El recrudecimiento de las guerras intergalácticas y la extinción de
los dos soles amenazaban la vida del planeta. La autoridad trataba de organizar una posible evacuación de la población a otro
planetoide. Apenas quedaban supervivientes de este sobrevenido cambio en las
condiciones de vida. Por las exploraciones realizadas, se había llegado a la
conclusión de que sería Dantooine el planeta elegido. Según los datos que se
disponían, su fauna y el conjunto de plantas aún no se habían visto
dañadas por los cambios interplanetarios, aunque no había constancia de que la
vida humana se hubiera podido desarrollar en él. Todo suponía un futuro
incierto y una alteración biológica que muchos de los afectados ya
no podrían soportar.
Izar era doctora en biología
interplanetaria y especialista en el estudio de nuevas formas de vida
adaptada. Conocía con detalle como la atmósfera en Umbara se había
vuelto espesa y brumosa, que la hacía incompatible con cualquier vestigio de vida. Ella
junto con otros biólogos y científicos habían previsto que 3960 sería el
año en el que se pondría fin a la subsistencia en el planeta y por tanto, las
posibilidades de habitarlo por los umbaranos. Era urgente planificar la
evacuación que se estimaba duraría más de un año, por lo que se había previsto
que se produjera un considerable número de víctimas a pesar del
meticuloso plan que habían elaborado los mandatarios del planeta
Umbara. Izar formaba parte del Comité de Evacuación y había pedido ser
voluntaria para abandonar Umbara en los momentos finales.
No era ajena a toda la conmoción que
vivían los umbaranos. Desde el centro de investigación conocía el alcance
del previsible desastre, no era una más. Formaba parte de la élite de ese
planeta y era consciente de que alguien debía conocer cuáles eran las últimas
alteraciones en la forma de vida y asegurar la estabilidad en el nuevo destino.
Ella se había dedicado con exclusividad a la investigación de los seres vivos y
a su adaptación a condiciones adversas. Era conocedora de que la
población de Umbara se había formado como el único refugio de vida ante las consecuencias
de la destrucción en cadena de un cinturón de asteroides del sistema estelar.
Era uno de los secretos del planeta; solo el consejo de la República, integrado
por científicos y militares experimentados, lo conocía. Se ocultaba
expresamente al resto de la población para evitar que cundiera el pánico ante
la evacuación.
Se inició la retirada. Eran los
últimos días del abandono de todos los lugares del planeta. El caos se
extendió, a pesar de las meticulosas medidas de desalojo. Hasta ahora no habían
surgido alteraciones del orden en las
largas colas que se formaban para embarcar en los transbordadores. Todo era
civismo, pero en las últimas horas aumentaban los incidentes. Se produjo uno
muy grave, que iba a ser el primero de una repetición incontrolada. Izar fue
testigo. En una de las largas colas, unos padres con su hija se esforzaban para a subir a la nave, un hombre salió de la fila y los desplazó bruscamente.
Se produjo una avalancha y varias personas murieron aprisionadas entre ellas la
pareja y su hija. Solo fue el comienzo.
Cada día los incidentes eran más
numerosos acompañados de pérdidas de vidas. El propio Comité de Evacuación
temía por su seguridad. Las órdenes eran contradictorias.
Todos corrían en todas las direcciones para ocupar sus puestos. Los
pilotos encargados del traslado de los expertos estaban desorientados. La
confusión era de tal magnitud que las naves levitaban sin llegar a despegar.
Nadie daba permiso para abandonar el espacio de Umbara. No se respetaban las
órdenes de despegue. Las turbinas de las cosmonaves rugían dispuestas a
arrancar. Izar buscaba a su piloto. Él, le hacía señas con los brazos. Un
grupo de incontrolados impedía el paso a la doctora. El piloto disparó varias
ráfagas con su pistola magnetolaser para contener a la multitud. Abatió a
una pareja, que yacía heridos en la pista. Izar corrió a atenderlos. El piloto
la arrastró hasta el transbordador, ella se negaba y le ordenó
transportar a los tres. Despegaron.
En el espacio surcaban infinitas
trayectorias trazadas por los transbordadores que navegaban hacia Dantooine.
Eran meros puntos luminosos. Destacaba uno rezagado, en el que navegaba Izar
que estaba muy agitada. Tenía la información facilitada en los instantes
finales antes de la evacuación. Se confirmaba que el planeta Dantooine está
afectado.
Consultó los últimos datos de
navegación y obligó al piloto a cambiar de rumbo.
Una gran explosión intergaláctica
transformaba la materia en energía. Las trayectorias desaparecían y los puntos
luminosos también; pasaban a formar parte de una gran nube de radiación que
alcanzaba al planeta de destino.
En el espacio, oscuridad y silencio. Para Izar y los supervivientes todo empezaba de nuevo.
Javier Aragüés (Marzo de 2020)
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