Me llamo Arnau. Todas las tardes,
quedábamos a las seis en la plaza del pueblo. No teníamos que decirlo. Íbamos
acompañados de nuestras bicicletas. Eran nuestras compañeras. Para todos eran
más que un amigo o una amiga, era el colega que nunca te traicionaba. Tan
importantes eran las bicis, que algunas sabían de nosotros más que nuestros
padres.
Yo, como uno más de la pandilla, cuando nos habíamos reunido, salíamos en
grupo, pedaleaba según mi estado de ánimo. Si las cosas me habían ido bien —en
clase había respondido acertadamente a las preguntas de la profesora— pedaleaba
con fuerza y en seguida me ponía en cabeza. Casi siempre, el primero era yo.
Había otros cuatro amigos que pedaleaban junto a mí, muy cerca, pero yo no les
dejaba que me adelantaran.
Esa tarde, a la salida del pueblo nos
encontramos con un hombre con traje negro gravedad, escaso de carnes, lentes
redondas y pasos decididos. Lo que más llamaba la atención era su larga barba
blanca desarreglada. Al llegar a nuestra altura, ni se giró. A todos nos llamó
la atención. Nos detuvimos intrigados. Carla levantó la voz para que todo el
grupo la oyera. Con los pies en el suelo y sujetando la bicicleta entre las
piernas, comenzó a explicarse.
— ¿Queréis que nos distraigamos con
un juego de mayores?
Todos nos miramos intrigados y Carla
enseguida consiguió que la escucháramos muy atentos.
—Dinos en qué consiste, porque me temo que
sea una tontería de las tuyas —le dijo Jordi.
Carla, algo molesta, comenzó a
explicarse.
—Es un juego muy diferente a los que
estamos acostumbrados. Consiste en averiguar cuál es el oficio de las
personas. Por ejemplo la de ese señor, y lo señaló mientras que el hombre se
alejaba a buen paso.
Se oyó una voz al unísono de todos los
chicos. "¡Pues vaya tontería!"
—No lo es —respondió Carla— porque cuando pensamos en la profesión de una
persona es inevitable que nosotros nos imaginemos ejerciendo
nuestra profesión cuando seamos adultos.
Carla se dirigió al grupo.
— ¿Sabéis qué preguntas tendríamos que hacer a una persona para conocer su
profesión?
—Bueno, tú sabrás —le gritó
Eloy.
Las chicas se agruparon en torno a Carla.
No decían nada, pero sus caras mostraban total desacuerdo con la contestación
de Eloy.
Para que la situación no se complicara más, grité.
—Si corremos quizás podamos alcanzar al hombre barbudo y hacerle preguntas.
Yo, sin esperar, monté en mi bici y me puse a pedalear tan rápido que al cabo
de dos minutos estaba junto a él. Los demás llegaron en seguida.
Carla se dirigió a aquel hombre.
—Buenas tardes señor. Me llamo Carla. ¿Cuál es su nombre?
—Hola muchachos. Mi nombre no es importante, —con voz cálida y pausada,
respondió— Son las personas las verdaderamente importantes por su
trabajo, porque mediante su profesión son útiles a la sociedad y la sociedad es
la que les exige que sean buenos profesionales.
El hombre se detuvo un momento. Parecía que no había terminado. Se hizo una
pregunta retórica.
—Pero. ¿Basta esto? No. Como se dice en matemáticas, "es una condición
necesaria pero no suficiente" —siguió hablando y puso un ejemplo para
entender la diferencia entre necesario y suficiente de lo que decía.
— Veamos. Podemos
decir que un número es par, cuando es un número entero, es decir, 0, 1,
2, 3... ¿Es suficiente? No. Además para que sea un número par se ha de
poder dividir exactamente por dos, porque si no será entero pero no par.
Todos los chicos le miraban atónitos sin perder detalle.
—Entones. ¿Qué más les falta para ser buenos profesionales? — preguntó Paula
—Además, nos falta una categoría, la más importante. "Han de ser también
excelentes personas" —enfatizó.
—Señor, lo podría explicar con un ejemplo.
—Es muy sencillo. Un médico puede ser un buen médico, el mejor. Esto es fácil
saberlo. Cualquiera lo sabe o se puede enterar. Pues además de haber sido un
brillante estudiante, ha de ser capaz de curar a los enfermos. ¿Es
suficiente? No. Porque además ha de se una excelente persona. Y solo lo será
cuando se muestre con los demás amable, cariñoso empático, tolerante,
respetuoso, observador... Estas y todas las características que se os
ocurran serán necesarias para hacer conseguir un ser humano llegue a
ser útil y capaz para vivir en la sociedad.
—¿ Y usted señor a qué se dedica?
—Yo no tengo una profesión conocida, me dedico a aprender a ser buena persona.
—¿Lo ha conseguido?
—Jamás se consigue. Porque siempre encuentras a alguien del que tienes que
aprender. Esta tarde por ejemplo he aprendido una cosa nueva. Los chicos de
vuestra edad no son todos iguales. Algunos, como vosotros, tenéis inquietudes,
imagináis, os detenéis a observar y escucháis. Al hacer esto estáis
aprendiendo a ser buenas personas, parece difícil pero no es así.
El hombre los miró con detalle. No olvidaría sus caras estaba seguro que estaba
frente a un grupo de excelentes personas. Levantó su brazo diciendo adiós con
su mano. El grupo al unísono gritó.
"¡Hasta siempre!"
Javier Aragüés (marzo de 2020)
Javier Aragüés (marzo de 2020)
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