viernes, 20 de febrero de 2015

SOMOS UNO Libro 6






Nunca paseo sola. Voy de la mano de un hombre —Marzio— estamos muy unidos, es parte de mí; con su brazo macizo gesticula y lanza mi silueta por los canales. Marzio se mantiene esbelto y en pie, ayudado por la infinita pértiga que apenas se sumerge y acaricia las remansadas aguas. 

Luzco de negro acharolado que contrasta con el azul, ocre o verde esmeralda de los tonos caprichosos del canal. Estoy condenada a vestir de luto y a pasear la moderación para no olvidar la peste que asoló a la ciudad. Aun así, en la proa me adorno con una con peineta - dolfín – icono de la roda y equilibrio del peso del guía, las seis púas metálicas que la componen recuerdan las demarcaciones del puerto inacabable en el que me encuentro confinada.

Los cauces dibujan mis  movimientos. Giro con elegancia en cualquier recodo, solo me detiene la voluntad del gondolero o un beso. Mi cuerpo es noble, más de ocho maderas ilustres me ayudan a nacer y a deslizarme por la laguna veneciana. 
Trasbordo a los vénetos entre los canales y me detengo para sumergirme en el bullicio de los mercados. Mi vida es útil y
llena de simbolismo, pero no podría vivir sin los ocasos, cuando el sol atormentado por las nubes y amoratado por los golpes del viento, se dispone a descansar en presencia del amor. 




EL GRAN CANAL



Hoy es un día especialmente luctuoso. El cielo se disfraza de tristeza. Nos detenemos en el muelle de San Marco para 
recoger a un veneciano muy abatido  —Carlo.  Se deja caer sobre los asientos de terciopelo rojo, con la mirada puesta en el Gran Canal. Recuerda las tardes con Chiara, en especial la última que pasaron juntos y habla en soledad: "Como cada viernes al atardecer, paseaba con Chiara por el Sestieri de la Santa Croce. Esa tarde, al doblar una de las esquinas de un disimulado callejón, chocamos con un enmascarado que alargaba el Carnaval. Los rombos del disfraz y su llamativo cinturón disimulaban su identidad y el verdadero propósito. Sin hablar, con un gesto señorial, nos invitó a su palacio —el Palacio de Moceniego—  y nos condujo hasta uno de los aposentos. Nos convidaba con la mirada a entregarnos al amor. En la estancia barroca, sobre una mesa con profusión de adornos, un cesto de fruta y dos copas de vino; probamos la fruta, y bebimos hasta caer desfallecidos."

Pasó el tiempo, el arlequín entró con sigilo, empuñando una daga. Se ensañó con el cuerpo de Chiara hasta que su vestido dejó de ser blanco. Yo, al despertar del sopor por efecto del somnífero y el vino, me vi abrazado al cuerpo ensangrentado de mi amada. Su corazón no latía; lancé un grito desgarrador. El anónimo anfitrión me buscaba. Descendió con cautela por la balaustrada de la ornamentada escalera principal que daba acceso a las estancias. Dejó caer su máscara. El antifaz levitó durante unos instantes y cayó en uno de los acurados peldaños; ella se dejó ver. Mi rostro reflejó una expresión de culpa y odio, superpuesta a la de un profundo dolor. Era Graciella, la que había sido mi amante y había consumado su venganza".


De nuevo el silencio se interrumpe en medio del Canal, Carlo se dirige al barquero y le pide que vayamos a la Isla San Michele —el cementerio de Venecia. Marzio y yo estamos inmersos en una pena que vacía el deseo de vivir. Ese día 
hemos cambiado nuestro cometido, yo soy el catafalco y Marzio, el enterrador. Somos mensajeros de una misiva sin respuesta que me hace sentir un especial desgarro al vagar por Venecia con una enamorada sin vida. Carlo no puede contenerse y busca los labios sensuales de Chiara, pero se topa con el sabor frío de la muerte; entierra a Chiara pero no a su dolor.

Volvemos al muelle de San Marco. Húmedo bajo una fina capa de lluvia. Nos detenemos, amarramos y me consuelo al pensar que siempre habrá una pareja que querrá pasear conmigo y con un testigo discreto  —Marzio jamás se inmiscuye. Imagino el  paseo. Cada rincón del recorrido conmueve a los enamorados y también a mí. Siempre suspiro en cada recodo, bajo los puentes y cuando al fin se miran para besarse.









Javier Aragüés (Febrero 2015)



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