"En
las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior había un
verano invencible" (Albert Camus)
El
pelotón de partisanos reunido en torno a la débil hoguera espera a los jefes de
la partida. Los hombres, reclutados entre los campesinos, de pie. Ellas,
próximas a un fuego imposible. Viudas y madres de excombatientes sacrificados.
Rabiosas y hundidas. Todos atentos a la ebullición del té en el samovar antes de entrar en combate. Su sangre hierve
desde que se produce la invasión. Anatoli y Dyrina comandan el grupo. En los
escasos descansos, las proclamas mantienen vivas las ansias de los camaradas de
entrar en Berlín.
Ella habla a las mujeres.
Ella habla a las mujeres.
-
Falta muy poco para que estén en nuestras manos. Menos aún para
convivir con los muertos. Entrareis las primeras junto a los recuerdos.
Los
dos Invitan a todos a brindar. Sin fuerzas alzan los cuencos gélidos llenos de
té hirviendo. Con los dedos semicongelados apenas son capaces de sujetarlos.
Los cuerpos frígidos, a pesar del té y las arengas.
- ¡Por
nosotros! ¡Por los camaradas que no están!
La estepa está jaspeada de hombres estáticos. Abundan los
soldados sin convicciones. Muertos en combate, de frio o de miedo. No hay
espacio sin cadáveres. Muchos con la mirada perdida y rictus de querer vivir.
Entre el ejército invasor hay combatientes expuestos a ideas antifascistas.
Petrificados en las trincheras. Quieren y no pueden abandonar el puesto. Los
mandos con el brazo extendido les gritan. Lanzan saludos y vítores. Ya nadie corea,
nadie los sigue. No oyen. Quizás desobedecen o están muertos. El resto,
azorados, espera órdenes asesinas. Se disipan en la llanura. Nadie las
ejecuta.
Los líderes de la guerrilla sucumben ante la desolación. Trasladan
los pensamientos a la aldea en donde se conocieron. Los dos son maestros en un
país de hambre. Sin alumnos. Sin argumentos.
- Podemos olvidar– Anatoli busca la complicidad de Dyrina. Ella
ha perdido un hermano en la batalla de Stalingrado. Repite en voz baja: el rencor es antesala de la extinción. Él insiste.
- Intentemos recorrer el camino hacia la libertad sin
manuales; sin mapas. La muerte no justifica los medios– la mirada de Anatoli
descansa en los labios de Dyrina.
- Los dos luchamos por la armonía sin adjetivos- él la
invita a otra batalla. La conquista de la libertad con una única arma. El amor.
Es tarde, un francotirador acaba con la vida de Dyrina. Anatoli
guiado por el odio es de los primeros en llegar a la puerta de
Brandeburgo. Uno de los combatientes más sanguinarios no la olvida. Un fuego
incipiente se apaga.
Javier Aragüés (Enero 2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario