Te encuentras en un barrio que no
sabes dónde está, ni siquiera aproximadamente. Todos te miran. Eres una más. Te ven
y ninguno te saluda, solo lo hace Santino pero para ti no cuenta, es tu amigo.
El vendedor de periódicos, que nunca ha tenido quiosco, anuncia una tragedia
como gran noticia, pero tú crees que está ocurriendo, eres parte de la
anomalía. Todos miran y solo algunos se giran indignados, quieren abandonar el
suburbio. Una pareja de ancianos espera pacientemente el autobús desde hace semanas para poder escapar y no sabe si debe seguir esperando o ha perdido la
oportunidad; tú compadeces a los que tan solo miran, también a los ancianos pero no puedes
ayudarles porque a ti te pasa lo mismo.
Estás en el suburbio, eres joven y tienes deseos de abandonarlo, porque piensas que es para toda la vida.
No quieres subsistir. Santino te entiende. En ese gueto parece que no hay
pájaros, tú no los ves —Santino tampoco— sin embargo el murmullo te recuerda el
trino de los que migran, que no son pájaros. Dudas si hay niños, no hay
risas, para ti es como si solo oyeras lamentos. Tú tienes trece años, los mismos que
Santino, estás en edad escolar, pero no vas a la escuela porque es un día
especial, para ti siempre lo es. Te acercas a recoger a tu hermano como
todos los días. Te acompaña Santino, que te ha dicho que en el colegio
tienen la fórmula para poder escapar del barrio. "Los colegios son cárceles cuando los
críos no pueden asistir, entonces el suburbio se extiende por todo el extrarradio hasta rodear la ciudad", te recuerda Santino. Sigues en la calle
confundida; los ancianos continúan a la espera, parecen no
alterarse, aunque ya solo esperan algo irreversible.
Una nube tupida de plumas negras se
cuela en la barriada. Parecen pájaros, solo son sufrimientos. Lo mismo ocurre
todas las primaveras, pero también en el resto de estaciones y los mayores
no se acostumbran, porque nadie se somete, tampoco Santino. Los
trinos se vuelven gritos. Los profesores, les dejan marchar a sus
casas. Los niños se agolpan en la puerta, corren con urgencia y
caen. Tú no los puedes ayudar y corres también. Tú asistes al
más rezagado, que no es tu hermano, es Santino que ha crecido, tampoco es tu
amigo; se levanta y no te espera. Todos se esconden tras el
miedo. Sabes lo que pasa porque dudas, te lo dice Santino.
Tienes una visión. Los profesores van todos uniformados con un traje color gris rata, no parecen docentes excepto el que está al frente que, aunque también lleva uniforme, es el que les manda. Ordena desmontar el colegio y prepararlo para habilitarlo como cárcel. De malas maneras, los hombres de gris recogen todo el material de las clases menos las risas de los niños. Tú no quieres ayudar, Santino tampoco.
Tienes una edad en la que ya no se puede asistir a clase, pero puedes ir a la cárcel. Desde muy joven no te gusta jugar, a Santino tampoco. Porque no sabes, porque no puedes y ya no tienes tiempo.
Tienes una visión. Los profesores van todos uniformados con un traje color gris rata, no parecen docentes excepto el que está al frente que, aunque también lleva uniforme, es el que les manda. Ordena desmontar el colegio y prepararlo para habilitarlo como cárcel. De malas maneras, los hombres de gris recogen todo el material de las clases menos las risas de los niños. Tú no quieres ayudar, Santino tampoco.
Tienes una edad en la que ya no se puede asistir a clase, pero puedes ir a la cárcel. Desde muy joven no te gusta jugar, a Santino tampoco. Porque no sabes, porque no puedes y ya no tienes tiempo.
Observas. Esperas otros tiempos. Te
acompaña Santino. Invariablemente, en el suburbio es primavera.
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FINA SENSIBILIDAD
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