Me impresionó esa mirada. Estabas lejos, tan lejos que quería pensar que llorabas por no verme, pero a la vez me decías: "Iluso... ¿Por qué crees que podías provocarme una lágrima?
Me sentí ridículo.
Te giraste y no pude evitar volver sobre la imagen. Enseguida advertí que me mentías. Porque eras tú, con esa expresión dulce y sin abandonar el llanto, la que se mostraba oculta tras una pintura; me invitabas a escuchar una canción o sugerías que me abandonara a lo que es más bello y atrayente, el arte. Eras tú la que se escondía tras la imagen y seguiste mirándome mientras se deslizaba una lágrima por tu mejilla.
Javier Aragüés (septiembre 2018)