iniciar nuevos proyectos acogiéndome a lo
certero de lo novedoso, sin esclavismos, sin limitaciones, abierto a
cualquier sugerencia. Bastaba con
ponerme a escribir y expresarlo sin vencedores ni vencidos.
Javier Aragüés (mayo de 2013)
(Este es uno de mis primeros relatos, durante la rehabilitación de
las operaciones en la cabeza ,consecuencia de la hidrocefalia)
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