domingo, 17 de abril de 2016

APRENDIENDO A NO VIVIR

Este relato se refiere a las etapas determinantes en la vida de Paris Jackson, según su diario.

Mis primeras anotaciones son textuales.

Me bloqueo al sentarme ante el confesionario de papel. Quiero expresar los periodos más importantes de mi vida y los recuerdos en silencio.
Antes de la muerte de mi padre, soy una niña.  A los once años, en el funeral de mi padre, me presento en sociedad. Basta una mirada azul, el rocío en las mejillas y unas palabras, escritas por otros, para dibujar  el momento. “Desde que nací, papá ha sido el mejor padre que uno pueda imaginar. Te quiero mucho”- dije. 

No quiero reconocer el motivo de su muerte, y menos, divulgarlo en las televisiones de todo el mundo. Sí, sí, mi padre muere por la ininterrumpida ingesta de sustancias, de todo tipo de drogas y por la obsesión por mutar su piel. No me libro del recuerdo. Me avergüenzo. Deseo permanecer en el anonimato desde esa fecha hasta la mayoría de edad. Todo cambia cuando conozco a Michael, mi novio.  Los dos queremos grabar la felicidad del momento. Congelarla. ¿Qué puedo hacer sin las redes sociales? ¿Sin tatuajes? Ahora sí quiero que miles de millones de usuarios me reconozcan. Dos frases, un beso y los tatuajes. El beso y la frase  de Michel: “Una de las mujeres más increíbles que he conocido”. Para mí, la de: “El mejor cumpleaños”. Anuncio una nueva etapa de mi vida. Los tatuajes recuerdan a los seres más queridos. “Reina de mi corazón”. Así me llamaba mi padre. Y una flor oriental con el nombre de Kaiselin, que es como llaman a mi abuela paterna.

Mi padre oculta mis cumpleaños. Me disimula. A mí y a mis dos hermanos, nos sobreprotege. Llega a ocultarnos, literalmente, con velos como consecuencia de su exposición a las excentricidades. Quien se oculta es él. Lo compra todo, nos compra a los tres hermanos, el más pequeño es de vientre alquilado. La vendedora es Deborah Rowe, mi madre, enfermera y segunda esposa de Michael Jackson. Así le llamo cuando quiero distanciarme. El precio de la transacción, una ganga para él. Ocho millones de dólares y una casa en Beverly Hills.










Todo lo que me ocurre es una premonición. Al morir mi padre vamos a vivir con mi abuela. Infancia complicada y adolescencia difícil. Me acosan en la escuela. Intento suicidarme dos veces. Presento síntomas de alcohólica. Me internan en un centro, mal llamado de rehabilitación.  Se puede decir que me recupero. Acudo, no muy convencida, a las reuniones de alcohólicos anónimos.

En octubre inicio una relación con  Chester Castellaw, conocido futbolista y mi esposo a pesar de los rumores. Tengo un hijo. Desde entonces me llamo Paris Chester.  Lo anuncio en las redes sociales.

En la clínica de rehabilitación he hecho buenos amigos. Snoddy, batería  de la banda de rock Street Drum Corps, es ahora,mi novio.  Con veintisiete años sabe lo que quiere. Me da seguridad. Mi familia está preocupada. La banda toca y exhibe la bandera confederada, la de los estados del sur; la de los estados racistas. No solo es la banda. Él muestra la bandera en un tatuaje en el antebrazo derecho sin darle importancia. Me explica: “Me lo hice cuando era más joven” . Si le tachan de racista responde: “Cómo voy a serlo si la familia de Paris es de color”. Me convence.

No sé cuál será mi profesión en un futuro. Por ahora me conformo con ser activa en Instagram. Fotos con amigos, con mi familia. Ser creativa. Rodeada de mis ídolos. Kevin Spacey.  Bob Marley. Elvis Presley Miley Cyrus. Justin Bieber; y de mi padre, Michael Jackson. El rey de mi corazón. Para el resto, el rey del pop. Mi vida, hasta ahora, empieza y termina con mi padre.




Javier Aragüés (abril 2016)

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