jueves, 14 de noviembre de 2019

AUNQUE TÚ LO SABÍAS









Tú sabías lo que era estar solo. Lo vivías y  no te gustaba exagerar. Tú y tu manía obsesiva de buscar la palabra precisa para no molestar. Admitías, al menos, que padecías y soportabas la ausencia; la combatías con el sabor amable de los caramelos escondidos en el cajón de tu mesita de noche y que racionabas para no malgastar el poco cariño que recibías.

Desde hacía cinco años —o quizás eran más—  que te quedabas a recaudo de esos familiares lejanos. Solo tú hacías por intentar aproximarlos. Era tan solo un deseo, porque ellos permanecían inmóviles.

Al despertar, el sol de agosto te aletargaba y te pesaba el día. La carretera que llegaba al pueblo se hacía infinita. Te asomabas a su encuentro, pero la caricia jamás llegaba. Y ansioso, esperabas la noche porque el sabor del caramelo que endulzaba tu boca, la sustituía.
  

Porque cada verano, aunque tú lo sabías, mirabas con desesperación el camino y la sensación de sentirte querido se desvanecía. 



Javier Aragüés (noviembre de 2019)

3 comentarios:

Isabel dijo...

Me fastidia tener que decir Guay porque no expresa en absoluto lo que me parece el relato.Es muy sensible y triste a la vez Muy bonito.Me ha encantado Un beso

Unknown dijo...

Muy bien escrito, es un monólogo pero que tal si incluyes a Mambo, y lo haces más atractivo? el niño solitario, no es un gancho, en la literatura debes considerar al lector como tu personaje cautivo, así que piensa en el gancho, con que lo atrapa? Adelante.

javieraragues dijo...

Gracias. Me gustaría saber tu nombre porque por defecto no aparece. Tomo nota. Un abrazo.