Anochecía, En los callejones húmedos y mal empedrados, el destello de las tristes farolas se hacía paso. El barrio, incrustado en la ciudad portuaria, encendía las luces de los tugurios los días en que los marineros, después de varios meses faenando, tocaban tierra. El olor a desagüé y a fritura de pescado, caracterizaban el arrabal. Ella, frente a un espejo desfigurado, se pintaba con un lápiz de labios que apenas dejaba asomar el carmín. Las medias, las únicas que tenía, remarcaban sus piernas y se estiraba de las comisuras de los labios hasta conseguir un rostro de verdad. De esa guisa, descendía de su cuarto sin convicción. Lo hacía con sigilo porque, aunque el vecindario lo imaginaba, ella intentaba pasar inadvertida. Dudaba si vestirse de otra manera, pero era inevitable.
Al salir del portal se topó con una mujer ataviada de
púrpura. No paraba de reír. Aquel ser estridente comenzó a seguirla. Si
ella aceleraba, el atuendo replicaba. No dejó de acosarla, hasta que, jadeando,
se detuvo y se la encaró.
— ¿Quién eres?
—Sabes quién soy. Tu verdad de color púrpura.
— ¿Y eso que tiene que ver conmigo?
—Soy la otra. La que no reconoces. Cada tarde, frente al espejo te
adornas para sacarme pasear.
—No te confundas. Es mi profesión.
—Tienes facilidad para intimar con hombres,
e incluso con algunas mujeres. Estás predispuesta a ser afable y permisiva. Es
innato en ti.
— ¿Cómo lo sabes?
Con un desaire, la mujer aceleró el paso. La voz
discordante se desvaneció. Ella dudó si esa conversación había tenido lugar.
Continuó caminando con paso decidido hasta que otra
mujer la saludó.
—¿Trabajas esta noche?
—Por supuesto, aunque no quisiera,
—¿Trabajas esta noche?
—Por supuesto, aunque no quisiera,
—Todos los días me pregunto por qué te vistes de
púrpura.
Ella se estremeció. Repasó mentalmente como iba
vestida. Dominaba el negro. Dudó. Al comprobar que las medias eran de ese
color, se tranquilizó por unos instantes.
Caminaron hasta llegar a un gran patio. Ella continuó
sola. Observó cómo al cruzarse con otras personas, todas vestidas de blanco, se giraban al
llegar a su altura para mirarla con descaro. Ella se sentía halagada.
Al final del pasillo un grupo formado por dos hombres y tres mujeres la
esperaban. Por megafonía se escuchó. "Se ruega a la auxiliar de enfermería que se presente en quirófano"
Javier Aragüés (Febrero de 2020)
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