miércoles, 26 de abril de 2017

FRAGANTE OPORTUNIDAD

Escucho el estertor del ascensor hasta convertirse en un chirrido grave, monocorde, amortiguado; se detiene, final feliz. Es Silvio, siempre llama a la puerta con dos tonos, después silencio. Puede estar ahí, detrás, horas esperando sin perder el tiempo, ni la sencillez. Nos conocemos hace años -matizo- nos frecuentamos; él, al menos viene dos veces por semana, yo le acompañó ausente. No olvido que es mi última oportunidad para compartir la vida con alguien que se deje querer y dé muestras de cariño, pero me cuesta convencerme. 





Hopper




Me ayudan las tardes que decido vivir con la pequeña hoguera en la que al quemarse cualquier gomorresina, me transporta al edén de los deseos sumergida en excitantes pensamientos. Silvio me reclama desde de su quehacer sosegado e insistente. No le basta mi presencia. Tumbada junto a él, con los muslos apretados, espera cualquier descuido para situarse entre mis piernas. Tras unos momentos de elaborado placer, me relajo mientras enciende el cigarrillo de la tregua que se confunde con el humo del incienso y vuelta al principio. De esto me quejo, soy feliz mientras nos rozamos, después queda el olor de él y el de la resina, suficiente para sentirme madura, independiente, en suma, mujer. Ventilo la habitación pero el vaho no se va, quiere seguir junto a mi, me rodea sin invadirme. Necesito esta fragancia al menos para hacer el amor pero sobre todo para seguir recelando sobre mi última oportunidad. 

Javier Aragüés (abril 2017)

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