lunes, 8 de febrero de 2016

EL PORTAL

En un beso, sabrás todo lo que he calladoPablo Neruda











  



El viejo portal de madera con dos cancelas, la del frío y la de la esperanza, era el vestíbulo de mi vida, del que no podía escapar. Allí transcurrían los acontecimientos en los que resultaba héroe o villano. El mármol vetusto de la entrada, con sus blancos y grises, era el campo de batalla. 
Crecía con mis amigos: Pablo y Nacho. Compartía juegos y hablábamos de las primeras novias. Disimulaba las inseguridades. Los primeros descubrimientos sobre sexolo nos los facilitó Nacho.

Gloria, su prima, licenciada en Biología y activista en aquellos años, frecuentaba los cafés “progres” de estudiantes y profesores. Iba prendida a una chapa negra serigrafiada, con letras blancas sobre su jersey: “STOP WAR IN VIETNAM”. A Nacho lo puso al corriente del sexo, y él a nosotros. Pablo y yo estábamos agradecidos. “Nos gustaría conocer a tu prima”. El viernes siguiente, Nacho se presentó con Gloria. Habíamos quedado en mi portal. Un portal impregnado de olor a tabaco y rumor de saludos. 
Cuando llegó Pablo  fuimos a un café próximo:  
“El  Comercial”, que ella conocía. El camarero la saludó con un gesto familiar. La prima de Nacho le hizo una seña:    “Mejor nos sentamos”. Eligió una mesa  junto a un diván bajo un gran espejo enmugrecido, sin azogue en las esquinas. Pablo se sentó a mi lado; Nacho y su prima, en dos sillas, enfrente. Pidió un café. Dio por supuesto que tomaríamos lo mismo, como así fue. Se dirigía a los tres con explicaciones y argumentos, gesticulando con las manos. Reclamaba la mirada. No dejaba de fumar. Dirigía una sinfonía de instrumentos en silencio. Pablo y yo sin parpadear. Los tres sometidos a su discurso. 
El monólogo discurría en  torno al amor libre y la necesidad de conocer y practicar el sexo. Repetía, una y otra vez: “Puede haber sexo sin amor”. Se ofreció a resolver dudas y preguntas. No las hicimos. El largo silencio se rompió con un socarrón: “Entiendo vuestra discreción”. La tregua se hizo eterna. Pensé que la tortura por el desconocimiento había acabado. Pues no. Sacó otro tema en el que se sentía más cómoda. El compromiso que se debía adquirir con todo lo relacionado con los temas sociales. Insistía: “Estamos alienados”. “Hay que someter todo a crítica”. “Utilicemos un método científico. El Materialismo Dialéctico”. Estaba sorprendido. Quería convencernos, espertar la simpatía por los movimientos de estudiantes. En este asunto nuestra pasividad fue mayor, por la mala puesta en escena. No podía contar a sus amigos -los camaradas- que había conseguido formar un circulo de simpatizantes. En uno de los gestos me miró, ignorando a Pablo. Una de sus piernas buscó la mía bajo la mesa del café. Gloria observó la expresión de Nacho en el espejo para asegurarse de que no notaba sus movimientos. Dejó de hablar. Dio por acabada la charla. Se las ideó para que Nacho y Pablo salieran primero. Se despidió con un: “Óscar, espera. Te acompaño”.







Me vi a su lado caminando en silencio hacia mi casa. Al llegar al portal nos detuvimos. Me habló de la importancia de madurar. Temí una continuación de la charla en el café.  Me preguntó: ”¿Te ha gustado alguna chica?”. No fui capaz de responder. Gloria insistió. “Sí hombre. Una compañera de clase, o una vecina”. Solo en aquel momento sentí la posibilidad de mantener  un tú a tú con ella.
“Sí, se llama Celia. Es una vecina. Ella no lo sabe. Vive en el cuarto piso de la escalera exterior, de las dos de casa, "la de los ricos". Si coincidimos, no soy capaz de mirarla.  Cuando estoy en el portal oigo bajar el viejo ascensor de madera y descolgarse por las poleas. Confío que nunca llegue. En elvestíbulo, dudo si abrir la puerta o permanecer inmóvil. Espero que pase a mi lado y se aleje. Sigo en silencio. Nunca se si es verdad o quiero vivirlo”. Gloria, sonrió:”Lo que importa es lo que quieres”.

Atardecía. La luz tenue de invierno y el silencio de la calle invitaban a entrar al portal. Fijó sus ojos en los míos. No sabía qué hacer. Me cogió de la mano y me estrechó contra su cuerpo.

Celia entró en el portal. Al vernos se giró: “Espero cada día tu sonrisa, una frase".

Se apagó la luz en el portal. 

Sentí una mano en la nuca. Noté que unos labios me besaron.


 Javier Aragüés (febrero 2016)

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