Frecuentaban el mismo bosque. Era tupido, espeso e inquietante, . Manu era reflexivo, aparentemente satisfecho con sus principios y expectante. Isabel era moderadamente feliz, se había perdido muchas veces entre la espesura, pero no dudaba que un día encontraría la salida.
Aquel día tropezaron de manera fortuita. Charlaron como verdaderos amigos. Encontraron coincidencias, tantas, que decidieron caminar juntos, de la mano, de los besos...
Llegó la primera incertidumbre al encontrarse con un sendero. Se detuvieron. Decidieron caminar en hilera por la estrechez del camino. Intercambiaron alternativas.
—Isabel, debemos caminar siguiendo la rivera.
—Estoy de acuerdo, continuemos por la ribera.
A los pocos metros ella se perdía en el bosque y él se enfangaba en el cauce del arroyo.
Javier Aragüés (febrero de 2020)
1 comentario:
¡Madre mía! ¡Y luego dicen que la ortografía no es importante! Narración simpatiquísima. Ese lado humorístico tan tuyo y que apenas te sale en los cuentos, no sé por qué.
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