Neva nació en un pueblo muy lejano donde nunca se veía
el sol. Los árboles, las casas y los caminos tenían los tonos blancos, negros o
grises según las estaciones del año. Las gallinas eran negras de picos blancos.
Los perros eran blancos con pintas negras. Las vacas eran grises con lunares
negros. Los pájaros eran o bien todos blancos o todos negros.Los zapatos y los vestidos de los niños y niñas
siempre eran grises, negros o blancos.
Cada día al salir del colegio, Neva y su amigo Cal, se
sentaban en sus pequeños trineos a contemplar el plomizo cielo. Alguna vez una
pequeña nube blanca les guiñaba el ojo, pero velozmente desaparecía devorada
por un nubarrón que dejaba caer cientos de pequeños copos blancos, que les
hacía correr a sus casas.
La vida en Trotski era realmente gris y aburrida.
Pero un día pasó algo sorprendente. Por el único
camino que conducía al pueblo adonde nadie iba, llegó un pequeño carruaje
tirado por cuatro caballos de crines blancas y negras. Parado en la pequeña plaza de casas blancas
porticadas, los caballos relincharon y se alzaron en dos patas, de repente se
abrió una de las puertas y los habitantes del pueblo estupefactos, vieron bajar
del carruaje una niña de ojos azules, melena rubia, gorrito azul y un abrigo de
lana roja.
Cal y Neva quedaron maravillados. Nunca habían visto
semejantes colores. Decenas de veces abrieron y cerraron los ojos, como si
aquella niña fuera una visión que pudiera desaparecer en cualquier momento.
Iris, que así se llamaba la niña, llevando en su mano un pequeño maletín de
cuero marrón se acercó a ellos y les habló en un idioma que no conocían.
Cal y
Neva aproximaron su mano y tocaron a Iris que les sonrió con la sonrisa más
dulce que nunca habían visto. Iris con gestos les indicó que tenía hambre y
sed. Neva sin dejar de mirarla la cogió de la mano y la llevó a su casa.
Los mayores del pueblo, sobre todo el alcalde Putin y
su vieja madre vieron en aquella niña de brillantes y desconocidos colores un
peligro para la pequeña comunidad.
─ Es una bruja ─ dijo la madre de Putin ─una bruja que
nos encantará con sus ungüentos mágicos.
Tanto insistió, que Putin reunió a todos los
habitantes del pueblo en la pequeña escuela y después de largas deliberaciones,
decidieron que la encerrarían en un gallinero hasta que supieran que hacer con
ella.
Mientras, en casa de Neva, Iris abrió su pequeño
maletín y sacó varios libros con hermosas fotografías. Por primera vez en su vida Cal y Neva descubrieron los
colores. Fotografías de un sol radiante
en islas tropicales. Pequeños pueblos pesqueros con barcas de color blanco y
rojo sobre el mar de un azul turquesa. Campos de verdes vides y trigo dorado
salpicado con amapolas rojas. Todas las tonalidades de las flores y los frutos,
en definitiva el color de la vida misma hizo que Neva y Cal lloraran de
alegría.
La madre de Neva les dio de cenar, pero cuando Iris
iba a acostarse en una pequeña cama en la habitación del muchacho, Putin con
cuatro hombres entró en la casa y se llevó a la niña metida en un saco.
Aquella noche Cal y Neva la pasaron sentados junto la
reja del gallinero de Putin. Iris permanecía serena y sonriente como si nada la
asustara, pero los niños le llevaron mantas y bebidas calientes. Durmieron a la
intemperie hasta que un gallo de madrugada les despertó con su “quiquiriquí”.
Empezaba a llover y unos nubarrones negros amenazaban
tormenta cuando Iris les tocó a través de la reja del gallinero. Sonriendo miró
al cielo y sus bellos ojos azules irradiaron un rayo de luz tan potente que las
nubes se retiraron dejando ver un trozo de cielo azul por donde se coló un
tibio destello de sol. En aquel momento un arco de mil colores apareció en el
cielo. Iris silbó, y de entre las nubes apareció su pequeño carruaje tirado por
los cuatro corceles blancos. La niña atravesó la reja, les dio un beso y subió
al carruaje que se deslizó por aquel arco iris de colores hasta perderse en el
pequeño agujero azul del cielo.
Cal y Neva junto al gallinero se frotaron los ojos
pensando que todo había sido un sueño, pero al llegar a casa encontraron una
carta dentro del libro de Iris, que decía:
“Queridos Neva y Cal. No viváis nunca en la oscuridad,
buscar siempre la luz en las palabras, en vuestros actos, en vuestras vidas, y
seréis felices”.
Cuenta
la historia que, desde aquel día, en los veranos del pueblo de Trotski, un sol
tibio ilumina los campos.
Sara Laborda 10-4-18
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