sábado, 11 de enero de 2020

DOLOR ATRAPADO



René Margarite (Los amantes)


Eran las cuatro de la tarde. Una hora antes, para Andrés estaba por llegar el día en el que podía tocar el cielo y así se cumpliría la promesa que se habían hecho. Junto a Lidia, los silencios eran poemas de amor sin final. Sobrevino algo inesperado que parecía desbaratar una de las infinitas páginas de aquel proyecto reservado. Asomaban los peores pronósticos. Los miedos a la distancia, a la imposibilidad de la luz y a un silencio amordazado. Las sonrisas alteradas parecían perfilar un indeseado final. Alrededor de ella prodigaban las voces, los gritos y las órdenes intrascendentes, pero la mujer solo oía dos palabras: "Te quiero".

Quizás fue necesario. que ocurriera, porque sin verla, Andrés la revivía más cerca, incluso más que cuando sus manos se entrelazaban. Lidia sentía las palabras de él, firmes, seguras y más ciertas que nunca, pero una preocupación le invadía. "¿Se le olvidarán mis besos?". 

Una lejana y ligera brisa se coló por el espléndido ventanal de la habitación de Lidia, se posó sobre sus labios, selló aquel instante y nunca dejaron de estar sensibles. 

Lidia, incansable, recorría los ribetes de su boca como él lo hacía cuando se encontraban, se detenía en las comisuras, recordando aquellos besos infinitos de cariño e inagotables de amor, mientras esperaba; hasta que un día, a las cuatro de la tarde, el tiempo le devolvió a Andrés.




Javier Aragüés (enero de 2020)

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