domingo, 31 de mayo de 2015

ATANASIO CAMPOS

¡¡ Riiiing, riiiing…!!! Un enjambre de batas grises desbocadas rellenas con carne -algunas con no tanta- asaltaba el corredor. El  pasillo cercado por las puertas de las clases, a un lado y, ventanas acristaladas, translucidas por la suciedad, al otro; no dejaban pasar la luz ni la  imaginación. ¡La guerra había acabado!
"La Casa del Pueblo" había pasado a ser escuela pública. Las paredes se levantaban desde un patio interior, con cucarachas desenvueltas y perfume de humedad. Era un siniestro lugar de recreo para los alumnos y de descanso para los maestros. Los días de frio y lluvia desalojaban a todos del patio, se refugiaban en las clases y lo cotidiano desaparecía.







Atanasio procedía de un pueblo de la sierra, equidistante de Segovia y Madrid. Los habitantes dependían de una tierra baldía, que cultivaban una y otra vez con escasos resultados. La pobreza y el analfabetismo eran la heráldica del pueblo.
¡Hijo, “no vales para el campo"! decía la familia preocupada por su futuro. 
La vocación religiosa no era lo intensa que exigía el cura del pueblo. Su afinidad con la benemérita, era nula. Tampoco militar. Tenía que buscar una ocupación para salir del pueblo y ganarse la vida.

¿Y Funcionario del Estado? Los parientes de Madrid podrían alojarle y soportar su presencia en tanto que preparaba la oposición.
Los padres ayudaban por lo poco que gastaban en el pueblo y con lo que obtenían de las insuficientes cosechas. A los parientes los compensaban con los productos de “la matanza”.

Con todo, llegaba al magisterio orgulloso. Un Maestro Nacional con un título que le concedía la República después de considerables sacrificios, una oposición cristalina y debilidades como todos. “Tanis”, para la familia y compañeros, languidecía en silencio, en un rincón del patio, separado de los otros maestros que "echaban un cigarro” durante el recreo. Recordaba el pueblo, la ayuda de su familia y lo conseguido. No impedía que algunas noches, con los amigos, frecuentara el barrio de Echegaray en Madrid, conocido por las gangas en amor a cambio de alimentos, si "no se tenía suelto”. Salían a pasear los deseos más primarios que ocultaba Tanis.
  
Como Director de un Centro de enseñanza, con escasos recursos y menos pretensiones, se sentía superior a sus compañeros e incapaz de conseguir el respeto de los alumnos. La antigüedad como docente, su buena planta y la idolatría por la literatura, a la que dedicaba gran parte de su tiempo, eran cualidades con las que competía y no tenía contrincante. Marisa, alimentaba su motivación; compañera, diputada por el PSOE y madre de dos hijos; inducía  a Atanasio a ser un compañero diferente en aquel tiempo.

El fin de la guerra cambió los contenidos y los decorados. Dos protagonistas de una película de terror, en blanco y negro, presidían la clase. Encriptados en marcos amarillentos y en medio, un Cristo semidesnudo sin venir a cuento.

Los chicos (los alumnos) no le respetaban. Utilizaba una larga vara de fresno con la que les golpeaba en la palma de la mano para enderezar su conducta y purgar su frustración como maestro. Los otros maestros utilizaban la misma pedagogía aunque la motivación era diferente y se quedaba en el correctivo.
La antigüedad era la que determinaba el puesto y no los conocimientos. Como Director reunía los atributos y se sentía cómodo. En el colegio, todos acostumbraban a repetir la lección mal aprendida y el obligado bis religioso al salir y entrar de clase. En el ritual de cada viernes se representaba alguna escena hiperrealista del Antiguo Testamento. Se dibujaba  sobre un encerado negro acharolado, con trazos de yeso blanco y, tizas de colores. Un paño mugriento y empolvado, en un  extremo, era el corrector  de los errores. Atanasio repasaba clase por clase dando su aprobación

Al fin lograba ser funcionario en un grupo escolar (antes, miliciano de la cultura para el Frente Popular). Las tropelías de "los vencedores" cambiaron la profesión de Tanis. En el primer año de “la victoria”  pasó  de la enseñanza a la hostelería. Fue represaliado por pertenecer a la C.N.T. El carnet de afiliado como sindicalista era el pasaporte para terminar sus días como camarero en una conocida cafetería de la Puerta del Sol. ¡Todo el esfuerzo perdido! Y como muchas personas, inmersas en un "sinhorizonte".

Pasaban los años y Atanasio no soportaba su desempeño en casa, ni la nueva profesión. De nuevo, Marisa le apoyaba en los momentos más íntimos, en los largos paseos sórdidos en los días de fiesta y le daba fuerzas para llegar al final. Hablaban de pasiones, de deseos, de las miradas cómplices y de los difíciles momentos de “la subvida”. De todo lo que les había hecho estar juntos.

Atanasio en el lecho, con una dulce sonrisa  y el título de maestro en las manos, se despedía.



                                                                   Javier Aragüés (Junio de 2015)



3 comentarios:

Janial dijo...

No me imagino a un maestro con carnet de la CNT, golpeando a sus alumnos con varas de fresno. Tal vez los tengo idealizados, je, je. En un momento de la biografía queda un tanto en el aire si el maestro sigue ejerciendo bajo la dictadura. Enseguida lo corriges, mostrando su obligado cambio de oficio. Pero aún así persiste la perplejidad. El final, muy bueno. Por cierto, ¿has repetido el artículo? Lo veo más arriba otra vez pero sin posibilidad de comentarios.

javieraragues dijo...

Janial eres Genial. No hace falta explicar todo y hay que dar lcierta licencias al narrador. No hay imprecisión, las formas de actuar en la posguerra primaban sobre las personales. Ser "cenetista" en la República no exigía un gran compromiso ideológico y los a filiados al sindicato (CNT) en muchos casos lo hacían para evitar represalias en el bando republicano.por lo que las convicciones ideológicas no eran muy potentes. Claro que el maestro ejerce durante el primer(primeros) años/s de la"Victoria", hasta que es purgado.Entonces cambia de "oficio". Quizás no lo he desarrollado lo suficiente, porque ATANSIO CAMPOS (Atanasio Puebla) era mi abuelo.

javieraragues dijo...

Janial eres Genial. Creo que no hace falta explicar todo y hay que dar ciertas licencias al narrador. No hay imprecisión, las formas de actuar en la posguerra primaban, a veces, sobre las convicciones personales. Ser "cenetista" en la República no exigía un gran compromiso ideológico y los filiados al sindicato (CNT) en muchos casos lo hacían para evitar represalias en el bando republicano, por lo que las convicciones ideológicas no eran muy potentes. Claro que el maestro ejerce durante el primer(primeros) años/s de la"Victoria", hasta que es purgado. Entonces cambia de "oficio". Quizás no lo he desarrollado lo suficiente y he dado hechos por supuestos o no interpretados fielmente porque ATANSIO CAMPOS (Atanasio Puebla) lo que es cierto es que tenía el título de Maestro Nacional por la República (tengo su título).
La repetición tiene que ver con una entrada donde aparecen varios relatos de compañeros del Taller de Literatura por lo que no tiene sentido hacer comentarios pero al final existe la opción.

Seguimos