domingo, 8 de noviembre de 2015

A INDIOS Y AMERICANOS


Todos los jueves por la tarde, si no había “cole”, jugábamos  en el trastero de mi casa. El juego siempre tenía los mismos personajes, con distinto guión. Se preparaba sobre la marcha. Jugábamos a “indios y americanos”. Repartíamos los “indios”, genérico con el que se conocía a las figuritas de cualquiera de los bandos. Eran de plástico, poco o nada flexible y monocromas. Todas tenían el pie deformado por las rebabas de fabricación. Las poníamos en un montón en el centro de la habitación. Uno de los dos cogía en cada mano  -ahora si- un indio y un americano. Cerraba los puños y los llevaba a  la espalda. Cuando Toñín elegía, yo hacía el gesto de moverlas de una mano a otra, por detrás, para engañarle. Cuándo me tocaba a mí, él iniciaba la misma ceremonia.  “¿Cuál quieres?”,  me decía con las manos extendidas. Yo ponía cara interesante ante la cuestión y contestaba. "Ésta". Conocíamos tanto los gestos que siempre elegíamos la preferida. A veces, si la duda sobrepasaba el tiempo razonable para tomar la decisión, nos ayudábamos. En mi caso, le indicaba a Toñín cuál era, con un movimiento de cabeza a la izquierda o derecha y él a mí, con un guiño de cualquiera de los ojos.  No era menos importante saber quíen defendía el fuerte, que se adjudicaba, por supuesto, al azar.  















Hecho el reparto, el siguiente paso era  situar en posición a los indios y americanos. Había unos de varios colores, más caros y flexibles que Toñín protegía. Yo le decía “¿Me dejas tus soldados de uniforme?” Si Toñín no estaba dispuesto, hacía que no me oía.


Todos los jueves al acostarme me preguntaba.”¿Por qué entre tantos indios y americanos, no está"la chica" del sheriff, ni la novia del oficial yanqui, ni la mujer del coronel del fuerte?  “En las películas del Oeste no faltaban estos personajes. No digamos entre los indios, peor lo tenían. Solo pensaban en luchar. Despiadados, con pinturas de guerra, arcos y flechas y un gran jefe. “Jerónimo”. Tenía muchos hijos. Toro sentado. Nido de buitre. Ojo de buey. Julai de la pradera y muchos más. Todos parecían solteros, sin intención de dejar de serlo y preparados para la guerra. ¿Dónde estaban las mujeres, las indias del poblado? No se las veía. ¿Estarían dentro de la tiendas? (Por cierto, cuando crecí aprendí que se llamaban tipis.) Ni rastro. No había mujeres indias, ni americanas. Para mí, lo peor de todo es que con todas estas limitaciones no podía dar entrada en el juego a “la chica”. Debía ser rubia y mujer del teniente yanqui. Todo lo imaginaba al margen de Toñín. 
Desde la claraboya, veía con dificultad a Mari Carmen, mi vecina. Se apoyaba en la ventana de su dormitorio con un libro en sus manos. Jamás habíamos intercambiado palabra. Una mañana al salir de casa para ir al colegio coincidimos. Mari Carmen esbozó una sonrisa que interpreté como un adelante en mis deseos. La invité a jugar los jueves. No falló desde aquel día. Una tarde no vino. Toñín se extrañó.







-       - ¿Sabes Por qué no viene Mari Carmen?

-   Hoy no puede. Se ha quedado en el poblado a jugar a “papás y mamás”. Quiero terminar pronto. Tengo que ir a cenar con ella y nuestros hijos.

-   ¿Cómo? No me has dicho nada

-    Mientras tú matas indios desde el fuerte, con tus ¡Pun, Pun! y ¡Bang! ¡Bang! No escuchas. Pasó el tiempo. Un jueves por la tarde, Toñín se presentó semidesnudo, con taparrabos. Dejó el arco y las flechas a la entrada. Agitado, pidió a Mari Carmen que le presentara una amiga del poblado. Mari Carmen accedió. Toñin y su pareja marcharon juntos a otra reserva india. Pasadas varias lunas un guerrero nos visitó.

“Gran jefe Toñín Despabilado firma la paz con casacas azules. Venir a su tipi."

Mari Carmen y yo seguimos jugando a "papás y mamás" en mi trastero.






Javier Aragüés (Noviembre 2015)

3 comentarios:

javieraragues dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
javieraragues dijo...

Jaime Lagarde No dejo comentario en el blog, porque es posible que, como sueles hacer, lo cambies sin dejar este para poder cotejar, je, je. Nosotros jugábamos a las "dreas", a pedrada limpia. Sin flechas ni bang bang. Y Mary Carmen nos espoleaba desde detrás del parapeto de tierra: atínale en el ojo a Toñín". Es que era muuu mala.

javieraragues dijo...

Jaime,me encuentro cómodo con tu somentario. Lo publico, sin retocar. Prometo no cambiar este ni los siguientes, que espero. Ilustra nuestras peleas y fortalece esta triste bitácora.Mejor cambiar las armas, hasta ahora simples onamatopeyas.A partir de ahora Toñin está perdido. Me dicen que tiene un quiosco de la O.N.C.E y Mari Carmen es una activista destacada de una organización feminista. Yo me conformo con seguirr rellenando espacios.