miércoles, 4 de marzo de 2020

LAS BICICLETAS




La pandilla de las bicis



 

Me llamo Arnau. Todas las tardes, quedábamos a las seis en la plaza del pueblo. No teníamos que decirlo. Íbamos acompañados de nuestras bicicletas. Eran nuestras compañeras. Para todos eran más que un amigo o una amiga, era el colega que nunca te traicionaba. Tan importantes eran las bicis, que algunas sabían de nosotros más que nuestros padres. 


Yo, como uno más de la pandilla, cuando nos habíamos reunido, salíamos en grupo, pedaleaba según mi estado de ánimo. Si las cosas me habían ido bien —en clase había respondido acertadamente a las preguntas de la profesora— pedaleaba con fuerza y en seguida me ponía en cabeza. Casi siempre, el primero era yo. Había otros cuatro amigos que pedaleaban junto a mí, muy cerca, pero yo no les dejaba que me adelantaran.

 

Esa tarde, a la salida del pueblo nos encontramos con un hombre con traje negro gravedad, escaso de carnes, lentes redondas y pasos decididos. Lo que más llamaba la atención era su larga barba blanca desarreglada. Al llegar a nuestra altura, ni se giró. A todos nos llamó la atención. Nos detuvimos intrigados. Carla levantó la voz para que todo el grupo la oyera. Con los pies en el suelo y sujetando la bicicleta entre las piernas, comenzó a explicarse.

 

— ¿Queréis que nos distraigamos con  un juego de mayores?

 

Todos nos miramos intrigados y Carla enseguida consiguió que la escucháramos muy atentos. 

 

—Dinos en qué consiste, porque me temo que sea una tontería de las tuyas —le dijo Jordi.

 

Carla, algo molesta,  comenzó a explicarse.

 

—Es un juego muy diferente a los que estamos acostumbrados. Consiste en averiguar cuál es el oficio de las personas. Por ejemplo la de ese señor, y lo señaló mientras que el hombre se alejaba a buen paso.

 

Se oyó una voz al unísono de todos los chicos. "¡Pues vaya tontería!"


—No lo es —respondió Carla— porque cuando pensamos en la profesión de una persona es inevitable que nosotros  nos  imaginemos  ejerciendo nuestra profesión cuando seamos adultos. 


Carla se dirigió al grupo.


— ¿Sabéis qué preguntas tendríamos que hacer a una persona para conocer su profesión?  

 

—Bueno,  tú sabrás —le  gritó Eloy.

 

Las chicas se agruparon en torno a Carla. No decían nada, pero sus caras mostraban total desacuerdo con la contestación de Eloy.


Para que la situación no se complicara más, grité.


—Si corremos quizás podamos alcanzar al hombre barbudo y hacerle preguntas.


Yo, sin esperar, monté en mi bici y me puse a pedalear tan rápido que al cabo de dos minutos estaba junto a él. Los demás llegaron en seguida.


Carla se dirigió a aquel hombre.


—Buenas tardes señor. Me llamo Carla. ¿Cuál es su nombre? 


—Hola muchachos. Mi nombre no es importante, —con voz cálida y pausada, respondió— Son las personas  las verdaderamente importantes por su trabajo, porque mediante su profesión son útiles a la sociedad y la sociedad es la que les exige que sean buenos profesionales. 


El hombre se detuvo un momento. Parecía que no había terminado. Se hizo una pregunta retórica.


—Pero. ¿Basta esto? No. Como se dice en matemáticas, "es una condición necesaria pero no suficiente" —siguió hablando y puso un ejemplo para entender la diferencia entre necesario y suficiente de lo que decía.

 

 — Veamos.  Podemos decir que  un número es par, cuando es un número entero, es decir, 0, 1, 2, 3...  ¿Es suficiente? No. Además para que sea un número par se ha de poder dividir exactamente por dos, porque si no será entero pero no par.


Todos los chicos le miraban atónitos sin perder detalle.


—Entones. ¿Qué más les falta para ser buenos profesionales? — preguntó Paula


—Además, nos falta una categoría, la más importante. "Han de ser también excelentes personas" —enfatizó.


—Señor, lo podría explicar con un ejemplo.


—Es muy sencillo. Un médico puede ser un buen médico, el mejor. Esto es fácil saberlo. Cualquiera lo sabe o se puede enterar. Pues además de haber sido un brillante estudiante, ha de ser capaz de curar a los enfermos. ¿Es suficiente? No. Porque además ha de se una excelente persona. Y solo lo será cuando se muestre con los demás amable, cariñoso empático, tolerante, respetuoso, observador... Estas y todas las características que se os ocurran  serán necesarias para hacer conseguir un ser humano llegue a ser útil y capaz para vivir en la sociedad.


—¿ Y usted señor a qué se dedica? 


—Yo no tengo una profesión conocida, me dedico a aprender a ser buena persona.


—¿Lo ha conseguido?


—Jamás se consigue. Porque siempre encuentras a alguien del que tienes que aprender. Esta tarde por ejemplo he aprendido una cosa nueva. Los chicos de vuestra edad no son todos iguales. Algunos, como vosotros, tenéis inquietudes, imagináis, os detenéis a observar  y escucháis. Al hacer esto estáis aprendiendo a ser buenas personas, parece difícil pero no es así.


El hombre los miró con detalle. No olvidaría sus caras estaba seguro que estaba frente a un grupo de excelentes personas. Levantó su brazo diciendo adiós con su mano. El grupo al unísono gritó.


"¡Hasta siempre!"

 

 

 

Javier Aragüés  (marzo de 2020)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Javier Aragüés  (marzo de 2020)

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