lunes, 9 de junio de 2014

CUENTO DE HADAS (cuento) Libro 3

En una ciudad de Finlandia vivían Reivaj y Aamu, una pareja  de avanzada edad que amaba a su país. Los dos eran melancólicos, silenciosos, honestos,... un poco como el paisaje que les rodeaba. Muy cumplidores con las costumbres y las reglas sociales porque estaban convencidos de que así eran ejemplo para sus vecinos y hacían posible a la convivencia.
Defendían la igualdad y huían de las apariencias, en una sociedad donde dominaba la seriedad y el respeto a los demás. Cumplían todas las normas. No se podía defender a un alcalde sospechoso de corrupción o que ocultara la verdad, y mucho menos que alardeara defraudar. Eran tales las exigencias que se imponían que más de un político había tenido que dimitir por robar simplemente una revista de un lugar público, puesto que la revista era propiedad de la comunidad. A esta manera de actuar, las personas que estaban al frente del país la llamaban practicar el buen gobierno, y en las ciudades y pueblo más pequeños, estaba presente en todas las acciones de sus habitantes. Si alguno actuaba en sentido contrario era castigado con severidad.

Desde hacía muchísimos años que las leyes eran muy estrictas y a la vez simples. Se basaban en unos principios básicos que eran pactados y respetados por todos. 
Si cambiaban un alcalde, el nuevo tenía que respetar igualmente la normas y por tanto las leyes que estaban dictadas para preservar los intereses de los vecinos. Entre las leyes que había que cumplir con máximo rigor destacaban la que perseguía la corrupción. junto con la defensa de la libertad de expresión. Se habían dictado en Finlandia a principios del siglo pasado, y garantizaba la protección frente a los cargos elegidos una buena información a los ciudadanos y defendía el acceso público a todos los documentos oficiales. En algunos países vecinos eran más antiguas, existían desde el siglo XVIII.

Las leyes que protegían los derechos de la mujer estaban muy arraigadas y los que las incumplían caían en el mayor desprecio social, además del consiguiente castigo. 

Todo indicaba  que la tradición legal a favor de las cosas claras era un factor fundamental en la lucha contra la corrupción y el conjunto de las leyes aseguraban los principios democráticos e impedían cualquier tipo de corruptela o vejación, y en caso contrario, el que cometía la falta debía someterse a un severo castigo. 

Decían que para los finlandeses la primera impresión que percibían de una persona era suficiente para 
confiar. Al mismo tiempo eran discretos y reservaban la opinión que se habían formado. Para la mayoría de los mediterráneos eran tímidos, incluso aburridos y vivían muy alejados de sus ideas y conductas. La situación geográfica y los estudios de la población explicaban en parte los rasgos más característicos de los hombres y mujeres fineses. Eran independientes y solidarios. Su carácter  peculiar se manifestaba incluso en el lenguaje. En la comunicación, no utilizaban los imperativos y se sustituían por giros indirectos: “Acaso podríamos venir..."   "Quizás es conveniente alejarse,..." 

Era un pueblo en los que hombres y mujeres estaban equiparados socialmente. Pero en la pareja de estos finlandeses, protagonistas de este cuento había cierto desequilibrio. La compañera de Reivaj, Aamu era muy tranquila, sensata razonable y sobre todo nada violenta. Decían que el hombre finlandés era de carácter fuerte, trabajador y concienzudo, pero en general, era más violento con sus parejas que el de cualquier país latino y algunas mujeres vivían con prevención y recelo ante una inesperada reacción de su compañero











Esta pareja tenía un sueño: jubilarse y vivir en el campo, a orillas del Mar Báltico. Para ello tendrían que trasladar su residencia a otro pueblecito al sur del país que se llamaba 
Porvoo. Era una de las poblaciones más antiguas de Finlandia, y podrían vivir en una casa, que los del lugar llamaban
 omakoitalo, a las afueras de la comunidad. 

A Aamu no le gustaba la idea de estar alejada del resto de los habitantes, le asustaba la soledad. Seguían haciendo planes. A los 68 años, él podía jubilarse y ella, al cumplir 60, tendría una pensión algo menor pero estaban decididos a trasladarse y así lo hicieron. Los dos tenían buena salud y si no pasaba nada extraño, podrían vivir unos cuantos años disfrutando en aquel pueblecito. La mayoría de los abuelos del país superaba los 85 años por lo que pensaban que les quedaban unos cuantos para descansar y disfrutar del ocio.

Se trasladaron según lo planeado. Duraste los primeros meses todo iba como habían imaginado. Pero Reivaj no se acostumbraba a pasar el tiempo en otra cosa que no fuera trabajar.  Los días pasaban y agravaban esta situación. La falta de actividad en Reivaj le provocaba irritabilidad unido a su carácter difícil y buscaba continuas evasiones poco saludables. Se refugiaba en la bebida tradicional, el vodka finlandés, y otros licores como la mesimarja y el lakka. No le importaba cuál de ellos, siempre que fuera fuerte y tuviera bastante alcohol. Cada día bebía más hasta el extremo que 
alteraba su comportamiento. La relación entre los dos se iba deteriorando, los reproches y los enfados eran continuos. Hasta que un día, durante un fuerte discusión y completamente borracho, Reivaj  pegó a Aamu. Al verla, no podía explicar su conducta pero era consciente que las normas de la convivencia eran muy severas. Fue condenado a prisión. Pero para él había un castigo añadido, la sociedad le había aislado y con su comportamiento se había alejado de su fiel compañera, ante la que se había derrumbado. Había perdido la dignidad y la imagen ante la comunidad y, lo que era más importante para él, la confianza y quizás el amor de su compañera.

Aamu estaba hundida pero quería restablecer la convivencia y no se le ocurría cómo. Le quería ayudar para que recuperara la dignidad que había perdido. No podía pensar en otra cosa. Un día vio a un grupo de mujeres que hablaban junto a una de las fuentes del pueblo, la escena le recordó lo que le habían contado en la escuela. Ella podría enfrentarse a la situación  que vivía, como lo habían hecho aquel grupo de mujeres, si lo hacía con decisión. Aquellas 
compatriotas suyas, en el siglo pasado estuvieron dispuestas a luchar para conquistar el derecho a votar y a ser elegidas. Ante esa situación, que no era fácil, perseveraron hasta conseguirlo. Desde entonces muchas de ellas habían ocupado cargos importantes en la sociedad y habían sido directoras de fábricas, médicos, abogados, jueces y habían llegado a ser alcaldes y diputadas, elegidas por los habitantes en cada pueblo. Desde la escuela enseñaban a las ciudadanas y a los ciudadanos — cualquier habitante aunque no viviera en una ciudad— a tener criterio para resolver situaciones extremas y a aprender a respetarse y a ser respetadas y respetados, para vivir con dignidad. 

Aamu se sintió identificada con esa capacidad de lucha y la aplicó para no perder a Reivaj. Iba a visitarle a la prisión hasta que cumplió la condena. Se propuso enseñarle a tratarla como mujer, a respetarse y a respetarla. 



Con el tiempo, Reivaj reconoció su terrible e injustificado comportamiento y tuvo que aprender a convivir de nuevo. Pudo reintegrase en la sociedad, con la ayuda de una mujer.



Javier Aragüés  (junio de 2014)

lunes, 2 de junio de 2014

ÉXTASIS Y AMOR (Cuento pagano) Libro 2

Aquella noche de Mayo de 1265, el monje Fray Domingo engullía desenfrenadamente la sopa, levantó la vista del plato miró a su alrededor, el refectorio estaba vacío. Solo mesas alineadas, enceradas con grasa y mugre, y acharoladas por el uso. Se levantó y salió precipitadamente, como hacía todas las noches a esa ahora.

Los dominicos de la congregación acudían con frecuencia al convento de las monjas más cercanas, justificaban la caminata, unos decían que se desplazan para evangelizar y otros, los más, buscaban el  placer prohibido. Asediaban sigilosamente a las más jóvenes en la puerta de la abadía. Cuando estaban cerca las hermanas vociferaban todos a una: "Hermanos,  hermanas tanteemos el gozo de nuestros cuerpos y almas, olvidemos los votos contraídos". Y pasaban a corear con voz acelerada:
"Rápidamente, intercambiemos los hábitos" 

Sin más dilación, ellos las desnudaban con su consentimiento e iniciaban un ritual perverso, a los ojos de las jerarquías religiosas, pero necesario, para alcanzar de una manera 
vehementemente la excitación y entregarse a falsos amores que terminaban por culminándolos.






El obispo de la diócesis tenía fama de muy devoto y las monjas del convento próximo, fieles y mojigatas, intrigaban para impedir el escándalo: "¡No podemos consentirlo!"

Pero no podían impedir que al mismo tiempo, monjas y dominicos libertinos, describieran a los feligreses prácticas eróticas con la finalidad de consumarlas. Con todo, el escándalo se extendía por el territorio. Los más impíos gritaban: "¡El cielo es indulgente. Todo está permitido! 
En los encuentros algunos rechazos de las religiosas implicadas congelaban las caricias de los monjes.


Los escándalos retumbaban por todo el territorio y llegaron a oídos del Papa. Ordenó cerrar las puertas del convento, impidiendo la entrada de los monjes. Los frailes no se conformaban y liderados por el más combativo, incitaron  a las monjas a la desobediencia. La abadesa respondió con la excomunión de algunas de las hermanas. La tensión iba en aumento hasta que, espontáneamente, estalló la rebelión. Los monjes se amotinaron.

Entre visitas y orgías, un dominico joven, culto, bien parecido, amante de la teología y dominador del latín entre otras lenguas  cristianas buscaba, sin disimulos, acercarse a una novicia, que siempre era la misma. En cada asalto a la abadía se emparejaban, simulaban en la bacanal y ocultaban los verdaderos sentimientos.

La  novicia —Sor María— había elegido una vida placentera en comunidad,  evitaba el matrimonio de conveniencia, aceptaba el enlace con Dios e incorporaba  sufrimientos humanos como propios. A cambio, desde que ingresó, la perseguían  rumores de noble privilegiada. Estaba marginada, buscaba la integración con el resto de las religiosas. Como amada, consentía el acoso iterado de las turbas irreverentes para poder seguir viendo a Fray Domingo y  esperaba un gesto evidente del joven predilecto.

Fray Domingo  —celoso—  reconocía en ella un ser lleno de armonía y hermosura. Sentía que la perdía y silenciaba sus sentimientos.  
                      
Una noche, representaban los papeles de una satánica pareja asignados en la desorganizada bacanal. Un fraile, áspero, sátiro, arrugado, retorcidamente sinuoso por sus reflexiones y vivencias, sugirió realizar intercambios de parejas.

Fray Domingo dejó de fingir. Se acercó a Sor María y la cogió de la mano. Miró desafiante al clérigo, le gritó:"Te equivocas, mi amada y yo, no seremos tu entretenimiento"

El curvado fraile refunfuñó dubitativo y molesto: "¡Jamás podréis gozar en una bacanal!"

Fray Domingo y la novicia, ignorándolo, abandonaron el convento". 


                           

                                       Javier Aragüés (junio de 2014)








jueves, 15 de mayo de 2014

DEPENDIENTAS



Dependientas - Jergal


El jergal es el distinto uso que se hace de la lengua da lugar a diferentes registros. Es función de la formación sociocultural, de los hábitos lingüísticos y de la situación, en síntesis, es el modo de expresarse según circunstancias. Se caracteriza por imaginación creadora y escaso vocabulario. Se alternan sufijos deformadores del vocabulario  con prefijos innecesarios, aveces se complementa con términos de grupos marginales. Todos los términos utilizados en cada jerga se conocen como "jergalismos o argotismos"


El relato siguiente, DEPENDIENTAS, pretende aproximarse al registro narrativo





¡Coleguis, lo flipo! Cada día igual. Estaba jarto, de verdad  hasta el tarro  - jipiaba  a la peña  - mazo de titis, pibonas  y chonis - esbaba petao.  

Esperaban a que el pavo abriera el tinglao cuando le salía de las mismísimas... 

Los pringaos también hacían cola -estaban a la guay. Soltaban la guita si mojaban o pillaban. Se  piraban en el  buga. Las titis gritaban ¡A no columpiarse!

El jefe era un pipa - el Toño. Les daba la brasa, iba de sobrao., amenazaba con dar dos yoyas a las tías y gritaba:

 ¡A ver si os lo curráis y no por la patilla, que no deja un duro! 

¡Parecéis monjas! 

¡Los precios están reventaos!









Las titis no estaban por la labor. Menos servicios.

Un pijin, quiso  ahuecar al viejo. El viejo pilló tal cabreo que quiso vacilar con el pollito. Colocó a otro, le untó para montar un falso mogollón.

El yogurín se mosqueó, hizo la pelota a las pibas, mojó gratis. 



La titi  lo tenía chungo y  lió un gran picifostio.



Los superchulos se rayaron. El  jefe se piró,  la titi ya hacía cola. El yogurín abríó al dia siguiente.

Por las mañanas jipiaba lo mismo.  Las tías con la misma jeta, el valentón es nuevo.

¡Qué mogollón  de gente pa´ entrar al Corte!




Javier Aragüés (Mayo  2014)












lunes, 12 de mayo de 2014

REINSERCIÓN (Relato autobiográfico) Libro 2

"Javier estuvo afectado por una grave enfermedad. Las cirugías practicadas provocaron reiterados ingresos y  postoperatorios complicados. Durante estas largas convalecencias hospitalarias tuvo tiempo y necesidad de reflexionar"


Tras una grave enfermedad, Javier trataba de recuperar las funciones básicas afectadas por su enfermedad. Habían alterado la movilidad y la capacidad cognitiva; para él, era prioritario 
recuperarlas. Se encontraba incapaz de desenvolverse con autonomía y tenía que someterse a terapia. Las lesiones físicas y cerebrales sufridas, impedían una reincorporación rápida y tenía que enfrentarse a etapas severas de tratamiento. Durante el proceso e recuperación aparecieron complicaciones, la 
mejoría era lenta y el alcance del restablecimiento funcional se hacía difícil evaluar lo.

Le dominaban los malos recuerdos de las sucesivas intervenciones quirúrgicas a las que se había sometido y le surgían los peores pensamientos respecto a una posible recuperación. Las alteraciones de funciones orgánicas elementales, eran evidentes y habían golpeado su integridad. Lo más fácil era dejarse arrastrar hasta un estado de ánimo que indujera pena. Anímicamente era una situación que propiciaba adoptar un comportamiento de autocompasión. Sabía que si lo hacía, podría retroalimentar el sentimiento de lástima que iría de la mano de una falta de voluntad creciente y desembocaría en un estado lejos de la recuperación.

Ante este cúmulo de dificultades, le dominaba la aflicción.  Su estado de ánimo oscilaba, entre el malestar físico, junto a la incapacidad mental y el abatimiento. No podía moverse ni ejecutar las tareas más elementales: comer, asearse o vestirse solo; tampoco podía leer, ni escribir. Era incapaz  de mantener el pulso para escribir su nombre, o un número. El descontrol en la motricidad y la ausencia de coordinación en sus acciones, hacía que su escritura no fuera firme, parecía la de un niño cuando comienza su aprendizaje en la escuela. Cuando tenía que escribir un dígito, daba la orden al cerebro, que reconocía el número, pero el impulso que le devolvía su órgano central solo le permitía reproducir un garabato. Su grafismo era tembloroso e ilegible, apenas era capaz de retener o memorizar. Todas estas evidencias le hacían sentirse incapaz para desarrollar una vida con autonomía.   





Realizaba ejercicios terapéuticos, muy sencillos para cualquier persona normal, pero él necesitaba la presencia de un adulto. La mayoría de las acciones consistían en estimular la movilidad y el intelecto. Le frustraban sus limitaciones y tener la necesidad de la presencia de un cuidador. Su estado de ánimo se resumía en un sumidero emocional y de voluntades cuyo caudal era imposible contener.


Su motilidad estaba afectada y tenía que utilizar silla de ruedas. Para asistir a las sesiones de rehabilitación trasladaban a Javier en transporte sanitario. Le recogían cada día en su domicilio. Durante bastantes días su mente estaba fuera de control, confundía lo vivido en el pasado, o simplemente no lo recordaba. 

Al intentar vencer las limitaciones se producía un rechazo y alteraba la conducta emocional, que en muchas ocasiones se concretaba en la desesperación y se resolvía con el llanto. Solo le obsesionaba reincorporarse a la vida en las mismas condiciones que antes de estar enfermo o, al menos, poder presentarse ante los demás con un mínimo de dignidad.


Durante muchas noches, sufría pesadillas. Le obsesionaba encontrar algo que le permitiera resolverlo todo y abandonar el estado de dolor y ausencia de la realidad. A veces deliraba y sentía que le sometían a una terapia transformadora, casi milagrosa. Se veía en el anfiteatro de un aula, repleto de doctores en medicina, psicología y psiquiatría, y en la corona del aforo, un cinturón de personas vestidas de blanco, que en sus placas identificativas, aparecían los nombres de terapeutas y fisioterapeutas. Protegido entre tantos especialistas, algunos  gritaban: "¡Hay que pautar lo evidente!" En seguida, el grito se convertía en un clamor.

Durante las noches aparecían episodios de fiebre muy alta y llegaba a pensar que existía un remedio, una terapia desconocida. Incluso escuchaba el nombre en boca de los especialistas. Le parecía entender que decían: “¡Triada Recuperativa!”. Aunque en su delirio reconocía que no se habían realizado ensayos médicos, ni había superado los controles pertinentes, parecía que provocaba gran admiración entre los profesionales. La mayoría de ellos defendía su aplicación y concretaban la nueva fórmula. En lo más profundo de sus desvaríos repetía las recomendaciones de médicos y terapeutas: "La recuperación se producirá si te comportas como un verdadero ser humano y actúas con integridad, autonomía y dignidad". 

A pesar de las dificultades, para recomponer las funciones deterioradas o restablecer las perdidas, tenía que concentrarse en los ejercicios y realizar con atención las tareas habituales. Debía ser constante y no olvidar las cualidades que harían posible la recuperación. Javier  las repetía hasta memorizarlas: "Integridad, autonomía y dignidad" y estaba  dispuesto a soportar la soledad. También reconocía que su colaboración como enfermo y su voluntad para reinsertarse eran elementos claves.

Pasados los días más graves, cuando había remitido la fiebre, Javier reconocía la importancia que había tenido mantener unos referentes a lo largo del proceso de rehabilitación. Era consciente de lo duro que había sido, del cansancio y dolor soportados y de haber superado la tentación de abandonar. No olvidaba a sus seres más próximos, su presencia había sido indispensable. Cuando comenzaba a  restablecerse, recordaba al resto de los profesionales que habían hecho posible su recuperación.



EPÍLOGO

Las lesiones cerebrales derivadas de una enfermedad como la hidrocefalia, a veces obligan a una, o varias intervenciones quirúrgicas y provocan alteraciones en algunas de las funciones  vitales. 
Suelen ser frecuentes las alteraciones de la marcha, las cognitivas y la incontinencia de esfínteres. El periodo de rehabilitación exige tratamientos de fisioterapia y terapia cognitiva para recuperar, total o parcialmente, el funcionamiento y devolver al enfermo a la situación previa al trastorno.
El enfermo consiguió el objetivo en gran parte, recuperándose del desequilibrio que le habían producido las alteraciones orgánicas. 
La finalización del proceso culminó con la a reinserción, aunque se arrastraron algunas carencias que no le impidieron realizar una vida digna. 

Javier Aragüés (mayo de 2014)










Hospital de Sant Pau y la Santa Creu




AGRADECIMIENTOS

Dr. Joaquín López Contreras, Dr. Ignasi Eudald Catalá, Dr. Carles Asensi Cortés
Dra. Josefina Pérez Blanco, Dra. Cerezuela Jordán, Dra. Chico Ballesteros.
Helena Renom, Irene Pedrosa, Yolanda Calle del Campo.
A toda las personas afectadas que han acudido a los Servicios de Fisioterapia y
Terapia Ocupacional durante mi rehabilitación.

Al Hospital de la Santa Creu i Sant Pau.

A todo el personal sanitario
que por su dedicación y profesionalidad,
son un ejemplo de la Medicina Pública.

De manera muy especial, a mi esposa, Enriqueta, a mi hija Mónica y a su pareja, Robert; 
que me han acompañado y
han hecho de este episodio una experiencia vital.



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lunes, 28 de abril de 2014

DESTELLOS EN SOLEDAD Libro 2

El faro se mostraba como una columna preferente, inmóvil y luminosa que lanzaba largos destellos discontinuos que perseguían los navegantes.

Todos le llamaban Pau. El mar le había retirado pero le dejaba que estuviera junto a él. Era farero, en aquel cabo que penetraba como una lanza en las profundidades del mar. Ese mar que había sido testigo de su vida y a cambio, le dejaba conocer sus movimientos. 

Pau miraba el mar con ojos de poeta, en silencio y en compañía de su intangible amada.
Sentía en la piel el agua indecisa, al sortear las pisadas de los cormoranes, hasta alcanzar la playa. Al llegar, la estampida de las aves y el inicio del vuelo, se solapaban con el desplegar del ruidoso plumaje y el balanceo oscilante del 
recorrido de las masas azules del mar.

Cada amanecer, al despertar, descubría el salitre extendido por la caleta. Pau, daba pasos cortos y pensaba en silencio en el alejado ultramar, no dejaba de soñar. Se paró ante la roca, al pie de  de aquel faro de luz inagotable. Inspiró con fuerza, paladeando un profundo sabor a mar, antes de iniciar el ascenso por la torneada escalera, húmeda y corroída, de un color caprichoso, compatible con el del cielo. No cejó hasta alcanzar el vértice de la columna majestuosa, que se erigía como el monumento a una vida.







El viejo Pau era un pescador apartado del mar, pero sin alejarse, disfrutaba del fragor del temporal, del repetido desgarro al embestir la costa y de la ausencia de buques bajo la amenaza de zozobrar. Su tesón como marino se consolaba en el horizonte, durante esos días amplios que eran el preludio de noches bonancibles. En el faro descansaba de los turbulentos pensamientos y del recuerdo de las largas travesías a lugares desconocidos, que le empañaban el cariño de su amante eterna, la luna. Después de tantos años, el único deseo de Pau era reencontrarse con su amada. Cada noche la buscaba, mientras ella se ocultaba entre las sombras. Él le pedía fidelidad desde la torre vigía.  

Al aproximarse el amanecer, Pau excusaba la ausencia de la luna. Durante la noche, a veces se le aparecía desfigurada, con sus fases cambiantes; incompleta o bipolar, coloreada por el blanco mayoritario, con matices argénteos o anaranjados, según el rastro de luz  del día que acababa. Sentía miedo a perderla. pero sabía que volvería, como cada noche, para reconciliarse y nada perturbaría ese idilio. 

El sol era el sempiterno pretendiente y rival de Pau en su amor desinteresado por la luna. No le importaba competir, le conocía y le soportaba durante horas. Siempre la esperaba.


Los que la admiraban y no estaban enamorados , la llamaban Selene; para Pau, su nombre era luna. Como una amada fiel evitaba los conflictos. Era consciente del esplendor y fortaleza de su amante testarudo, poderoso y dorado, el sol; que al salir, la expulsaba y no la dejaba continuar su paseo por el firmamento. Ella no podía destacar sin su permiso que no se lo concedía hasta que redondo y refulgente se hundía en el confín, dese ese instante era dueña de la noche y el momento deseado por Pau, que siempre la esperaba.

Cada amanecer, Pau volvía del sueño de haberla tenido. Los destellos del prepotente sol sobre los ojos, desvanecían los tibios reflejos de la extenuada Selene, a punto de ocultarse y le devolvían a la realidad. Siempre la esperaba.

Sólo en lo más alto de su refugio, aguantaba
cada día a que la luz se extinguiera, para que su amada paseara y él, junto a ella, vivir con los recuerdos que les devolvía el mar. Siempre puntual, aguardaba cada noche.




Javier Aragüés (abril de 2014)

miércoles, 23 de abril de 2014

EL SECRETO Libro 2

Embarcaron en un Trirreme. Era un barco de guerra griego. En aquella época, los Trirremes eran de colosales dimensiones. Tenían treinta y cinco metros de eslora por cuatro de manga. Estas medidas no se utilizaban en la navegación comercial y solo se empleaban en las de larga distancia o en singladuras entre colonias. 

Había que remontarse hasta 3000 años a. C. para encontrar vestigios de embarcaciones similares que utilizaban los babilonios, asirios, egipcios y fenicios. 

Formaban parte de la tripulación, compuesta por unos doscientos remeros, colocados a lo largo de tres bancos superpuestos —de aquí su nombre— y se situaban a distinto nivel en cada flanco. Entre todos, eran capaces de arrastrar, con un continuo y cadente ritmo, de ir y venir, los veinticuatro remos de cada costado con la ayuda de una vela cuadrada.


Píndaro era de familia de comerciantes y marineros. Le habían enseñado el lenguaje y todo lo relacionado con el mar, soñaba con navegar y defender a Atenas. Convenció a su amigo Lisopo y se embarcaron, creyendo que se enrolaban en una nave militar. Descartaron que se tratase de una travesía comercial, porque en estas se empleaban naves de dimensiones mas reducidas —veintiún metros de eslora por siete de manga—  para facilitar una mayor estiba de las las mercancías. En estas travesías la velocidad y maniobrabilidad no eran factores determinantes, como lo eran en los combates navales. 

En esos años se vivían graves enfrentamientos. Atenienses y espartanos, luchaban contra los persas. Atenas estaba sometida a un angustioso cerco. Los atenienses se encomendaron a un marinero inteligente, Temístocles. Se le encargó de la ruptura del asedio. Este se puso en manos del oráculo pidiendo ayuda por la invasión persa. El oráculo le respondió:

"Atenas debe atrincherarse tras una muralla de madera"

Temístocles interpretó la respuesta y la transmitió a los atenienses:

"La muralla de madera es un mamparo formado por los costados de los buques. Que se construirán a toda prisa y se pondrán a flote".


Temístocles, concentró todos los esfuerzos para convertir la batalla naval en una terrestre, sobre la cubierta de los barcos para emplear un "ataque a espolón(*)".










Los dos amigos, al hacerse a la mar, pensaron que la nave estaba preparada para entrar en combate, pero estaban equivocados. Se sorprendieron por el rumbo que tomaba, se alejaba de las zonas bélicas más destacadas. Primero de la isla de Salamina, frente a Atenas y el puerto del Pireo, para después, adentrarse en el Mediterráneo Occidental.  
Al abandonar el golfo de Corinto, Lisopo veía cómo se retiraban de la zona del conflicto y se dirigió alterado a su amigo.

— ¡Píndaro! ¿Por qué están cambiando el rumbo?

— No lo sé. Vamos a la bodega, tengo una corazonada.

Aprovecharon un nuevo turno de los remeros y bajaron a las bodegas.

— ¡Increíble!  Estamos en una nave militar cargada de electrum.

—Píndaro,  ¿qué es electrum?

—Mi padre me había hablado de una aleación de plata y oro que se utiliza para fabricar monedas. Eso es electrum.

— ¿Pero toda esta carga,  qué sentido tiene? —balbuceo Lisopo.

—El electrum, permite acuñar metales preciosos y cobrar los impuestos. Para atender los pagos, los emporoi (comerciantes) necesitan disponer de monedas de cada ciudad, son la base de las finanzas. (**).

Lisopo reclamaba una mayor explicación a su amigo.

—Mira Lisopo, acuñar un mayor número de monedas facilita el comercio, favorece los pagos y unificaba el cobro de impuestos sobre las colonias. En definitiva enriquece aún más, a las polis más influyentes. ¡Este cargamento es vital para la supervivencia del imperio y del legado a la civilización occidental! —gritó Píndaro.

Los dos amigos juraron mantener en secreto la finalidad del viaje y la carga de monedas en las bodegas de la nave de guerra.

Pasados los años persistían algunas incógnitas sobre lo ocurrido.

¿Por qué destinar un navío de guerra a un transporte comercial y cómo explicar el cambio de ruta?

La utilización de una nave de guerra en vez de una comercial, sirvió a la vez de protección, para ocultar la verdadera carga y el del rumbo elegido. Al alejarse, se separó de la confrontación y al salir de golfo de Corinto, puso rumbo a las colonias, en concreto a Caltanissetta (Sicilia). Distrajo al enemigo y salvó el valioso cargamento que tenía previsto como destino final Atenas. Un contratiempo deshizo todas las hipótesis. El navío naufragó al embarrancar en unos rompientes próximos a la isla de Sicilia.



EPÍLOGO

Ha sido necesario que transcurrieran casi 2.500 años, desde el 480 a. C. hasta 1994, para descubrir el secreto que ocultaba el  barco. Al sacar los restos sumergidos del pecio ante las costas de la isla italiana de Sicilia, se ha confirmado que pertenecían a la mayor embarcación militar griega localizada hasta ahora en el Mediterráneo. Los especialistas no han podido desvelar las incógnitas más importantes: las que hacían  referencia a la carga y a la situación del barco, a sus coordenadas, fuera de las zonas de guerra.  
    
Solo Píndaro y Lisopo lo sabían. 


 Javier Aragüés  (marzo de 2014)


(*)El espolón era una prolongación de la proa de madera recubierta de bronce, por debajo de la  línea de flotación , y a veces en forma de tridente .
Se usaba para embestir y hundir otras embarcaciones. Las naves no podían maniobrar para esquivar los golpes, se iban unas sobre otras, quebraban los remos y quedaban a merced del enemigo).


(**) Desde que en Lidia, en el 550 a. C., se acuñó la primera moneda "electrum”, las colonias incrementaban los impuestos a favor de las polis más desarrolladas, como Atenas, que a cambio permitía comerciar con otras y atracar en sus puertos.