Desde hacía meses le perseguía una idea y se
preguntaba — ¿Soy capaz de querer? La duda le asediaba cuando veía a
las parejas de enamorados pasear. Pensaba que el amor debía aproximarse a lo que
él había sentido en momentos excepcionales. No estaba seguro y mascullaba —
¿Será como aquella sensación que me recorre cuando sentado en el borde de la
cama, leo un cuento a Lucía, mi sobrina? Aunque también
recordaba aquel momento en el que una fuerza descomunal le sacudió
cuando tuvo que despedirse de sus padres al tener que emigrar a aquel país
triste en el que encontró trabajo. Tampoco era desdeñable el abrazo que le dio
Alberto, su mejor amigo, cuando enterró a su padre. La pregunta que se hacía sin
encontrar respuesta era ¿Son todas diferentes manifestaciones de amor? Esas
sensaciones le hacían sentirse dubitativo, pero eran incontroladas. Buscaba la
manera para que fuera él mismo, el que las indujera y provocar reciprocidad en
el ser querido. Desde luego no sabía expresarlo y para él era otro tipo de
amor.
Desorientado,
no descansaba, pero ni la persona ni el sentimiento se exhibían. En
algún momento pensaba que esas sensaciones se manifestaban en sueños y al
insinuarse, una densa bruma las hacia desaparecer para devolverle las
tinieblas.
Desde que estaba obsesionado por resolver este enigma, su ocupación era escasa. Para ser preciso, era intensa pero focalizada en aquella mujer, que día tras otro, a la misma hora, se sentaba en una de las mesas del interior del café frente a su casa. Le bastaba verla junto a su perro —eran inseparables— que yacía inmóvil a sus pies. Para él, ella rezumaba sensibilidad y le deslumbraba por su sencillez.
Como cada día, al entrar en el café la buscó. Sin dejar de observarla le dirigió su mirada esperando reciprocidad, pero nunca la había. Ocupó una de las mesas próximas a la de ella, situada en lo que para él era el ángulo de ilusión, desde donde podía verla sin ofender. Desde allí pretendía dejar constancia de su interés y que su intenso olor varonil le delatara, pero ella no se movía un ápice y se mostraba ajena a su inclinación. Él no sabía cómo reclamar su atención. Lo había intentado todo, pero era inútil.
Había un
miedo adicional que atenazaba su pretensión, el de llegar a ser correspondido.
Porque al atender a sus manifestaciones sobrevendría el pánico y no sabría qué
cómo comportarse. Pero por la forma de sentarse, con los brazos distendidos y
el cuello rígido, su respuesta era evidente. No dejaba de estar inquieto y
sintió una sensación que le recorría lo más íntimo pero que era incapaz de
verbalizar. Desdibujado, con su mirada pedía clemencia; al hacerlo el
sentimiento que experimentaba era cada vez mayor y ostensible. En ese momento,
ella se levantó y el perro también. Él no pudo contenerse y se puso en pie, los
siguió con la mirada hasta que salieron del local y se detuvieron en la
acera.
Pasaron unos minutos, él la veía agitada. Le pareció que hacía un gesto titubeante al intentar dar un paso. Una persona que estaba muy cerca grito: "¡Nooo, por favor!". Un coche pasó a gran velocidad, muy cerca de ella, y la hizo perder el equilibrio. Instintivamente, él la agarró de un brazo y la sujetó. Sintió que en esa aproximación el calor de ella penetraba en su cuerpo y la búsqueda se estrechaba. Ella se dejó guiar y comenzaron a caminar. Él no se atrevía mirarla, mientras su semblante iba recomponiéndose como si siempre lo hubiera estado junto a ella. Notaba que la mujer se apoyaba y su paso era indeciso, aunque marcaba el itinerario. Apretó su brazo hasta sentirla. Él se reconocía y comenzaba ese empuje interior que había aparecido en los momentos excepcionales de su vida y que ahora parecía despuntar. Continuaron caminando pero ella aflojó el paso hasta que el perro se detuvo. Le pareció oír unas palabras: "Eres muy amable, te agradezco que nos hayas acompañado". Se situó frente a ella, buscó su mirada y al no encontrarla se desorientó.
La mujer y el perro, como si fueran uno, caminaron inseguros y se perdieron por un portal en tinieblas. Jamás la volvió a ver.
Javier Aragüés (noviembre de 2019)
1 comentario:
Bonito trabajo de introspección, Javier. I el final tan seco tembién me ha gustado.
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