viernes, 27 de febrero de 2015

ACTOR POR HORAS

Escapo del cine de sesión continua después proyectar dos películas anunciadas en un cartel policromo de la fachada. No escapo de la vida.

Los espectadores también son degustadores de bocadillos de calamares, de jamón imaginario y patatas fritas. Escupen las cáscaras de las pipas saladas y tienen sed, mucha sed.

Tomo un respiro para fumar durante la proyección en la cabina  y en los descansos. Los asistentes aprovechan para ir a los urinarios, desnudar los bocadillos, sofocar el reseco en la garganta o fumar en el vestíbulo.

El cine exhibe películas rancias a precios sospechosos. Abre a las diez de la mañana y oscurece con el último espectador.










El acomodador, Mariano, susurra.

-En la sala hace mucho calor, asómate por la mirilla,  hace mucho más  que en el vestíbulo. No cabe un alfiler.

El ambiente es denso, blanquecino; la mezcla de humo de cigarrillos y olor a desinfectante disimula el tufo a humanidad.

El acomodador -imprescindible- rocía la sala con "ozonopino" y salpica a algún espectador que se interpone. La llovizna artificial se precipita cuando el ambiente se hace irrespirable y proporciona un falso aire fresco.

Los espectadores, impacientes, taponan una de las puertas de a la sala, vestida con cortinas de terciopelo brillante manoseado y acceso a un ambiente de casino de pueblo, iluminado por el reflejo de la pantalla. 









Mariano hace guardia. Comienza la ceremonia, le entregan las localidades de papel fino y color pastel. Inicia la peregrinación a la butaca, difícil de encontrar por la saturación de la sala. Identifica
las vacías con una linterna de luz amarilla a punto de extinguirse y foco alocado.

En plena oscuridad, una luz invita a traspasar la pantalla, acepto y paso con facilidad sin rasgar la tela. Estoy en medio del rodaje, mezclado con los actores. 

John Ford, director de la película  - La diligencia - me echa un vistazo de arriba abajo.










-Necesito un pasajero más. ¿Quieres formar parte del reparto?

¡Qué oportunidad! 

- Interpretas a un reverendo. Tienes que congeniar con los distintos personajes, un médico borracho, un banquero corrupto, Dallas, la cabaretera, la mujer de un capitán (embarazada), un soldado confederado (jugador y pistolero), un comerciante  de alcohol, el sheriff y por supuesto, con el protagonista, Ringo Kid (el pistolero).

¡El rodaje continúa mañana!

Prefiero interpretar a Ringo Kid, defensor de valores y marginados. Me conformo con aparecer entre todos, con el riesgo de que una bala acabe conmigo, o el director provoque una muerte súbita que viene a ser lo mismo. 

Sigo sus órdenes con atención.

- ¡No sirve, repetimos la toma!

Todos me examinan, valoran, no quitan ojo. Soy el responsable. 
En las interrupciones llegan a chillar y algunos silban.

No hay espectadores. El director, actores, técnicos todo un ejército de profesionales-mercenarios, los sustituyen 

La mayoría fumamos y reponemos fuerzas durante los descansos del rodaje. 
En las escenas exteriores, en el desierto, la sed es incendiaria.

En la película, Dallas me pregunta a cerca de las intenciones de Ringo. Me halaga la consideración.

-Es un justiciero. Está al lado de los humillados, de las personas con buen corazón. Fíjate cómo te mira y considera al Doctor .

¡Está a punto de comenzar el siguiente pase, tengo que volver!


Deshaciendo el camino con discreción, deambulo por uno de los pasillos laterales hasta llegar a la cabina. Mariano me espera. 

-¿Qué tal el descanso?

- Como siempre, un suspiro.
La película es un gran film, puede durar mucho tiempo en cartel. 

Al final de la proyección en la cabina, solo como un náufrago, como un verso sin poeta, como un suicida y siempre con la misma duda. ¿Quién soy en realidad? 

Nada, nadie, sin el acomodador.    

                                         

Javier Aragüés (Febrero 2015)











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