jueves, 19 de marzo de 2020

EL SUBURBIO EN PRIMAVERA










Te encuentras en un barrio que no sabes dónde está, ni siquiera aproximadamente. Todos te miran. Eres una más. Te ven y ninguno te saluda, solo lo hace Santino pero para ti no cuenta, es tu amigo. El vendedor de periódicos, que nunca ha tenido quiosco, anuncia una tragedia como gran noticia, pero tú crees que está ocurriendo, eres parte de la anomalía. Todos miran y solo algunos se giran indignados, quieren abandonar el suburbio. Una pareja de ancianos espera pacientemente el autobús desde hace semanas para poder escapar y no sabe si debe seguir esperando o ha perdido la oportunidad; tú compadeces a los que tan solo miran, también a los ancianos pero no  puedes ayudarles porque a ti te pasa lo mismo. 

Estás en el suburbio, eres joven y tienes deseos de abandonarlo, porque piensas que es para toda la vida. No quieres subsistir. Santino te entiende.  En ese gueto parece que no hay pájaros, tú no los ves —Santino tampoco— sin embargo el murmullo te recuerda el trino de los que migran, que no son pájaros. Dudas si hay niños, no  hay risas, para ti es como si  solo oyeras lamentos. Tú tienes trece años, los mismos que Santino, estás en edad escolar, pero no vas a la escuela porque  es un día especial, para ti siempre lo es. Te acercas a recoger a tu hermano como todos los días. Te acompaña Santino, que te ha dicho  que en el colegio tienen la fórmula para poder escapar del barrio. "Los colegios son cárceles cuando los críos no pueden asistir, entonces el suburbio se extiende por todo el extrarradio hasta rodear la ciudad", te recuerda Santino. Sigues en la calle confundida;  los ancianos continúan a la espera, parecen no alterarse,  aunque ya solo esperan algo irreversible.

Una nube tupida de plumas negras se cuela en la barriada. Parecen pájaros, solo son sufrimientos. Lo mismo ocurre todas las primaveras, pero también en el resto de estaciones y  los mayores no se  acostumbran, porque nadie se somete, tampoco Santino. Los trinos se vuelven gritos. Los profesores, les dejan marchar  a sus casas. Los niños se agolpan en la puerta, corren con urgencia y caen. Tú no los puedes ayudar y corres también.  Tú asistes al más rezagado, que no es tu hermano, es Santino que ha crecido, tampoco es tu amigo; se levanta y no te espera. Todos se esconden tras el miedo. Sabes lo que pasa porque dudas, te lo dice Santino. 
Tienes una visión. Los profesores van todos uniformados con un traje color gris rata, no parecen docentes excepto el que está al frente que, aunque también lleva uniforme, es el que les manda. Ordena desmontar el colegio y prepararlo para habilitarlo como cárcel. De malas maneras, los hombres de gris recogen todo el material de las clases menos las risas de los niños. Tú no quieres ayudar, Santino tampoco.  

Tienes una edad en la que ya no se puede asistir a clase, pero puedes ir a la cárcel. Desde muy joven no te gusta jugar, a Santino tampoco. Porque no sabes, porque no puedes y ya no tienes  tiempo.  


Observas. Esperas otros tiempos. Te acompaña Santino.  Invariablemente, en el suburbio es primavera. 


Javier Aragüés (Marzo de 2020)





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