De noche,
sobrevenía la lluvia en la plaza mayor de la ciudad portuaria tras varios días y noches de hacerlo
ininterrumpidamente. Jorge y Esther la cruzaban con paso rápido para ganar los
soportales y despistar a un par de fotógrafos que corrían tras ellos, no
pudiendo evitar el chapoteo sobre las pequeñas lagunas formadas en los
abombamientos del firme. Querían esconder los sentimientos que estaban en manos
de amigos y desconocidos. Se habían atrevido a colgar fotos de ellos en las redes
sociales cogidos de la mano. No tenían intimidad. Desde que descubrieron el posible amorío llevaban su relación en secreto.
Él trabajaba de camarero en uno de los bares del puerto, hasta altas horas de la noche, donde se habían conocido. De piel oscura y tez brillante destacaba sobre el blanco de su camisa hábilmente remangada con dobleces casuales que parecían diseñados a propósito. Esther era una artista de rasgos toscos que vivía del desnudo y se encontraba en el declive de su frescura. Vestía de tal manera que las curvas y el contorno de su cuerpo quedaban siempre muy remarcados. Había vivido en, y de las páginas de la prensa barata del corazón, pero un hecho trágico iba a marcar sus vidas y cambiaría sus existencia. Jorge padecía una enfermedad muy grave, en fase terminal.
Esther estaba desde años asediada por
periodistas de dudosa profesionalidad que buscaban hincar las crónicas en su
vida y ahora también en la de él. Parecía que la gran noticia era la desgracia
que les acontecía a ambos, en parte por la ausencia de otros chismes y por la deteriorada situación económica de la pareja. Esther se
vio obligada a dejar de actuar y dedicar todo su tiempo a cuidar de Jorge.
Tuvieron que abandonar los idílicos planes de vida en común.
Él trabajaba de camarero en uno de los bares del puerto, hasta altas horas de la noche, donde se habían conocido. De piel oscura y tez brillante destacaba sobre el blanco de su camisa hábilmente remangada con dobleces casuales que parecían diseñados a propósito. Esther era una artista de rasgos toscos que vivía del desnudo y se encontraba en el declive de su frescura. Vestía de tal manera que las curvas y el contorno de su cuerpo quedaban siempre muy remarcados. Había vivido en, y de las páginas de la prensa barata del corazón, pero un hecho trágico iba a marcar sus vidas y cambiaría sus existencia. Jorge padecía una enfermedad muy grave, en fase terminal.
Gutav Klint |
Atrás quedaban los días para
poder compartir sus vidas. Las noches en la parte oculta del camerino de Esther
en la que Jorge la había hecho disfrutar con sus besos y su cuerpo confesándole su amor. Recordaba la primera vez que la había pedido que se abrazaran hasta fundir sus cuerpos en uno, enlazando sus piernas mientras él la deleitaba con caricias y ella le correspondía deslizando sus labios semiabiertos por toda su piel que no escatimaban pasión.
Las tardes de invierno en las que Esther disponía de
tiempo, cogiéndole las manos le pedía que no se
apartara de él.
Egon Schiele. Estudio de una pareja |
Las tardes de invierno en las que Esther disponía de
tiempo, cogiéndole las manos le pedía que no se
apartara de él.
A Esther la asediaban con el pretexto de buscar una entrevista a la actriz
que había sido. Ella los rehuía con: “hoy no puedo, inténtalo la semana próxima”.
Una y otra vez falsas excusas. Su mente estaba con Jorge que no reaccionaba al costoso tratamiento.
Habían tenido que dejar sus antiguos apartamentos y coger uno de
alquiler más modesto donde los días y las noches se hacían eternas. La
enfermedad se volvía más virulenta y la situación económica más deteriorada. Desesperada
decidió ponerse en manos del periodista y preguntar que podía obtener si
accedía a la entrevista.
-Verás, ahora que hemos contactado te tengo que decir que por tu entrevista
no obtendrías gran cosa. La revista está interesada en hacer un reportaje en tu
casa las veinticuatro horas del día en la que un redactor –yo- junto con un
compañero gráfico esculpamos vuestras vidas hasta el más ínfimo detalle.
-¡No lo puedo creer, sois unos vampiros de lo íntimo! No es
suficiente hurgar en la vida y los sentimientos de las personas si no que ahora
lo hacéis a pares, sin respetar afectos, ni situaciones dramáticas como es
nuestro caso – le reprochó ella.
-Lo entiendo pero para acceder a una suma importante para ti, el medio necesita resarcirse publicando algo que sea muy vendible. Conoce tu situación, mejor dicho, vuestra situación y quiere comprarla con detalle.
-¿De qué cantidad hablamos? - preguntó Esther.
-De una cifra de cinco ceros que se haría mas importante si prolongamos el reportaje entre tres y siete días.
Esther hizo un gesto de rabia y mostró la intención de zanjar la conversación pero el periodista la sujetó, lo que hizo que en un instante valorase la propuesta con ánimo de auoconvencerse. Todo se haría más llevadero sobre todo en lo económico hasta podría contratar a una persona que "cuidara de la cuidadora". Ella estaba al límite de sus fuerzas físicas y mentalmente comenzaba a flaquear. Un rictus en sus cara indicaba aprobación lo que aprovechó el redactor para intentar concretar el reportaje y hablar de la cantidad para terminar convenciéndola.
Al cabo de cinco días a las nueve de la mañana el
periodista y el reportero gráfico entraban en casa de
Jorge y Esther. Les comenzaron a dar pautas de como
debía ser su comportamiento ante las preguntas del
articulista, y la cámara del reportero. Quedaban
prohibidas las escenas tiernas entre los dos,
por supuesto los besos y las frases que sugirieran
comprensión de Esther hacia Jorge. Era preferible
no hablar entre ellos solo debían observarse
pero con miradas que no supusieran sinceridad y
menos aún amor. Las recomendaciones iban dirigidas
a la inexpresividad total de la pareja. Esther les pidió
que se retiraran unos minutos para adaptarse al
comportamiento exigido. Se miraron.
Era de noche, en la calle llovía sin parar, los dos
salieron huyendo por la plaza mayor mientras los
periodistas les perseguían, pero lograron alcanzar los
soportales y protegidos se fundieron en un abrazo. La
foto no servía.
Javier Aragüés (julio de 2017)
periodista y el reportero gráfico entraban en casa de
Jorge y Esther. Les comenzaron a dar pautas de como
debía ser su comportamiento ante las preguntas del
articulista, y la cámara del reportero. Quedaban
prohibidas las escenas tiernas entre los dos,
por supuesto los besos y las frases que sugirieran
comprensión de Esther hacia Jorge. Era preferible
no hablar entre ellos solo debían observarse
pero con miradas que no supusieran sinceridad y
menos aún amor. Las recomendaciones iban dirigidas
a la inexpresividad total de la pareja. Esther les pidió
que se retiraran unos minutos para adaptarse al
comportamiento exigido. Se miraron.
Era de noche, en la calle llovía sin parar, los dos
salieron huyendo por la plaza mayor mientras los
periodistas les perseguían, pero lograron alcanzar los
soportales y protegidos se fundieron en un abrazo. La
foto no servía.
Javier Aragüés (julio de 2017)