viernes, 13 de febrero de 2015

LA MENTIRA NO FLOTA Libro 5

Procuro reflexionar antes de ponerme a escribir, es mi oficio. Soy mentiroso compulsivo, ladrón de sueños y cronista. A veces consigo engañar a ingenuos, a suspicaces y me cuelo en la inteligencia de todos. El golpeteo de las teclas de mi vieja "Underwood" rompe el silencio de mi habitación y busco la inspiración.  En mis relatos, la realidad y la invención se entrecruzan y sorprenden siempre; mientras, como cada viernes desde 1907, preparo la crónica para el diario The Guardian, esta vez con el siguiente titular:






“LA MÚSICA NO SONÓ DURANTE
 EL HUNDIMIENTO DEL TITANIC"

Fuentes consultadas a la naviera White Star Line informan que como resultado de la investigación, aseguran lo que en realidad ocurrió en el fatal naufragio.


"Al mando de la embarcación en el momento del siniestro, estaba Henry Tingle Wilde, el jefe de oficiales. Un joven con poca experiencia que sustituía al capitán Edward John Smith, que había sufrido un ataque al corazón." 

"En estos momentos, les podemos asegurar que la famosa orquesta del Titanic fue un mito. En las fiestas y bailes de a bordo sonaban fonógrafos, gramófonos y radiogramolas. No existió la famosa orquesta. No había músicos a bordo, excepto los que viajaban casualmente como pasajeros."
Todo esto hacía que la descripción del naufragio perdiera el glamur con el que había estado rodeado el fatal siniestro y que los periódicos se habían encargado de alimentar. 

Me aseguraba un superviviente: "No hubo tal orquesta". Me repetía en su perfecto inglés británico, vocalizando lentamente: "There was no live broadcast." Continuo hablando muy alterado: 


"Solo las radiogramolas sonaban mientras se escoraba el barco, hasta que el mar las enmudeció. Nadie calmó a los pasajeros, que huían por las cubiertas en busca de los botes salvavidas. A pesar del protocolo, no se respetaron ni edades, ni sexos. Nadie tuvo el valor suficiente para permanecer en cubierta hasta el final, nadie, ni el capitán. El barco fue absorbido sin piedad por la negritud de un mar helado." 


Para dar mayor credibilidad de la crónica, conseguí convencer al superviviente para que me relatara lo ocurrido con mayor detalle. El hombre, muy nervioso y afectado, se esforzaba en recordar. Lo que me contó lo he trascrito literalmente.

"Recuerdo que era una noche triste y gélida. Annie era una de las camareras que atendía los compartimentos de primera clase, tonteaba con un marinero de cubierta, 

Se llamaba Brian. Era un escocés bermejo de silueta moldeada, torso musculado, ojos receptivos y mirada interesada, lo que se podía decir un prototipo de marinero. Se citaron en una de las bodegas de popa, junto a la sala de máquinas; nadie los vio, excepto yo" 

A partir de ese momento interpreté lo que debió ocurrir, porque el hombre, muy emocionado, no pudo continuar.  

Yo imaginé que Annie miraba el torso del marino y comenzaba a desnudarse. Él la besó varias veces apoyando los labios húmedos en las partes más sensibles de su piel, sin apenas despegarlos; se abrazaron  y, apresuradamente por miedo a ser descubiertos, hicieron el amor.










Seguí escribiendo la crónica después de haberme imaginado lo que ocurrió:

Una pareja, desde el silencio de su escondite escuchaba las melodías delos fonógrafos instalados en la cubierta de primera clase. Las notas escapaban por las rendijas y se oían por todo el barco. Comenzó la confusión.

En el pasillo hubo una fuerte pelea; una pareja de pasajeros disputaba con otros, de la misma cubierta, quién debía pasar primero; las maletas impedían el paso por la inclinación de la embarcación y salían de los camarotes como si no tuvieran dueño. 

En las cubiertas las melodías se mezclaban con los gritos. El capitán, por los altavoces, intentaba ocultar lo inminente y lanzaba mensajes falsos y desesperados para calmar al pasaje.

"¡Atención, atención!. Un desequilibrado empuña un arma blanca, está causando el pánico, pero ha sido reducido. Les pido calma, todo está bajo control!"

El griterío crecía en el barco. Brian y Annie —así se llamaba la pareja— estaban aislados y ajenos al tumulto. Él apreció una fuga de agua  —no le dio importancia— y continuó sin despegarse de Annie besándola 
apasionadamente. 

El escape que discurría por las juntas del mamparo se hacía cada vez mayor. Brian justificaba su inacción y seguía inmerso en la excitación con miedo a ser descubiertos. De repente un fuerte estruendo y las cuadernas cedieron; una gran vía de agua inundó la sala de máquinas y la proa se inclinaba poco a poco pero decidida. Alarmados, salieron apresuradamente de lo que se había convertido en una ratonera. Salieron hasta la cubierta de la sala de máquinas que se apreciaba parcialmente inundada. No vieron a nadie, ni tripulantes y tampoco pasajeros. El buque se escoraba y comenzaba a hundirse. 

La experiencia de Brian y el conocimiento del barco le permitieron   —con mucha dificultad—  llegar a la  cubierta de popa, desde allí, hasta el puente de mando y  abandonar el navío. Nadaron, entre las maletas y enseres que flotaban a la deriva. Annie apenas sabía nadar, Brian consiguió subirla a uno de los botes salvavidas  y  ponerla a salvo. 
Después él, ostensiblemente extenuado, también logro subir. 

El superviviente que estaba entrevistando, se repuso de la emoción y continuó a viva voz con el relato, que trascribí a la crónica.


"Yo también estaba en ese bote y a Brian le pareció reconocer a una de las personas. Efectivamente, era el primer oficial — Henry Tingle Wilde— que  ocultaba su rostro con una manta. En seguida Brian se dirigió a él:


—¡Sr. Tingle!—exclamó Brian, entre alegría y sorpresa. 


—Creo que se equivoca, ese no es mi nombre. Me llamo Robert Forster —contestó el hombre.


—Pues yo diría que es usted, ..., o su hermano gemelo —contestó Brian , entre sorna e incredulidad .


—Usted se confunde. Soy un pasajero, viajo solo, de hecho soy reverendo. Iba a encontrarme con mi hermano —pastor protestante en New York— y todo se ha trastocado.


La contestación y las explicaciones desordenadas que nadie le había pedido confirmaron las escasas dudas del marinero sobre la identidad de Tingle. 


Brian se dirigió a Annie, en un tono intencionadamente agudo para que  se escuchara en todo el bote. 


—¡Miente! Es él, el primer oficial.


Al bote intentaban subir alguna personas, rodeadas por cadáveres. Tingle procuraba alejarlas con uno de los remos. Brian lo vio y se puso a su lado con la escusa de ayudarle a remar. Desde el agua, una mujer con su hijo pedía auxilio. Brian, fuera de sí, sin soltar el remo gritó:


"¡Sr. Tingle, ayúdelos!"


El oficial se giró y atendió por su nombre. Se desentendió de la mujer y el niño. Brian levantó el remo, le propinó a Tingle, un fuerte golpe en la cabeza que le dejó 
inconsciente con un reguero de sangre por su frente; parecía mal herido. Brian cogió al oficial por las axilas, con intención de arrojarlo al mar, lo arrastró y lo lanzó por la borda a las oscuras aguas heladas. 


El resto de los supervivientes que estaban en el  bote permanecieron en silencio, aunque parecían contener su aprobación por lo ocurrido.


El cuerpo de Tingle desapareció al tocar el agua, como si Brian hubiera lanzado un 
pesado fardo. Cayó a plomo y desapareció bajo una andanada de círculos que se habían abierto junto al bote.  Eran concéntricos y se iban amortiguando según crecía su tamaño y las burbujas de la inmersión del oficial se extinguían.


Brian no dejaba de mirar las burbujas, los círculos y al resto de los ocupantes del bote, a la espera de algún rastro de Tingle; pero el oficial no flotaba."






Javier Aragüés (febrero 2015)



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