martes, 16 de octubre de 2018

PERSONAJE DESDIBUJADO

La pieza que no encajaba era una parte  determinante de mi biografía. Me condicionó  la infancia, viví incompleto durante la madurez.
Y sin desistir racionalmente, no esperaba poder encontrarla.

Estaba anocheciendo cuando abrí el ordenador y en la pantalla un mensaje. Una mujer que no conocía escribía: "¿Tu padre se llamaba Francisco?"

Me sentí descubierto. Experimenté esperanza y, a la vez, miedo a que no fuera él. Le pedí a Rosa, la mujer que me había localizado, más datos, que releí hasta asegurarme de que era mi padre. 

Me incliné  hacia la pantalla para mirar las imágenes con detalle. Me sentí extraño, ajeno a los roles en este tipo de intercambios. Ella me lo puso fácil y con una frase me sentí acogido: 
"Javier, soy tu prima Rosamary, la hija de un hermano de tu padre".

Me mandó unas fotos. Allí estaba él. Se me nublaba la vista. ¡Qué ridículo resultaba emocionarse ante un ordenador! Había esperado mucho tiempo ese momento. 

Al fin  alguien podía hablar de mi padre con solvencia. Rosa comenzó a describirlo, tal y como le había recordado su propio padre.








"En apariencia era un joven bien plantado, esbelto y de figura alargada, tanta como su ausencia. Al expresarse gesticulaba con un
cigarrillo en la mano, con tal habilidad que no importaba en cuál de las dos lo llevaba; parecía que el pitillo era una prolongación de su carácter; al moverlo, daba la sensación de libertad. Pero algo le apretaba de tal forma, que era prisionero de sus propios dedos. Raras veces se llevaba las manos a los bolsillos del pantalón, porque el cigarro no se lo permitía. El pantalón era negro, de caja alta, con pinzas que arrancaban disciplinadas desde la cintura y continuaban como rayas infinitas hasta morir en los empeines. Los zapatos, también negros, lucían relucientes solo los días de fiesta. 

Cuando cambiaron los tiempos, no solo para él, estuvo dispuesto a alzar la voz en nombre de la libertad, vestía camisa blanca con los dos primeros botones abiertos y los puños remangados por debajo del codo que hacían más ostensible su forma de pensar.

Pero llegaron los malos momentos que la historia le obligó a soportar. Se refugiaba bajo prendas de abrigo y cuellos considerables, que al levantarlos remarcaban su personalidad, por lo que le fue difícil pasar inadvertido y le  detuvieron".







Rosa se tomó un respiro y me invitó a que me detuviera ante una de las fotografías. 

Al observarle, mis ojos se toparon con una cabeza poblada por un denso cabello negro, que arrancaba desde una frente limpia, acotada por dos cejas con signo de asombro contenido y una mueca que se resistía a sonreír. ¿Si se lo impedía lo vivido, o el no vivir?


La mirada imperturbable alojada en un rostro aguileño y unos labios delgados que parecían esperar al amor de una mujer. Los ojos reafirmaban bondad y tristeza, como si no estuvieran preparados para soportar la vida.

Rosa continuó. con una de las fotos en la mano:

"Se despidió de tu abuelo un día como hoy. Por 
la mañana lo encontraron muerto en una pensión." 






Al quedarme solo, comencé a escribir deteniéndome en las fotografías que me había enviado Rosa, y en sus palabras. Las imágenes me permitieron reconstruir lo que quizás había sido, aunque continué sin estar seguro. 

Mientras le descubría me parecía sentir como si hubiera estado siempre junto a mí, y que hubiera sido yo, el que me había alejado.  




Javier Aragüés (octubre de 2018)


No hay comentarios: