domingo, 19 de febrero de 2017

E.A. POE. Consideraciones y Poemas

Edgar Allan Poe fue generalmente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto, del cual fue uno de los primeros practicantes en su país.
Fue renovador de la novela gótica, recordado especialmente por sus cuentos de terror. Considerado el inventor del relato detectivesco, contribuyó asimismo con varias obras al género emergente de la ciencia-ficción.
Por otra parte, fue el primer escritor estadounidense de renombre que intentó hacer de la escritura su modus vivendi, lo que tuvo para él lamentables consecuencias.
Murió el 7 de octubre de 1849, en la ciudad de Baltimore, cuando contaba apenas cuarenta años de edad. La causa exacta de su muerte nunca fue aclarada. Se atribuyó al alcohol, a congestión cerebral, cólera, drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis y otras causas.

                        E.A Poe. Consideraciones


La figura del escritor, tanto como su obra, marcó profundamente la literatura de su país y puede decirse que de todo el mundo. Ejerció gran influencia en la literatura simbolista francesa y, a través de ésta, en el surrealismo, pero su impronta llega mucho más lejos.

Son deudores suyos toda la literatura de fantasmas victorianay, en mayor o menor medida, autores tan dispares e importantes como Charles Baudelaire, Fedor Dostoyevski, William Faulkner, Franz Kafka, Thomas Mann, Jorge Luis Borges, Clemente Palma, Julio Cortázar, etc.

Poe hizo incursiones asimismo en campos tan heterogéneos como la cosmología, la criptografía y el mesmerismo. Su trabajo ha sido asimilado por la cultura popular a través de la literatura, la música, tanto moderna como clásica, el cine, el cómic, la pintura y la televisión.












Cuentos de Edgar Allan Poe traducidos por Julio Cortázar  By
 El Club de los Libros Perdidos(descarga gratuita en pdf)


SINOPSIS
Cuentista, poeta, crítico, ensayista y editor, Edgar Allan Poe es unánimemente reconocido como uno de los maestros universales del relato breve y el padre del cuento de terror psicológico. Fue también precursor del relato detectivesco y de la literatura de ciencia-ficción, así como renovador de la llamada novela gótica.



                            E.Poe. Opinión y Poemas


OPINIÓN

"Bueno, señor Poe, al fin nos conocemos

Tengo sentimientos encontrados con estos relatos, ya que además de leer estos catorce cuentos, también leí sus poemas, y estas son las opiniones que saqué al respecto: La primera es que sus relatos de terror psicológicos, no me inspiraron miedo ni angustia alguna, sino una simple sensación de pesadez; esperaba encontrar algo que me estremeciera, que no me dejara dormir a la noche, pero ---me encontré releyendo el mismo párrafo tres veces porque no podía seguir el hilo, y al terminar la lectura, no sentía nada. Al leer "El pozo y el péndulo", considerado uno de los más grandes relatos de terror psicológico de la historia, esperaba encontrarme con esta sensación de miedo y desolación que se le atribuye al autor, pero me pasó exactamente lo mismo que en los demás. Si tuviera que elegir, diría que "El gato negro" fue el que más me llegó, aproximándose más al sentimiento que buscaba.

La segunda conclusión, por el contrario, son que sus poemas y relatos detectivescos son realmente brillantes, más aún considerando que él fue el inventor del género policial. En este libro, aparecen "El escarabajo de oro", "Los crímenes de la calle Morgue" y "La carta robada" dejando afuera "El misterio de Marie Roget". En los últimos tres títulos aparece el primer detective: Dupin, de un ingenio impresionante. Se lo describe como un hombre excéntrico, analítico, observador y calmado, formando la base para varios personajes detectivescos que vendrán después. Tanto en "Los crímenes de la calle Morgue" como en "La carta robada", demuestra sus habilidades. En el primero, descubre indicios que la policía pasó por alto, y logra así resolver el misterio con una conclusión nada común. En el segundo, que fue el que más me gustó, pone en ridículo nuevamente a los agentes policiales al descubrir la carta perdida en el lugar más inesperado y obvio al mismo tiempo. Una cosa que me pareció bastante curiosa, es que Poe degrada a la policía por debajo del ingenio del detective, como más tarde haría Arthur Conan Doyle con Sherlock Homes y Scotland Yard. En "El escarabajo de oro", si bien no aparece Dupin, la manera en que el protagonista descifra el código es sublime. En serio que admiro mucho a los autores de policiales por ocurrírseles los enigmas para sus cuentos o libros.


En cuanto a poemas, se me acaba de ocurrir que llegué a una tercera conclusión: no hay que tratar de entenderlos, sólo sentirlos, permitir que te lleguen, y dejar de pensar un rato. Después de leer todos, reafirmo mi opinión de que mi favorito es "Annabel Lee" y le sumo el muy conocido "El Cuervo", y ya que el primero lo subí hace bastante, les voy a dejar el segundo:"



















Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyose de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.
Vuelto a mí cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.




Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como vertiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”


“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!







lunes, 13 de febrero de 2017

LAS 6 REGLAS DE GEORGE ORWELL PARA UNA PROSA CLARA, PRECISA Y, SOBRE TODO, INTELIGENTE

PARA ENFRENTAR LOS RADICALISMOS DE SU TIEMPO, GEORGE ORWELL APOSTÓ POR UN ESTILO DE ESCRITURA PRECISO E INTELIGENTE.

                                                                                            (Enlace  compartido de PIJAMASURF)




Gracias a 1984, muchos conocemos bien el nombre de George Orwell. Una novela clave del género distópico y, en varios sentidos, casi profética, pues si bien se trata de una metáfora de los regímenes totalitarios de la segunda mitad del siglo XX, el genio del autor fue casi como un poder clarividente que le permitió ubicar la tendencia que seguiría el poder político desde entonces y hasta nuestra época. La famosa figura del “Gran Hermano”, por ejemplo, síntesis del estado de hipervigilancia al que aspiraban gobiernos como el de Stalin, es ahora una realidad palpable, si bien aun disimulada con múltiples recursos de distracción y goce.

Sin embargo, además de escritor de ficción, Orwell fue también un notable prosista, autor de ensayos, muchos de los cuales redactó al hilo de importantes acontecimientos como la Guerra civil española, la ya mencionada Segunda guerra mundial y, en general, ese entorno más bien bélico, caracterizado por el radicalismo de las posiciones políticas en apariencia disponibles. Orwell, devoto de la sensatez y la inteligencia, encontró en la escritura su manera de conjurar el torbellino de opiniones, argumentos, falacias, dilemas y exigencias sociales que se plantearon en su época.

De ahí, en buena medida, que el escritor se preocupara por forjar un estilo claro, preciso, transparente. Por qué qué mejor medio para transmitir una idea que un entorno límpido, donde se desarrolle con fluidez. Y, también, qué mejor manera para enfrentar los arrebatos de los extremismos.

A continuación compartimos 6 reglas que Orwell acuñó para obtener un estilo prosístico con dichas características. La explicación de cada una estas corrió por nuestra cuenta.

***







1. Nunca uses una metáfora, símil u otra figura retórica que se use habitualmente en los medios

“Todo el peso de la ley”. “Justos por pecadores”. “El rey de la selva”. Expresiones de este tipo, de tan usadas, se encuentran ya vacías de sentido. No nos dicen nada. Paul Ricoeur las conceptualizó como “metáforas muertas” porque, justamente, carecen del élan que da sustento y significado al lenguaje. ¿Por qué desperdiciar una oportunidad de comunicación con algo que no dice nada?


2. Nunca uses una palabra extensa cuando podrías usar una breve

En cuestiones de estilo, hay al menos dos bandos claramente diferenciados a este respecto: quienes apelan a la profusión del lenguaje y quienes apuestan más bien por la sencillez. Orwell, claramente, pertenece a este último grupo. Y justificadamente acaso, pues en el caso de los textos que buscan transmitir ideas, muchas veces la brevedad es amiga de la exposición clara y directa.


3. Si es posible eliminar una palabra, hazlo.

Otro consejo que abona a la concisión del discurso, tratando este como una suerte de follaje cuya poda resultará en una figura claramente comprensible para el lector.


4. Nunca uses un tiempo pasivo si puedes usar el activo

La voz pasiva resta fuerza al discurso y además hace al lector dar una vuelta mental innecesaria. No es lo mismo decir “La llamada fue contestada por el director” o “El director contestó la llamada”.


5. Nunca uses una frase en otro idioma, un término científico o jerga especializada si puedes pensar un equivalente en el lenguaje de todos los días

En general, estos casos que señala Orwell tienen algo en común: son elementos potencialmente excluyentes para los lectores. Quien no está familiarizado con cierto idioma o con algún campo especializado de conocimiento se quedará a la zaga o francamente dejará de entender un término con dichas características.


6. Mejor romper cualquiera de estas reglas que escribir una barbaridad

Aquí surge el Orwell que esperábamos. No el pontífice, sino el prosista furibundo que por encima de todo sitúa la inteligencia, la valentía del pensamiento, el riesgo de las ideas. Con este último consejo parece decirnos que, en efecto, es necesario escribir bien, saber hacerlo, pero más todavía tener algo inteligente qué comunicar.





También en Pijama Surf:

En español, la editorial Debate publicó recientemente una amplia antología de los ensayos de Orwell, una de las más completas en nuestro idioma. 





                                                                                                                                                                                                                                                                                    PIJAMASURF                                         

sábado, 11 de febrero de 2017

MARIE CURIE Y LA BELLEZA DE LA CIENCIA

Marie Curie nació en Varsovia el 7 de noviembre de 1867 y murió en Passi el 4 de julio de 1934. Fue una científica pionera en la teoría de la radiactividad, y descubrió dos nuevos elementos químicos, el polonio y el radio. Fue la primera mujer en recibir un premio Nobel, la primera persona en recibir dos premios Nobel, la única persona con dos Nobel para dos especialidades diferentes (física y química) y la primera mujer en hacer de profesora en la Sorbona de París.







Marie Curie
Catorze
 Cultura viva 14  (fuente)


Murió a consecuencia de la exposición a la radiación, porque guardaba tubos de ensayo con radio en los bolsillos mientras investigaba. Sus diarios y objetos personales acumularon un nivel tan alto de radiaciones que todavía hoy se mantienen radiactivos y se conservan bajo protección. Recordemos una mujer que abrió camino en tantas cosas con 14 reflexiones suyas.


1. No hay que temer nada en la vida, sólo tenemos que intentarlo comprender. Dejemos de tener miedo de lo que hemos aprendido a entender.

2. La mejor vida no es la más larga sino la más rica en acciones buenas.

3. El camino del progreso no es ni rápido ni fácil.

4. Un científico en un laboratorio no es sólo un técnico. También es un niño ante fenómenos que lo impresionan como un cuento de hadas.

5. La mayoría de las escuelas dedican demasiado tiempo a la lectura y la escritura y mandan demasiados deberes a los niños, pero apenas realizan ejercicios prácticos para estimularlos la formación científica.

6. El día que el hombre fuera consciente en tiempo real de sus equivocaciones, habría terminado el progreso de la ciencia.

7. Hay científicos sádicos más preocupados por cazar los errores que para establecer la verdad.

8. La ciencia la hacen las personas donde sea, cuando tienen el genio investigador, y no los laboratorios, por más ricos que sean.

9. Cuando descubrimos el radio, nadie sabía que sería útil en los hospitales, aquello era ciencia pura. El trabajo científico no debe considerarse por su utilidad directa. Se debe hacer por la belleza de la ciencia.

10. La ciencia se interesa por las cosas, no para las personas. Yo siento menos curiosidad por la gente que por las ideas.

11. No podemos construir un mundo mejor sin mejorar las personas. Cada uno de nosotros debe trabajar en la propia mejora.

12. La vida no es fácil para nadie. Pero debemos tener perseverancia y, sobre todo, confianza en nosotros mismos. Debemos sentirnos dotados para hacer algo y ese algo lo hemos de conseguir a toda costa.

13. No nos damos cuenta nunca de lo que hemos hecho, sólo lo que nos queda por hacer.

14. La vida no merece que nos preocupamos tanto.




Un diario de Marie Curie, hoy todavía radiactivo





                                             Catorze  Cultura viva 14  (fuente)