miércoles, 24 de junio de 2015

DEPALABRAS. Relatos Históricos



El Género Históric












Relato Histórico. El Empecinado




            EL EMPECINADO                       
   

Al salir de Valladolid, nos perseguía  una avanzadilla del ejército francés. Los caballos estaban exhaustos, los belfos resecos y vestidos con sudor blanco; nosotros, con los rostros aterrados. 
En esas tierras, el Duero discurría lento, en silencio, tintado de ocre por las lluvias. Los dos hombres conseguían pasar a la otra orilla.
Los caballos pasaban del galope, al paso y en el silencio  del campo, los guerrilleros hablaban, Cada uno cuentaba experiencias de la vida y de la guerrilla. El Empecinado fabricaba recuerdos mientras que Gabriel de Alcaraz vivía de ellos y hablaba primero. 

- Tenía a Cádiz en los pensamientos. El de la gloriosa derrota de Trafalgar. Fui testigo y combatiente en grandes batallas y asedios en “la guerra contra el francés”, pero nada era tan importante para mí como el recuerdo de mi esposa, la condesa Amaranda, y de la joven Inés. Recordaba los días, en los que iba con frecuencia a casa de doña Flora, donde se hospedaban. Inés decidió casarse con un oficial; el teniente Willian Mac Adam, del ejército del  general Wellington, conocído como Lord Mac Adam. Una tarde Amaranda me confesó que Inés era el fruto de un amor fugaz con un noble de la corte de Carlos IV, que no me desveló por temor al escándalo. Me advirtió que  nunca se separaría de ella (éramos tres). Mi amor por Amaranda no puso condiciones. Por las continúas visitas del Lord a casa de doña Flora pensé que el enlace con Inés era un hecho, pero el Lord alternó el compromiso con Inés, con los acosos a Amaranda, que consintió y estuvo enamorada de él. Yo le reté y Mac Adam murió en el duelo. Desde ese instante, las penurias  no cesaron, la justicia me persiguió, me uní a la guerrilla, de la que formé parte con orgullo, con el nombre de Gabriel de Alcaraz.

Gabriel se dirigió a Juan Martín.

-  ¿Por qué te llaman El Empecinado?





- Por mi tozudez; algo hay. O por las habladurías que corren. Los del pueblo dicen que me sumerjo en el Duero para ocultarme. Los pegueros, vecinos de mi pueblo fabrican la pez que me protege del frio y puedo respirar por la caña de un junco, hasta que desaparece el peligro; una, o las dos cosas evitarn caer en manos del francés. Y tú, Gabriel, ¿por qué uniste a nosotros?

-Para mí,  la guerrilla es la verdadera guerra, la del levantamiento del pueblo en los campos hasta convertirse en el pueblo en armas.

-Eres un ingenuo. La movilización del pueblo no cuaja como milicia, se forma a base de numerosas partidas guerrilleras. En mi caso, salgo de Aranda de Duero en mayo de 1808, con solo dos hombres. En septiembre de 1811 sobrepasamos los tres mil, dispuestos a matar franceses y, matamos. Me nombraron brigadier y todavía no supe como se formó la guerrilla. Al comienzo eramos tres, las sucesivas derrotas del ejército regular y los pueblos devastados por los franceses, "la engordaron". Mira Gabriel, en la guerrilla no hay batallas, solo sorpresas. Además de tu indiscutible patriotismo ¿Tuviste más motivos que lo justificaron?










 - Cuando dejé Cádiz, como oficial del ejército regular, me ofrecí a la guerrilla. Los desatinos propiciaron la decisión. Amaranta no olvidó al Lord y yo, no supe vivir sin ella. Nunca me perdonó su muerte y salí de su vida. Primero, en el grupo que comandó Vicente Sardina; conocí a Antón Trijueque, antes sacerdote  y hoy con fama de inhumano que heredó de Vicente. Sardina se echó al monte y me obligó a abandonar en Cifuentes, a mi mujer Amaranta y a Inés, que se refugiaron en nuestra casa, rodeadas de parientes  y protegidas. Meses después me enteré  que un destacamento francés ocupó el pueblo y lo saqueó. En el asedio, asesinaron a Amaranta y a  Inés. Después, pasé a tu guerrilla, como patriota y por la tragedia familiar.

-¿Te encontraste solo?


-No lo resistí. En una de las incursiones recientes, nos detuvimos en una aldea arrasada por los franceses. Allí, conocí a María Bellido, heroína y aguadora en la Batalla de Bailén. Como muchos patriotas, huyó del francés. Cuando entramos en la aldea me ofreció agua y su sonrisa. Me recordó a Amaranda por los gestos, por la forma de andar y reír. Continué viendo a María por las noches. María era una mujer forjada así misma, referente de las mujeres de la época que se liberaron  de la interesada protección del varón; luchadora hasta llegar al heroísmo, independiente como para vivir sin compañero y solo hipotecada por sus convicciones liberales. 
Creía en la nueva  España, la de la Constitución  de 1812 (La Pepa), la que sustituyó a la primitiva; la de misal, martirio y silencio por la de la libertad y el progreso. El enamoramiento creció, hasta que, en la era, entre gavillasde cebada, la pasión venció a las formas y entre sus faldas encontré el placer y nos amamos hasta el alba. Desde ese día, solo pensaba en ella, no la olvidaba ni siquiera en los enfrentamientos contra los franceses. Los ideales políticos nos aproximaron y nos distanció mi prepotencia. No la olvidé.

-Yo estuve,  rodeado por más de tres mil hombres y me sentí solo. 

En uno den los asentamientos de la guerrilla se encontraron con María y coincidieron con El Empecinado. Gabriel los presentó. 

- María,  El Empecinado, mi general. Para todos nosotros, "el general"

María, enmudeció ante el mito e hizo un gesto para postrarse, que Juan Martín evitó. Sus ojos, sin obstáculos, intercambiaron miradas cómplices. Los de Juan Martín, siempre al acecho, descansaron y solo buscaron la complicidad en la mirada. Bastó ese instante y Gabriel tuvo miedor a perderla. La alejó con una falsa disculpa y se despidió.

-¡Hasta mañana María!

María, no se giró, ni respondió.

Gabriel sentía que perdía la batalla; esperaba, por sorpresa, ganar la guerra.






Javier Aragüés (Mayo 2015)



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jueves, 18 de junio de 2015

DEPALABRAS. Relatos Eróticos


El Gènere Eròtic













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Cuento. CINE INTERRUPTUS



Si me pidieras una relación  íntima te diría que no, que no estoy preparada, que poner ahora un hombre en mi vida cuando me queda tanto por aprender, tanto todavía por hacer, resultaría un lujo excesivo, un derroche de tiempo y energía.

Pero el viernes por la noche, en el cine, a tu lado, con mi mano entre las tuyas y una buena película -que siempre eliges cuidadosamente-, no deseo otra cosa: que no acabe nunca. 









¿Te imaginas que en la sala de al lado, en la 11 o en la 13, existiera un sofá donde prolongar este sentimiento de ternura que nace callado en la butaca o el deseo que asoma despacito entre planos y secuencias? Oh, qué gozada si pudiéramos unir nuestro abrazo al de los protagonistas, compensar su desdicha, solidarizar-nos con su causa, compartir su aventura!

Algo se quiebra, algo queda para siempre en los folletos olvidados en las butacas, esparcidos por el suelo, algo se pierde en el largo corredor de cemento, pintarrajeado de amarillo chillón o verde inclemente, de salida hacia la calle. 










Y de pronto ya  sé que me abandonas. Y estoy sola en la noche anónima de la ciudad, pisando oscuros adoquines, sin rumbo entre el llanto de neones y farolas.

Llego a casa despacio, con el alma encogida y  me acurruco en el sofá sin ánimo de desvestirme, sin ningún sueño, hecha un ovillo de sentimientos, de emociones, de películas interrumpidas.



Lluisa Esteve Boada  (Junio de 2015)




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Cuento. LAURA


I.
- Ring, ring, ring. . .
- Si.
- ¿Eres Laura?
-Sí, ¿con quién hablo?
- No sé si me recordarás, nos conocimos en el New York, hace unos años.
- Bueno, he conocido muchos hombres en el New York.
-Conmigo viviste una historia singular, seguro que sabes quién soy.
-¡Santo cielo! ¿Es posible que seas  Xavier?
- Sí, soy Xavier.
- ¡Vaya sorpresa! ¿Qué es de tu vida?
- Hay alguna novedad, es que voy a casarme y quería invitarte a mi fiesta. Habrán muchos de mis amigos, seguro que te lo pasarás muy bien.
- ¡Oye!, me hace mucha ilusión que te hayas acordado de mí . ¡Claro que voy a venir! ¿Qué  día será la boda?
- Pronto, dentro de dos semanas, el quince de mayo, en Santa María del Mar.
- ¡Guau, deberé darme prisa, quiero seducirte de  nuevo!
- ¿Estás tan guapa como cuando nos conocimos?
   ¡Bueno, esto lo decidirás tú cuando me veas. Pero no puedo acabar de creérmelo.   ¡Dime que no me estás tomando el pelo!
- ¡Por Dios mujer! Nunca te tomé el pelo, y menos iba a hacerlo ahora.
- Esperaré con impaciencia el día quince. ¡Adiós guapo!
- Adiós, Laura.


II

 Había conocido a Xavier tres años antes en el New York, una sala  de fiestas  al final de las Ramblas, donde yo trabajaba.  Presentaban un espectáculo esgañosamente de “streep-tease”, lo  máximo que  permitía  la censura en la Barcelona  de los años sesenta.  Con  una  música  sensual  y el juego de luces y sombras, se  conseguía crear un  clímax  que invitaba a cualquier fantasía. Soy gallega y vine a Barcelona para buscar trabajo, no fue nada fácil.  Soy una chica joven y relativamente atractiva y al final  me contrataron para alternar y entretener a los clientes. Con Xavier, un chico joven, despistado y tímido,  viví una historia muy particular.

 La  primera vez que, por curiosidad, vino a aquel local se acercó a mi  con timidez y me invitó a una copa. Hablamos de las chicas sexis que actuaban en el espectáculo y poco más,  Eso fue todo  lo que dio de si  aquel primer encuentro.  Le debió  gustar aquella visita pues  al cabo de unas semanas volvió y directamente me buscó en la barra, que digamos era mi puesto de trabajo. Charlamos  animadamente y me contó algo de su vida, su familia, sus estudios, su trabajo, sus aficiones.  Poca cosa más hay que añadir a estos primeros encuentros con Xavier. Con el paso del tiempo  mi relación con él  fue cada vez más íntima y de mayor confianza mutua  y llegó lo que es inevitable entre un hombre y una mujer jóvenes.  








Besos y caricias, hasta  que al cabo de unas cuantas visitas  me propuso un encuentro amoroso, que a mí me encantó, pues en realidad Xavier, a pesar de su timidez, me había seducido. El día de la cita, Xavier se presentó a la hora  prevista muy nervioso. Subimos a la habitación, traté de tranquilizarlo con poco éxito, y empezamos a desnudarnos. Él, con muy poca habilidad,  no conseguía desabrocharme el sujetador  ni acababa de desnudarse, fui yo quien le tuve que ayudar.  Ya en la cama  se consumó el desastre, no pudo aguantar ni las primeras caricias y en pocos segundos todo había acabado. Muy avergonzado se tapaba la cara  y yo trataba de  consolarlo  diciéndole  que esto ocurre normalmente  en los primero encuentros.

A este primer día siguieron otros muchos, más placenteros y excitantes. Xavier fue tomando confianza conmigo y su autoestima subió considerablemente. Era otra persona, encantador como siempre, pero mucho más seguro de si mismo  Mi relación con el  duró todavía algunos meses hasta el día que me dijo que había conocido a una chica de la que se estaba enamorando, y  dejamos de vernos.  Nuestra relación había sido una cosa  especial que recordé durante mucho tiempo.
  



III 

Llegó el día de la boda  y yo ansiaba encontrarme de nuevo con el hombre  al que   había enseñado a hacer el amor. Me había comprado un vestido negro, que siempre queda bien, ceñido y con un escote de vértigo. 






Llegué puntualmente a la iglesia, entré timidamente  y me senté en uno de los últimos bancos esperando nerviosa la llegada de mi amigo. Al cabo de un rato, que se me hizo eterno, entró acompañado de su madre. Miraba a cada lado  y al verme me reconoció  al instante dedicándome una gran sonrisa que me tranquilizó y me hizo feliz.

Cuando terminó la ceremonia  todo el mundo se precipitó a la puerta del templo para aplaudir a la pareja de recién casados. Se prodigaron besos y abrazos entre familiares y amigos y al cabo de un rato Xavier empezó a buscarme, me abrazó con cariño y  me presentó a su mujer y a sus padres y no se le ocurrió otra cosa que decirles que era la fisioterapeuta que le había tratado de no sé qué  accidente. Esta explicación, quizá, no fue muy creíble, pero en fin, se había cubierto un trámite  indispensable para justificar mi presencia  en aquel evento. Uno de sus amigos me llevó con su coche al restaurante donde se celebraba la fiesta.


Todo  fue muy fácil  y empezaba a encontrarme cómoda entre aquellas personas desconocidas. El lugar era espectacular y la cena resultó espléndida.  Me divertí con  los invitados de mi mesa. Yo intentaba dar credibilidad a mi condición de fisio, procurando no entrar en demasiados detalles. Como era costumbre, al terminar la cena empezó el baile, que abrió la pareja de casados. Sin darme  cuenta  me encontré en la pista de baile con uno de los chicos de mi mesa, pero no fue el único, pues todos los amigos de Xavier pasaron por mis brazos. Al parecer mi vestido había surgido el efecto previsto, resultaba del agrado de mis parejas de baile, que acariciaban mi espalda y todo lo que yo les permitía.

Al cabo de un rato se me acercó Xavier con su mujer y cambiamos de pareja. Me encontré en sus brazos diciéndome, al abrazarme, que estaba muy contento  de encontrarse de nuevo conmigo, que estaba tan guapa como cuando me había conocido. Seguro que mi perfume despertó en él todos los recuerdos. La capacidad evocadora del olfato es extraordinaria al incitar la mente a recuperar los mejores recuerdos de otros tiempos. Pasó su mano por mi espalda y me pareció que se estremecía al notar que no llevaba sujetador. Recordamos nuestros primeros besos y caricias, los encuentros amorosos, el sexo que vivimos juntos, hasta que nos emocionamos. 








De nuevo se acercaba su mujer, una chica guapa y muy joven, que se lo llevó dedicándome una picara sonrisa.


La noche transcurría muy animada  con baile, alcohol y risas, hasta que hacia la una de la madrugada muchos de los invitados ya empezaron a marcharse y el ambiente se relajó considerablemente. En  estas me di cuenta que Xavier, que estaba solo,  desde el otro lado de la sala, me hacía señas con la mano para que me acercara. Llegué hasta él. Cariñosamente me cogió  de la mano y me arrastró hasta la escalera que conducía a las habitaciones del hotel. En aquel instante adiviné sus intenciones. Entramos en  una habitación que al parecer habían reservado para cambiarse de ropa.  Xavier me besó mientras intentaba quitarse su ropa y la mía. En pocos segundos me encontré casi desnuda, pues tampoco llevaba medias y veía como volaban mis braguitas, Nos echamos en la cama e hicimos el amor apasionadamente. Fueron sólo unos minutos excitantes, que me transportaron a otra habitación de hotel, mucho menos lujosa, con un chico tímido y despistado al que ponía al corriente de las delicias del sexo. Terminamos pronto, nos recompusimos rápido, Xavier con tejanos y un polo y su traje de boda en una percha. Iba a encontrarse con su mujer, y  se despidió de mi con un fuerte abrazo . Tuve el tiempo justo de decirle:

         - Harás muy feliz a tu mujer - y me respondió
         - En parte será gracias a ti

Esperé unos minutos y con mucho sigilo salí de la habitación, no sin antes   asegurarme de que nadie podía verme, bajé las escaleras tranquilamente, me mezclé con los pocos invitados que terminaban su última copa y salí a la calle. Necesitaba respirar  aire fresco y relajarme un poco, después de un día cargado de recuerdos y emociones.  

Josep M. Arús


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Relato Erótic. NIT D’ENVELAT
  
Diu i desprès somriu:

   “Eren els anys setanta, jo devia tenir catorze o quinze anys.Com passa el temps!  vivia al camp, en una masia a prop d’Olot, amb els pares i els meus germans. Érem tres i molt ben avinguts. El més petit era la joguina de casa, tots volíem agafar-lo i donar-li una pilota per fer xuts; la mitjana, la Maia, tenia vuit anys i es passava el dia llegint còmics asseguda a l’era de casa.








   

A mi em començava agradar sortir amb nois per coquetejar una mica i per allò de “trobar el príncep blau”. Les discoteques no em feien el pes, massa soroll i a més els pares m’ havien d’ acompanyar, la que estava més a prop era a 15 quilometres. Per això m’ acontentava amb el ball de Festa Major i festes similars. També anava sovint al cinema amb els nois de la colla o feia excursions a berena al bosc per fer petar la xerrada.

   Però heus ací que la mare pensà que a la meva edat ja era prou gran per presentar-me en societat al ball de la Festa Major.
  Em vaig comprar un vestit vermell amb uns volants que arribaven a mitja cama i em vaig posar uns semi talons que feien molta patxoca. El perruquer em va fer uns tirabuixons llargs que em cobrien les espatlles. Semblava realment una noia de revista.

   El dia del ball, em vaig passar la tarda davant del mirall, provant poses i gestos que m’ afavorissin perquè volia ser “La plus belle pour aller danser” com cantava la Sylvie Vartan. La Maia va comentar:
-Sí que ha crescut l’ Isabel, ja és tota una doneta. A mi encara em falten uns anyets per anar a l’ emvalat.

   Un cop allà, ens vam instal·lar en el palc  amb els pares. Vaig tenir força èxit, de seguida em va treure a ballar un noi que a primera vista semblava atractiu però que ballava com si trepitgés raïms. Vam començar a parlar de música i em va posar el corrent dels seus amics del col.le. En mig de la conversa, molt educadament, em va dir:

   -Vols ballar una altra vegada? però no em diguis que estàs cansada i que vols una coca-cola, no acostumo a convidar ningú.
   A mi em va sortir la mala baba que m’ acompanya sempre:
   -Mira nen, ja et pots estalviar el beure o el que sigui perquè no penso tornar a ballar amb tu.

   El noi va quedar palplantat com un estaquirot. No vaig voler veure’l mai més. Quan et trobava pel poble li girava l’ esquena. Quin tiu més garrepa!

   Molt dignament vaig anar a seure amb els pares. Em vaig treure les sabates i em vaig lligar el cabells amb una goma perquè feia molta calor.
  Aquesta va ser la meva iniciació al ball”




                                                    Mariona Bigorra


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Relato Erótico. TÚ Y YO


¿Recuerdas los días en la playa cuando nos buscamos? Nadie  nos presentó y nos averiguamos sin conocernos. Tú aroma ahogaba los tonos del aire al llegar a mi y posaba sobre mi piel ardiente por el sol y la proximidad. Nada se daba por hecho, excepto tu deseo que por pudor ocultabas en la arena. Me enseñaste el camino a la gruta disimulada. Yo, cómplice con  las olas y sin obstáculos, traspase el umbral sin dejar  de soñar. 





En la cueva, la penumbra hacía posible todo lo inalcanzable y las caricias  Al vaivén, sin coordinar, nos movían  los deseos y te acorralaban hasta verte sobre mi cuerpo. Ya en la oquedad, estirada, escondías tus pechos turgentes entre los brazos, preludio de lo más reservado y envidia de mis pensamientos. El suelo húmedo por el mar y por ti, lo calentabas con tu cuerpo. Ayudabas hasta la salida del sol, cuándo la luz  penetraba en el lugar más recóndito, sin excusas, mientras los ojos buscaban la satisfacción en la mirada y aparecía una sonrisa de placer; los labios, ahora sí, esperaban los besos.









Los cuerpos unidos por las salpicaduras del salitre y el placer, se despegaban lentamente. Los labios cortados por el ir y venir de la voluntad, pedían continuar en contacto. Como no se agotaba el tiempo, la gruta era un cauce de amor desde el que se podía contemplar, en medio de una noche iluminada por la luna, el romance en silencio con el sol. La luna le provocaba hasta hacerle salir dispuesto a emparejarse. Se fundían con el día y su lecho era el horizonte. 

Al abandonar la fosa del placer, colmados de gozo, decidíamos cuándo regresar a la gruta; siempre que los sentidos y una  túnica púrpura en la piel lo permitiera. Gozar una y otra vez, en ese lecho invisible, al margen de los celosos de nuestro amor y con las caricias que tú y yo compartíamos.


Javier Aragüés (Junio2015)


DEPALABRAS. Biografías


El gènere biogràfic










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Biografía. SOLA


Quan un dia el meu germà gran em va dir:"Joana, a partir de primers de mes ja no tornaràs a anar a escola perquè hauràs de tenir cura del pare", el meu mon es va ensorrar. Tenia onze anys i l'escola era el lloc on hagués volgut passar les vint-i-quatre hores del dia.


Soc la petita de tres germans. De fet ningú no s'espèrava un nounat en la familia Torrella. Ja tenien dos fills:un de vint-i-cinc anys i un altre de vint-i-dos. Treballaven a la adoberia del pare i en representaven la continuïtat.

Quan la meva mare va anunciar que potser estava embarassada, tothom, metge inclós, va pensar que es tractava d'un tumor. Però no, era jo, i vaig neixer el dia de Sant Joan. Per això em dic Joana, Joana Torrella. De fet no s'hi van escarrassar gaire en buscar-me un nom tenint en compte que el meu pare es deia Joan i el meu germà gran també. Com que era l'hereu...

Quina festassa a can Torrella, per Sant Joan, devia pensar tothom. Doncs no, com qualsevol altre dia. De fet, a casa meva, tots els dies eren iguals. No hi havia ni festes grosses, ni petites, ni res de res. Els primers anys de la meva infantesa m'adonava que era festa perque no havia d'anar a escola. Anar a escola era festa per mi, era el que més desitjava. Allà hi havia nenes de la meva edat amb qui jugar , parlar, riure i oblidar-me de la solitud, tristor i aïllament que m'esperaven, dia rere dia, any rere any, darrera la porta d'entrada a la que se suposava era la meva llar. Casa meva era com un cementiri on els morts es movien.










Dos anys després del meu naixement, a la mare va agafar el que en deien "un mal aire" i ja na va poder caminar mai més. La seva vida transcorria entre la cadira i el llit transportada per una monja que alhora també tenia cura de mi fins que vaig poder anar a escola. Els meus pares i els meus germans marxaven a treballar, de bon matí, i no tornaven fins al vespre. Jo, asseguda en un racó, a estones jugava amb una nina esparracada heretada d'una cosina o escoltava la fressa que feien uns coloms que criava el meu germà gran en una gàbia instal.lada a la terrassa del menjador. ¡Quantes vegades m'havia adormit i despertat amb aquest música de fons! Encara ara, molts anys desprès, em sembla sentir-la dintre meu.

Així van transcorre els primers onze anys de la meva vida fins que al pare li va donar un "atac de feridura".
  

Elena López




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Biografía: Marie Curie


     Quan tenia vint-i-quatre anys s’inscriu a la Sorbona per estudiar matemàtiques i física,on creua per primera vegada el que més tard seria el seu marit,Pierre Curie. Plena d’ entusiasma i encoratjada per una gran passió, escriu en el seu diari:”Era l’ única dona de la classe, els homes em miraven amb una certa desconfiança, deurien pensar que jo no era tan valida com ells...”

  El1894 obté la llicenciatura de física, i és número u de la seva promoció. Tenia vint-i-set anys i pensà en la possibilitat de quedar-se a viure definitivament a Paris desprès d’un estiu passat a Polònia per cuidar del seu pare vidu i sol.

   Tornà a la ciutat de la llum perquè li havien donat una beca per estudiar matemàtiques a la Sorbona. El seu destí no estava clar. Dubtava entre quedar-se al costat del pare o anar a la universitat, ara que se li presentava una altra vegada aquesta oportunitat.













 Diu en una carta dirigida al seu oncle:” No es necessari dir que estic molt contenta d’ estar una altra vegada a Paris...Tota la meva vida està en joc, és per això que m’hi quedaré sense remordiments de consciencia, el pare està bé...”



Va ser en mig d’aquesta lluita que va trobar Pierre Curie, professor de física, dislèxic i solitari. Un amic comú, un físic polonès de visita a París, els va convidar a sopar a l’hostal on estava allotjat. Ella quedà impressionada per la seva mirada clara, la manera de parlar lenta i reflexiva, el somriure greu i jove que inspirava confiança. Van començar a parlar de qüestions científiques i desprès de temes socials, la conversa va resultar ser agradable i amistosa. Malgrat la diferencia entre els seus països d’origen, existia una gran afinitat en la seva concepció de vida. La capacitat intel·lectual d’ en Pierre la va seduir i van decidir casar-se en una cerimònia senzilla en la què van recollir uns diners que van aprofitar per comprar dos bicicletes i anar a fer turisme per França,hostatjant-se en fondes humils i vivint austerament.

El seu matrimoni durà onze ans. Van viure pobrament sense laboratori ni sales per fer els estudis sobre la radioactivitat. En un racó de jardí van col·locar un resguard i hi van ficar tot el material que utilitzaven. 

    Pierre va ser atropellat i morí el 1906 deixant Marie desconsolada, amb pocs recursos i dues nenes petites, l’Ève i la Irène.
   Marie escriu en el seu diari del primer de maig de 1906:

   “Pierre, com em dol tot el que hi ha en aquesta casa que has deixat. L’ànima de la casa ha marxat, tot està trist i privat de sentit.
  Et vam ficar al taüt el dissabte al matí, i jo sostenia el teu cap mentre ho fèiem. No haguessis volgut que ho fes una altra persona, oi que no?Et vaig besar, vaig deixar l’últim petó sobre la teva cara freda però tan estimada com sempre. Desprès, unes flors a dins i un petit retrat meu de “jove estudiant aplicada”que tu deies que t’agradava. Aquest era el retrat que havia d’acompanyar-te a la tomba, perquè era d’aquella que tu havies triat per ser la teva companya, la que va tenir la sort d’ agradar-te tant que no vas dubtar en oferir-li compartir la teva vida. Sovint em deies que havia sigut l’única vegada de la teva vida en què no havies dubtat, perquè tenies l’ absoluta convicció d’actuar correctament. Pierre meu, crec que no t’ equivocaves, estàvem fets per viure junts i la nostra unió s’havia de fer realitat. Per desgracia va durar poc...”








                            


Desprès de la mort del seu marit, va ocupar la càtedra de Física de la Sorbona que ell havia deixat. El primer dia l’expectació va ser gran ja que era la primera vegada que una dona hi impartia una classe. Les aules es van omplir d’ estudiants i de curiosos.

   Aquesta polonesa exemplar va ser capaç de guanyar dos premis Nobel:un de Física el 1903 amb el seu marit en reconeixement dels estudis sobre els fenòmens de la radiació descoberts per Henri Becquerel i un altre de Química el 1911.
   Dona lliure lluitadora i transgressora, va morir cega el 1934 i el seu cos juntament amb el del seu marit va ser traslladat al Panteó de París el 1995, en una solemne cerimònia presidida per François Mitterrand.
Va ser la primera dona que va obtenir un premi Nobel i també la primera que va entrar al Panteó d’homes il·lustres.
   
                                                                                      Mariona Bigorrra




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Biografía: Reflexiones de una Zarina


He cometido muchos errores en mi vida, soy consciente de ello ahora que ya no tiene marcha atrás. Debo decir en mi descargo que ni mi querido esposo ni yo fuimos conscientes de que estábamos causando daño o perjuicio a nuestro pueblo, ¿pueden creerme?
Muchos dirán: no querían saberlo, que es distinto. Les aseguro que no teníamos ni idea. A nosotros los aristócratas se nos enseñan muchas cosas, muchas, pero todas relacionadas con un tipo de vida a la que estamos destinados por nacimiento y no por convicción y en muchos casos, lo sé porque lo he vivido en mi propia familia, uno se encontraba tomando las riendas de un país cuando por ley de vida todavía no te correspondía gobernar. Si el gobernante desaparecido había tomado la precaución de formar a su descendiente en el cargo, perfecto; pero ellos mismos probablemente se habían encontrado en la misma situación repentina y algunos, quizá más despiertos que otros, habían salido airosos del trance.
A mi esposo Nicolás, lo educaron para ser Zar de todas las Rusias en un futuro, pero su padre nunca le enseño como dirigir a un pueblo de ciento cincuenta millones de personas. Jamás le hablo de cómo debía hacerlo en el día a día, en que personas podía confiar para ayudarle a dirigir a aquel vasto país. Claro que el pobre quizás pensó que ya habría tiempo para eso, pero murió muy joven, tan solo tenía cuarenta y nueve años de edad y mi pobre Nicky a los veintiuno se encontró con todo el pastel.
De los pocos aciertos de mi vida el mejor de todos fue casarme con él. Nos enamoramos nada más conocernos. El tenía diecisiete años y yo 12, tardamos cinco años en casarnos pero nuestro amor nunca dejo de estar presente y ha perdurado hasta el día de hoy con igual intensidad.
Nos convertimos en sus Majestades Imperiales en un abrir y cerrar de ojos. ¡Éramos tan jóvenes! Nicky estaba terriblemente asustado y yo deseaba ayudarle con todo mi corazón. Recuerdo con terror cuanto sufrí en aquellos días por causa de mi suegra. 














Joven todavía después de pasar el duelo por 
la muerte de su esposo, quiso retomar el protagonismo como Zarina, negándome el privilegio que me correspondía por derecho. Fue muy duro. Hasta que no tuvimos nuestra propia casa, era un no vivir. Mi esposo me comprendía, pero era incapaz  de enfrentarse a su madre. Mi dulce Nicky.
Nos trasladamos a Tsárkoye Selo, a pocos kilómetros de San Petersburgo, y allí empezó realmente nuestra vida familiar. Mi suegra y la encopetada y lujosa corte criticaban mis gustos a la hora de decorarla, pero nosotros fuimos muy felices. Allí aprendí a amar a Rusia y comprender la vida de aquel pueblo de campesinos que nos adoraban.

Estábamos orgullosos de nuestras preciosas hijas y cuando nació nuestro pequeño Alexis destinado a ocupar el puesto de su padre, respiramos tranquilos. Sin embargo  el destino no me dejo disfrutar de la alegría, pues nuestro pequeño hijo heredó de mí  la enfermedad de la que yo, pobre de mí no sabía casi nada en aquel entonces, la hemofilia. Sabíamos que si no sufría ningún accidente se podía controlar, pero amargó considerablemente nuestra vida. Gracias a la religión, gran consuelo para mí, conocí a Pushkin y gracias a él nuestro pequeño creció sano y hermoso y llegar sin contratiempos graves a los trece años que tiene ahora.
Pushkin, que tanto ayudo a mi marido con sus consejos, cayó en desgracia y fue asesinado vilmente. A partir de entonces todo empezó a descontrolarse. El pueblo se volvió loco. La gran guerra trajo mucha miseria y los revolucionarios crecieron como registro, envenenando la mente del pueblo que siempre nos había adorado y lo volvieron contra nosotros.
Mi esposo para evitar un mayor derramamiento de sangre cedió a las presiones y finalmente abdico en  marzo de de mil novecientos diecisiete. 









Nos aislaron en nuestra casa de Tsárkoye Selo, vigilados continuamente por soldados que no nos guardaban ningún respeto; insultos frio intenso, mala comida…  nos permitían salir a respirar a los jardines del palacio treinta minutos al día. Solo entonces podíamos estar todos juntos. Fue terrible, así estuvimos durante meses.

Pedimos asilo a Inglaterra, pero nuestro primo Jorge nos lo denegó. Los bolcheviques decidieron trasladarnos entonces a Ekaterimburgo, cerca de Moscú. Creían que allí el Ejército Blanco que seguía siendo fiel al Zar tendría menos posibilidades de liberarnos.
Nos alojaron en una casa que había sido del gobernador, mucho menos confortable donde el frío era todavía más intenso. Nos permitieron conservar a dos o tres personas de nuestro servicio que siempre nos fueron fieles.
Y aquí estamos todavía hoy, dieciséis de diciembre de de mil novecientos dieciocho, sin saber que va a ser de nosotros. Sufro mucho por mis hijos. Tengo un mal presentimiento.
La familia real fue despertada de madrugada y junto con las personas a su servicio fueron obligados a bajar a las cuadras sin darles tiempo a vestirse. Les dijeron que allí abajo estarían más seguros. El Zar llevaba en brazos a su hijo Alexis. Cuando estuvieron todos, entraron diez soldados fuertemente armados. Dispararon sobre ellos indiscriminadamente. El primero en caer fue el zar Nicolás, que llevaba en brazos a su hijo; después la zarina de un tiro en la cabeza. El pequeño Alexis, a quien su padre había protegido con su cuerpo vivía todavía. Fue rematado por varios disparos. A las cuatro princesas se las remató a golpe de bayoneta.
Los cuerpos de la familia real fueron quemados y enterrados en algún lugar desconocido. En el año 1980 sus restos fueron encontrados. Actualmente, el zar y su familia fueron sepultados en la fortaleza de San Pedro y San Pablo en San Petersburgo en 1998, pero los restos de Alexei y María nunca fueron encontrados.

Luisa Giraldo Lozano
Curso de escritura creativa. Relato histórico. Mayo 2015


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Biografías: Record de Josep Palau  i Fabre


«He donat el meu cor a una dona barata.
Se'm podria a les mans. Qui l'hauria volgut?
A les escombraries una bella sabata
fa el mateix goig i sembla un tresor mig perdut

Totes les noies fines que ronden a ma vora
no han tingut la virtut de donar-me el consol
que dóna una abraçada, puix que l'home no plora pels ulls, plora pel sexe, i és amarg plorar sol (...)»
                           La sabata, març de1943

Aquest sonet, llegit  en una tertúlia literària, escandalitzà la societat catalana del franquisme, «acomodada i rància», que li féu el buit, i contribuí a què la seva mare, una francesa religiosa i puritana en extrem, el desheretés més endavant. Un dels signants com a testimonis va ser el seu company i amic fins aleshores, Salvador Espriu.

«Ja no sé escriure, ja no sé escriure més,
la tinta m'empastifa els dits, les venes, 
he deixat al paper tota la sang»

                          Comiat, 1945

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Palau, que s'ha significat com a activista cultural, amb actituds radicals i reunions clandestines, es distancia de la seva família, partidària del règim franquista, obté una beca del govern francès  per a dos anys i s'exilia voluntàriament a París.   







L'estatge en dura dotze. A l'ambaixada mexicana, aconsegueix una petita feina que li deixa temps per continuar escrivint poesia, teatre, contes i crítica i compleix un dels seus somnis prioritaris: conèixer personalment Pablo Picasso, ja aleshores un dels pintors de renom internacional, absolutament blindat a periodistes i admiradors. Un amic comú, Ferran Canyameres, els presentà. Palau ja ha escrit llavors dotze llibres sobre el mestre malagueny i Picasso es  rendeix  a la devoció del  jove biògraf. 

L'estatge en dura dotze. A l'ambaixada mexicana, aconsegueix una petita feina que li deixa temps per continuar escrivint poesia, teatre, contes i crítica i compleix un dels seus somnis prioritaris: conèixer personalment Pablo Picasso, ja aleshores un dels pintors de renom internacional, absolutament blindat a periodistes i admiradors. Un amic comú, Ferran Canyameres, els presentà. Palau ja ha escrit llavors dotze llibres sobre el mestre malagueny i Picasso es  rendeix  a la devoció del  jove biògraf. 











La sensibilitat  artística i el gust per l'avantguarda se les troba a la casa familiar del carrer del Bruc, amb el seu pare, Palau i Oller, decorador i pintor notable, que hi rep amics com el poeta Salvat Papasseit. Fabre concep  l'art com una aventura temerària, com la recerca iniciàtica d'un sentit essencial i assumeix el discurs del somni, del visionari i del foll.

LLUÏSA ESTEVE  


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Biofrafía. Atanasio Campos


¡¡ Riiiing, riiiing…!!! Un enjambre de batas grises desbocadas rellenas con carne -algunas con no tanta- asaltaba el corredor. El  pasillo cercado por las puertas de las clases, a un lado y, ventanas acristaladas, translucidas por la suciedad, al otro; no dejaban pasar la luz ni la  imaginación. ¡La guerra había acabado!
"La Casa del Pueblo" había pasado a ser escuela pública. Las paredes se levantaban desde un patio interior, con cucarachas desenvueltas y perfume de humedad. Era un siniestro lugar de recreo para los alumnos y de descanso para los maestros. Los días de frio y lluvia desalojaban a todos del patio, se refugiaban en las clases y lo cotidiano desaparecía.







Atanasio procedía de un pueblo de la sierra, equidistante de Segovia y Madrid. Los habitantes dependían de una tierra baldía, que cultivaban una y otra vez con escasos resultados. La pobreza y el analfabetismo eran la heráldica del pueblo.
¡Hijo, “no vales para el campo"! decía la familia preocupada por su futuro. 
La vocación religiosa no era lo intensa que exigía el cura del pueblo. Su afinidad con la benemérita, era nula. Tampoco militar. Tenía que buscar una ocupación para salir del pueblo y ganarse la vida.

¿Y Funcionario del Estado? Los parientes de Madrid podrían alojarle y soportar su presencia en tanto que preparaba la oposición.
Los padres ayudaban por lo poco que gastaban en el pueblo y con lo que obtenían de las insuficientes cosechas. A los parientes los compensaban con los productos de “la matanza”.

Con todo, llegaba al magisterio orgulloso. Un Maestro Nacional con un título que le concedía la República después de considerables sacrificios, una oposición cristalina y debilidades como todos. “Tanis”, para la familia y compañeros, languidecía en silencio, en un rincón del patio, separado de los otros maestros que "echaban un cigarro” durante el recreo. Recordaba el pueblo, la ayuda de su familia y lo conseguido. No impedía que algunas noches, con los amigos, frecuentara el barrio de Echegaray en Madrid, conocido por las gangas en amor a cambio de alimentos, si "no se tenía suelto”. Salían a pasear los deseos más primarios que ocultaba Tanis.
  
Como Director de un Centro de enseñanza, con escasos recursos y menos pretensiones, se sentía superior a sus compañeros e incapaz de conseguir el respeto de los alumnos. La antigüedad como docente, su buena planta y la idolatría por la literatura, a la que dedicaba gran parte de su tiempo, eran cualidades con las que competía y no tenía contrincante. Marisa, alimentaba su motivación; compañera, diputada por el PSOE y madre de dos hijos; inducía  a Atanasio a ser un compañero diferente en aquel tiempo.

El fin de la guerra cambió los contenidos y los decorados. Dos protagonistas de una película de terror, en blanco y negro, presidían la clase. Encriptados en marcos amarillentos y en medio, un Cristo semidesnudo sin venir a cuento.

Los chicos (los alumnos) no le respetaban. Utilizaba una larga vara de fresno con la que les golpeaba en la palma de la mano para enderezar su conducta y purgar su frustración como maestro. Los otros maestros utilizaban la misma pedagogía aunque la motivación era diferente y se quedaba en el correctivo.
La antigüedad era la que determinaba el puesto y no los conocimientos. Como Director reunía los atributos y se sentía cómodo. En el colegio, todos acostumbraban a repetir la lección mal aprendida y el obligado bis religioso al salir y entrar de clase. En el ritual de cada viernes se representaba alguna escena hiperrealista del Antiguo Testamento. Se dibujaba  sobre un encerado negro acharolado, con trazos de yeso blanco y, tizas de colores. Un paño mugriento y empolvado, en un  extremo, era el corrector  de los errores. Atanasio repasaba clase por clase dando su aprobación

Al fin lograba ser funcionario en un grupo escolar (antes, miliciano de la cultura para el Frente Popular). Las tropelías de "los vencedores" cambiaron la profesión de Tanis. En el primer año de “la victoria”  pasó  de la enseñanza a la hostelería. Fue represaliado por pertenecer a la C.N.T. El carnet de afiliado como sindicalista era el pasaporte para terminar sus días como camarero en una conocida cafetería de la Puerta del Sol. ¡Todo el esfuerzo perdido! Y como muchas personas, inmersas en un "sinhorizonte".

Pasaban los años y Atanasio no soportaba su desempeño en casa, ni la nueva profesión. De nuevo, Marisa le apoyaba en los momentos más íntimos, en los largos paseos sórdidos en los días de fiesta y le daba fuerzas para llegar al final. Hablaban de pasiones, de deseos, de las miradas cómplices y de los difíciles momentos de “la subvida”. De todo lo que les había hecho estar juntos.

Atanasio en el lecho, con una dulce sonrisa
y el título de maestro en las manos, se despedía.                                                                   
Javier Aragüés




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