viernes, 8 de mayo de 2015

EL PULITZER


Unos amigos ,"el grupito", nos reuníamos para tomar unas cervezas. 

Mi nombre es Yolanda Alcázar, la más joven. Estaba eufórica, 
había  aprobado la última asignatura  de  periodismo  con un 
expediente brillante. Si el director del  diario cumplía su promesa pasaba a formar parte del equipo de periodistas del diario argentino, La Esfera- 

Me asignaron  un lugar en la redacción. Todos me veían como una profesional consolidada a pesar de mi sexo y edad. Para mí, no era suficiente, Buscaba  un mayor  reconocimiento.  ¿Sería capaz de redactar un artículo o  realizar un reportaje para soñar con el Pulitzer? 

Todo el equipo de redacción nos habíamos graduado en el 
Departamento de Comunicación por la Universidad de Columbia de New York. Optamos por la doble nacionalidad  y  la redacción era, singularmente americana. Nos  animaba que Óscar Hijuelos, en 1990, fuera el primer hispano que lo conseguía y Junot Díaz, de Dominicana  -español de lengua materna- también había sido premiado.

Con todos los matices, éramos conscientes de la  dificultad para acceder  al premio por nuestra condición hispano de  parlante. La doble nacionalidad  nos permitía escribir también en la lengua anglófona y concursar pero, no publicábamos en ninguna revista literaria de prestigio.
Mientras tanto, yo  escribía crónicas no más allá de lo meramente informativo, que alternaba con los artículos obligados, la mayoríaexecrables. 

Estábamos en el bar, donde quedábamos con frecuencia. Había acudido Diego Silva, jefe de contabilidad del diario, conocido como “el bufón,” incluso por su compañera sentimental.  Nos acompañaba otra pareja de conocidos, mejor,  de 
desconocidos, que  no eran del “grupito”.  Diego, vehemente como en tantas ocasiones, levantó la voz.

 -¡Podíamos seguir la fiesta! Hoy es un día especial para Yolanda y para nosotros  -¡Celebramos la cena anual del “grupito”! Conozco un  restaurante a unos pocos km. de aquí, por la autopista, “nos plantamos” en un momento  
Cogimos los coches.  

Diego conducía  el suyo, tenía bastantes años de carnet y era algo más que un simple “bebedor social”.  Álvaro Lesmes, acababa de sacar el permiso, llevaba una“L” a  su espalda y un coche recién estrenado. 

Por ser la homenajeada, me dejaron  escoger. La inexperiencia  de Álvaro era preferible al exceso de alcohol de Diego. Sopesé las opciones, tan rápido  como exigía  el momento. Entré en el coche de Álvaro.

Álvaro y yo, éramos muy buenos amigos desde la Universidad.  Habíamos coincidido en el diario y teníamos enfoques similares del periodismo actual. Compartíamosproyectos y aspiraba, como yo, a conseguir el Pulitzer








Era muy prudente y en este caso las circunstancias jugaban a su favor.  Conducía tras el coche de Diego, procurando “no perderlo, para no perderse”, como le habíamos  recomendado.

Una lluvia muy fina acharolaba el asfalto y las luces se sucedían como fogonazos al otro lado de la mediana. Al despiste de Diego le acompañó un frenazo prolongado que gemía como un violín desafinado y como respuesta, la percusión,  la del impacto del vehículo contra la caja del tráiler. Automóvil y camión se habían transformado en un solo vehículo y los inesperados acompañantes en meros despojos.

El vehículo de Álvaro siguió la misma trayectoria que el de Diego. Los efectos del embate descontrolado fueron menores por la distancia y la velocidad. Salí despedida, A Álvaro, le salvó el cinturón. Nos trasladaron en helicóptero  a un hospital de referencia. Él, sin constantes vitales, y yo  ingresé en la UCI, después de una intervención" a vida o muerte".

Mi estancia en la UCI -interminable- sirvió para relativizar los problemas y cambiar el sentido de mi vida. Además del reposo encontraba el placer en lo trivial, en las pequeñas cosas. Había cambiado mi objetivo, pero no lo suficiente como para  dejar de pensar en el Pulitzer. A partir  de ahora escribiría sin presiones. Lo único que me inquietaba, era la alteración de la capacidad para imaginar, para sentir afectos y, sobre todo, la pérdida de sensibilidad. 
Como  consecuencia del impacto contra el suelo, perdí la vista, que jamás recuperé y gané, un rostro desfigurado

Álvaro vino a visitarme, le sentía junto a mí. Yo ya no estaba en la UCI, me habían trasladado a una gran sala junto a otros pacientes en el mismo estado, a la espera de la intervención definitiva que dejaba una cicatriz en el pecho en forma de "Y" griega.

Pasó el efecto de la anestesia, la oscuridad era total. Álvaro estaba junto a mí. En dos coches llegamos a mi nueva residencia -la definitiva- totalmente adaptada a la ceguera. En aquella mansión, el silencio acompañaba a la soledad; era el lugar idóneo para escribir.

En el jardín, un vigilante leía en” La Esfera” uno  de los artículos que se publicaba en colaboración con las autoridades de tránsito. Relataba los hechos, con un mensaje, sin entrar en los detalles del accidente. El titular.

ALCOHOL Y VELOCIDAD, UN COCTAIL MORTAL.

 "El alcohol y el exceso de velocidad son una de las causas principales en los accidentes mortales  y las víctimas, los efectos, inexcusables".

Y el subtítulo

 ¿Cómo evitar los accidentes? y ¿Quiénes son las víctimas? , que desarrollaba el artículo. 
Parecía escrito por mí.

En las páginas posteriores, la Sección de SUCESOS,  también recogía el siniestro. La redacción y el titular eran diferentes.

DE NUEVO LA SANGRE TIÑE EL ASFALTO

La  cantidad de sangre y el color del asfalto eran el núcleo de la noticia. 

"Ayer, pasada la media noche, en la autopista del Norte se produjo una colisión múltiple con seis víctimas. Cuatro de ellas mortales, en el mismo lugar del accidente.Los nombres eran; Diego Silva, su pareja y dos pasajeros que viajaban con ellos. Del otro vehículo se rescataron otras dos personas, con heridas muy graves; Álvaro Lesmes y una mujer, hasta el momento sin identificar.En el fatal accidente, Álvaro Lesmes, con parada  cardiorespiratoria y múltiples órganos afectados, ingresó en el hospital. Yolanda Alcázar pudo ser identificada pese al impacto con la calzada. 

Terminaba el artículo con un lacónico:

“Diego, su acompañante y las otras dos víctimas fueron retirados del lugar, judicialmente”. 
Las otras dos, siguen en manos de los equipos médicos.

Cualquier versión relataba los hechos. Yo prefería la que comenzaba con la historia del "grupito”. Para mí, la mejor para optar al Pulitzer.

El "grupito" desapareció. Solo quedaba la amistad entre los dos. Estábamos juntos en el cementerio y con el mismo epitafio.


 “CANDIDATOS  AL PULITZER”  
A la espera de la decisión de un jurado.


Javier Aragüés (Mayo 2015)


2 comentarios:

Janial dijo...

Ya en tu cuento anterior, el de la Reentrada, me pareció observar una mutación literaria, je, je. Tus párrafos se hacen más largos y a mí, personalmente, me gustan más que los anteriores, con apenas dos lineas por cada uno, dicho así en general. Supongo que los aspirantes al Pulitzer eran hispaonamericanos nacionalizados estadounidenses. Reconozco, en cualquier caso, que me cuesta mucho 'entrar' en historias en las que el narrador es un fiambre. Me pasa desde que vi hace muchos años la película de Billy Wilder "El crepúsculo de los dioses". Pero es problema mío, no del autor, por supuesto, que utiliza los métodos que mejor y más oportunos le parece, os parece.

javieraragues dijo...

Jaime, primero gracias por tu respueata, crítica y -mejor- acertado aguijón. Mi escaso conociento y pereza en documentarme me han llevado aconsiderar el Festival de Benidorm como un concurso literario. " Casi todo" Se puede rectificar y creo que lo he hecho.
La mutación literaria no es tal, sigo sin ser "el octavo pasajero"
Las advertencias de la profesora Susana Camps me llevan a prolongar y redondear lo relatos."Estoy en ello". En el caso ede REENTRADA -relato policial sin sangre- Y en este, Relato de Ciencia fición SOFT, al estilo de Ray Bradbury, no hay robots, ni viajes en el tiempo, ni progresos técnicos.

Los problemas tuyos son míos. Te debo una contestación atu blog. Hablamos