jueves, 12 de mayo de 2016

EL APAGÓN


No te veo. Bien sé
que estás aquí, detrás
de una frágil pared
de ladrillos y cal, bien al alcance
de mi voz, si llamara.
Pero no llamaré.
Te llamaré mañana,
cuando, al no verte ya
me imagine que sigues
aquí cerca, a mi lado,
y que basta hoy la voz
que ayer no quise dar.
Mañana... cuando estés
allá detrás de una
frágil pared de vientos,
de cielos y de años.

                                  Presagios. Pedro Salinas

      


En la puerta, golpes insistentes y una voz angustiada. En la sala, un fuego generoso es el responsable de mantener la reunión y atemperar la estancia. No estamos los habituales. Falta Nuria. Suplica: ¡Abrid! ¡Abrid! Incapaces de dibujar una intención, nadie se levanta. Las súplicas se convierten en gritos. Eduardo reacciona y abre la puerta. Nuria irrumpe en el salón, se siente protegida. Sacude la gabardina que no admite una gota de agua. Empapada, comienza a desnudarse delante de todos. Prenda a prenda, con lentitud.  El fuego, el ambiente y las miradas  hacen el resto. Nuria, consciente, se esmera, dilata los tiempos y retrasa el final. Eduardo le pregunta el porqué de su comportamiento.

- En la calle, una aguacero imprevisto. En las escaleras, una sombra y en el piso un grupo que me ningunea hasta que empiezo a desnudarme. 
Eduardo retiene la referencia a una sombra.

- ¿Cómo era esa sombra?

- No pude  mirar. Huí para que no me alcanzara.

- ¿Hombre o mujer?

- Eduardo, no sabría qué decir. Oía jadear, cada vez más cerca. Con mucha dificultad, conseguí llegar al piso, llamar a la puerta y gritar. El resto ya los sabes.

-Vístete,vamos a la habitación, junto al salón  y charlamos tranquilamente.

En la habitación, está el grupo. El ambiente es frío. Nuria sigue siendo protagonista y el grupo una sola voz. 

- Piensa. ¿Qué te ha pasado?

-Se lo he intentado explicar a Eduardo. Él no lo entiende. Yo estoy confundida.








Es el último comentario que se oye.  La habitación queda sumergida en la oscuridad. Eduardo, para tranquilizarnos, explica que es un simple apagón y la luz volverá en unos minutos. “Ha pasado otras veces”. 
Más de veinticinco minutos, continúa la oscuridad y el silencio. Eduardo lo rompe: "Encendemos unas velas, hasta que se restablezca la luz". Se reparten las velas. Dos  para cada cuatro. Sobra una. La comparten Nuria y Eduardo. Una llama, dos caras desdibujadas junto al rostro de la oscuridad. Un escalofrío recorre la seguridad de Nuria. Instintivamente, da un paso atrás. Siente el terror a la no luz. Se encuentra dentro de la masa homogénea e incierta, con tenues llamas y personas indefinidas. El miedo se esparce por la habitación. Nuria revive el momento en la escalera. Ahora no puede escapar. Se arma de valor y palpa la noche. No hay nadie, solo trazos de Eduardo y sus siluetas. Le llama. Las sombras se abrazan en silencio. Vuelve la luz. Se reconocen y se besan.                                       

    Javier Aragüés (mayo 2016)

  

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